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La primera dama de Brasil dio su primer discurso en el palacio presidencial con lengua de señas

Michelle Bolsonaro rompió el protocolo y tomó la palabra en la sede del Gobierno antes de que lo hiciera su esposo y nuevo mandatario, un hecho inusual en las tomas de mando de Brasil y que fue ampliamente aplaudido por el público

Michelle Bolsonaro, la esposa del flamante presidente de Brasil, dio su primer discurso en lengua de señas este martes desde el Palacio de Planalto. "Las elecciones le dieron voz a los que no eran escuchados. El ciudadano brasileño quiere seguridad, paz y prosperidad", dijo a través de señas junto a una intérprete durante la ceremonia en Brasilia para la asunción de Jair Bolsonaro como jefe de Estado. En su mensaje, la primera dama agradeció a Carlos Bolsonaro, hijo del presidente, por el apoyo en los días en que su marido quedó internado tras el atentado con cuchillo en Juiz de Fora en septiembre. Agradeció a Dios por la salud de su marido y pronunció el lema de la campaña: "Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos". La traductora de Michelle se emocionó al final del discurso frente a decenas de miles de personas que se congregaron en la Explanada de los Ministerios de Brasilia. Discreta y de fuertes convicciones religiosas, Michelle Bolsonaro se ha mantenido siempre en un segundo plano, pero está dispuesta a atender "el mayor número posible" de programas sociales del Gobierno que desde este martes comanda su marido, el presidente Jair Bolsonaro. Con pocas apariciones públicas, incluso durante la campaña electoral, Michelle de Paula Firmo Reinaldo, de 38 años, se ha mantenido alejada de la línea de frente de la política y comparte su tiempo entre el cuidado de sus dos hijas y las labores sociales que realiza en la iglesia evangélica que frecuenta. Los amigos cercanos de la familia Bolsonaro aseguran que la "humildad" y su "vocación" para "extender la mano al prójimo" nunca dejaron de hacer parte del cotidiano de la tercera esposa del ahora jefe de Estado, quien comenzó como vendedora en un supermercado de Ceilandia, en la periferia de la capital federal Brasilia. Fue en esta empobrecida ciudad donde creció que Michelle escuchó su "llamado" para dedicarse a proyectos sociales y se convirtió en una asidua asistente de los cultos de una pequeña iglesia Adventista de la región. Incentivada por su madrastra, la nueva primera dama aprendió el lenguaje de señas, al que dio gran visibilidad durante la campaña electoral, y se involucró en intensas labores para la visibilidad y la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad. De cuna humilde, fue la primera de los tres hermanos en independizarse financieramente al conseguir trabajos como vendedora en un supermercado y pequeños servicios en una empresa de animación de fiestas infantiles. Cuando tenía 27 años dio un paso adelante y logró un puesto en el Congreso como secretaria. Allí conoció en 2007 a al diputado Jair Bolsonaro, 25 años mayor que ella, y quien se convertiría en su futuro esposo. Cautivado por su belleza y sencillez, el ex capitán del Ejército le ofreció un puesto en su gabinete personal y, pocos meses después, los dos contrajeron matrimonio. Del enlace, nació la pequeña Laura, de ocho años y la única niña entre los cinco hijos del ex militar. Casada y fuera del mundo de la política, la primera dama dejó su humilde vivienda en las afueras de Brasilia para mudarse a la residencia de su marido en un barrio noble de Río de Janeiro, donde intensificó sus trabajos voluntarios en la iglesia y con personas con discapacidad. Todos los domingos, actúa como traductora de los cultos evangélicos de la Iglesia Batista Atitude, en la zona oeste de la capital fluminense, para fieles sordomudos. El pastor evangélico Silas Malafaia, quien celebró la unión de la pareja, definió la primera dama como una esposa "simple, recatada" y a quien le gusta "trabajar en los bastidores". Sin embargo, tanto Malafaia como el círculo íntimo de la familia Bolsonaro garantiza que Michelle es una mujer "fuerte", "sensible", con "grandes virtudes" y de "pulso firme" cuando se trata de la educación de la pequeña Laura y de Leticia, su primera hija, de 16 años y fruto de una relación anterior. La primera dama brasileña ya señaló que se mantendrá a la sombra de su marido, pero aseguró que buscará participar en el "mayor número posible de programas sociales", como ya hicieron algunas de sus antecesoras, entre ellas Ruth Cardoso, mujer de Fernando Henrique Cardoso, o Sarah Kubitschek, esposa de presidente Juscelino Kubitschek, responsable de la planificación y traslado de la capital federal del país de Río de Janeiro a Brasilia. Allí, a pocos kilómetros de su antigua y humilde ciudad, Michelle Bolsonaro comienza desde hoy un nuevo capítulo en su vida como primera dama de Brasil.

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