Piedra libre para Cristina Kirchner, que está detrás de Roberto Baradel, que está detrás de las tomas. La ex presidente lo acaba de confesar con todas las letras durante el lanzamiento de su campaña en Florencio Varela: "Los jóvenes están discutiendo la reforma educativa, su derecho a decidir qué colegio quieren, qué van a hacer cuando lleguen a quinto. No quieren ser condenados a la flexibilización y el trabajo barato, me conmueve realmente". En efecto, como prueba irrefutable de quién escribe el libreto de los secundarios, en el frente de un colegio tomado cuelgan carteles que dicen "Los pibes no laburamos gratis". Ese es el desolador paisaje que presentan los colegios desde afuera. Pero, ¿qué sucede adentro de las tomas? No resulta fácil que los adultos podamos enterarnos. Son adolescentes de entre 12 y 18 años los que deciden quién entra y quién sale del colegio. Las palabras de Cristina bajan como un torrente tumultuoso hacia docentes, sindicatos y partidos que alientan las tomas. Igual que en el pasado, los chicos están siendo utilizados como rehenes en una discusión de adultos. Para cualquier empresa pública o privada, incluso para una ONG, abrirle las puertas a un pasante representa un enorme esfuerzo, una grata aunque incierta inversión a futuro antes que un beneficio. Las prácticas profesionalizantes que propone el nuevo plan de estudios sólo para el último cuatrimestre de quinto año, tienen como propósito presentar al estudiante el mundo del trabajo tal y como es. Es una práctica probadamente exitosa y que se implementa hace años en países como Finlandia o Alemania. La propia Cristina parece ignorar que en el país que ella gobernó, muchos colegios técnicos, públicos y privados, utilizan las pasantías hace varios años. Frente a esta propuesta genuinamente progresista, la Ciudad de Buenos Aires cerró el segundo trimestre con alrededor de treinta colegios tomados, en los que una minoría decidió que los alumnos no pudieran levantar las notas. Además del fracaso al que se ven condenados alumnos que ni siquiera están de acuerdo con las tomas, corren el riesgo de perder el año. ¿Es necesario recordar que los colegios son bienes públicos administrados por el Estado? Resulta inadmisible que puedan ser ocupados por particulares y que el Estado se abstenga de impartir educación que es, en primera y última instancia, la función de los colegios y, sobre todo, un derecho y una obligación constitucional. Pero a este panorama alimentado por partidos, sindicatos y docentes, se suman padres que apoyan y fomentan las tomas por parte sus propios hijos. Los usan como ariete y carne de cañón. Como herramienta de sus propias añoranzas o, peor, de sus fracasos políticos juveniles. Hacen que sus hijos pongan el cuerpo por ideas que, en realidad, les pertenecen a los padres. Vuelven a su propia adolescencia a través de sus hijos y les exigen que sean los abanderados de la Revolución que ellos no hicieron. ¿Por qué, en lugar de usar a sus hijos, no ponen el cuerpo y toman sus lugares de trabajo?¿Por qué esos padres de clase media "progre" no toman las agencias de publicidad, los estudios de diseño, los bufetes de abogados, o los medios de prensa en los que, día a día, se esmeran en ponerle una sonrisa a sus empleadores con la esperanza de obtener un aumento de sueldo o, aunque más no sea, una palmada en la espalda? Se llama hipocresía. Esperan que sus hijos hagan el trabajo sucio, sentados en un bar de Palermo, con la absurda esperanza de que caiga un gobierno democrático. No debería sorprendernos. La propia Cristina Fernández de Kirchner utilizó a su hija Florencia para sustraer de la mirada de la justicia sus propios "ahorros". Ahora que tiene ganas de hablar con la prensa, le ruego que me conteste con una mano en el corazón. Como empresaria hotelera y del sector inmobiliario, usted, que valora tanto a sus empleados, tal como demuestra el trato que le dispensó a su ex ministro Florencio Randazzo, ¿reemplazaría a un empleado eficiente como Parrilli, que es una tumba a la hora de guardar secretos y una saeta para llevarle carpetas, lo cambiaría por un pasante de 17 años sin la menor experiencia en, por ejemplo, apretar jueces? Cristina, ¿usted hubiese reemplazado a un contador de la estirpe moral de Nelson Mandela como Víctor Manzanares por un bachiller imberbe?
Cabezas tomadas
Por Federico Andahazi