Pocos pero vertiginosos años después de su formación con los jesuitas santafesinos, Roberto Mayol yace en la hilera de cuerpos de los doce guerrilleros muertos en el ataque de Montoneros a un cuartel ubicado en las afueras de la ciudad de Formosa, en la periferia del país. Es el domingo 5 de octubre de 1975 por la tarde; en un sangriento combate de apenas media hora también han muerto doce defensores del regimiento, entre ellos diez soldados que a la edad de 21 años cumplían con el servicio militar, que era obligatorio y duraba un año. El ataque fue el debut del Ejército Montonero con sus grados y sus uniformes azules, el instrumento militar creado para tomar el poder y alcanzar la Patria Socialista. Los propios montoneros lo bautizaron "Operación Primicia" y fue espectacular: incluyó el ataque al cuartel, y el secuestro en pleno vuelo del avión más moderno de Aerolíneas Argentinas y su desvío a la ciudad de Formosa, donde otro pelotón había copado el aeropuerto internacional. Los sobrevivientes del ataque escaparon luego en ese avión, que aterrizó en una pista clandestina en las afueras de Rafaela, en Santa Fe, y en un avión muy pequeño con el cual confundieron a los radares, que bajó en una arrocera en Corrientes. Obviamente, al hablar de un hecho histórico, las fechas son importantes. El ataque ocurrió el 5 de octubre de 1975, en pleno gobierno constitucional de la presidenta Isabel Martínez de Perón. Es decir que faltaba casi medio año para el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, que dio inició a la dictadura más sangrienta de la historia argentina. En realidad, como explico en mi libro "Operación Primicia", el ataque guerrillero aceleró la caída del gobierno peronista, que era uno de los objetivos buscados por Montoneros. Desde un punto de vista histórico, Mayol y sus once compañeros muertos en aquel ataque no fueron víctimas de la dictadura ni del Terrorismo de Estado. Mientras los ex conscriptos formoseños y los parientes de los "colimbas" muertos recuerdan a Mayol como un traidor —"el soldado entregador", le dicen—, los referentes de los derechos humanos pero también numerosos políticos y jueces lo consideran un héroe, un mártir, un "cura laico" o por lo menos una víctima del terrorismo de Estado. Luego de completar la secundaria en el Colegio de la Inmaculada Concepción, el santafesino Mayol entró a la Universidad Nacional de Litoral para estudiar Derecho. "Roberto era muy inteligente, muy sensible. Lo recuerdo como un cura laico; un admirador de Camilo Torres, venía del progresismo católico", me contó el abogado Jorge Pedraza, que estudió con él en "La Inmaculada", Pedraza fue quien escribió un párrafo sobre su amigo en la placa que recuerda en la Universidad del Litoral a veinticuatro "alumnos, profesores y egresados muertos, desaparecidos y perseguidos durante la última dictadura militar". Esa placa colectiva quedó inaugurada el jueves 31 de agosto de 2006, en el momento culminante de cuatro jornadas de homenaje inauguradas con una conferencia a cargo de Ricardo Lorenzetti, actual presidente de la Corte Suprema de Justicia. Lorenzetti habló sobre "Los derechos humanos en la doctrina de la Corte Suprema". Lo mismo ocurre con otros guerrilleros muertos en el cuartel, que han sido homenajeados en sus pueblos o ciudades y en los colegios y universidades que frecuentaron. Más relevante aún: ocho de esos doce montoneros figuran en los nuevos listados del Nunca Más —publicados en 2006, durante el gobierno de Néstor Kirchner— como víctimas de "ejecución sumaria", una categoría amplia creada durante el kirchnerismo. Los parientes de esos ocho guerrilleros —los de Mayol no figuraban— habían cobrado ya una millonaria indemnización equivalente a cien veces el sueldo más alto de la administración pública nacional al ser considerados Víctimas del Terrorismo de Estado. En aquel momento, ese dinero ascendía a 620.919 pesos. En cambio, los padres de los colimbas muertos cobraban una pensión mensual de 842 pesos. La mamá de cada uno de ellos, por ejemplo de Marcelino Torales, debería cobrar esa pensión de 842 pesos todos los meses durante 61 años y medio de su vida para llegar a la suma ya percibida por los parientes de cada uno de los guerrilleros. Y sin que hubiera inflación. Salvo en Formosa, a nivel nacional no suelen recibir homenajes ni reconocimientos en ningún otro lugar. Dado que los parientes de Mayol prefirieron no cobrar esa indemnización, su nombre no figuraba tampoco en el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado emplazado frente en la Costanera porteña, frente al Aeroparque. Sí estaban —siguen estando— los guerrilleros muertos en Formosa cuyos parientes ya cobraron ese dinero: por ejemplo otro santafesino, Reinaldo Ramón José Briggiler, que había egresado como subteniente de reserva del Liceo Militar General Manuel Belgrano. Esta semana, la secretaría de Derechos Humanos tuvo que sacar los nombres de dos falsos desaparecidos de ese monumento, luego de una denuncia en el canal TN. Tal vez lo mejor sería que una comisión de notables revise bien el listado dado que hay muchos nombres muy polémicos.
Más nombres de víctimas de la Dictadura que no fueron
Pocos pero vertiginosos años después de su formación con los jesuitas santafesinos, Roberto Mayol yac