Seguridad

Cruzó la frontera con cocaína para pagar la quimioterapia de su hijo, la detuvieron y suplica que la liberen para despedirse

Claudia es oriunda de Bolivia. Fernando, su hijo de 13, fue diagnosticado con cáncer. Necesitaban plata para el tratamiento y ella decidió pasar cocaína para Argentina. Está presa hace un año y quiere ver al nene por última vez

La vida de Claudia S.E. se convirtió en el último año en un remolino demencial. Un día de septiembre de 2017, una médica de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, le anunció que el dolor en la pierna derecha de uno de sus hijos no lo había causado un golpe recibido en un partido de fútbol tal como pensaban, sino algo mucho peor: un tumor dentro de un hueso que crecía demasiado rápido. Los pediatras oncólogos le avisaron a Claudia que había que comenzar la quimioterapia inmediatamente para intentar que Fernando, de 13 años, no perdiera su pierna. Claudia, madre de otros dos chicos y embarazada de dos meses, trabajaba como empleada de limpieza en casas de su ciudad, Montero, a 50 kilómetros de Santa Cruz, y no tenía dinero para pagar el tratamiento, en un país donde la salud pública no es gratuita, aunque el presidente Evo Morales anunció que lo será a partir de 2019. Creyó que de la única forma que podría costearlo era si se sometía a las reglas del cruel pero redituable negocio narco. Claudia entonces aceptó cruzar la frontera hacia Argentina. Lo hizo con un bebé en su vientre y dos valijas con poco más de un kilo de cocaína escondida en un doble fondo. Llegó hasta la ciudad salteña de Orán y allí tomó un remise con destino a General Güemes. El puerto final era el barrio de Liniers, en Buenos Aires. Cuando entregara el paquete, recibiría 500 dólares. Esa era la promesa de sus explotadores. Pero Claudia fue descubierta. El 27 de octubre del año pasado, a las 21:20, en el kilómetro 1.212 de la ruta nacional 34, cerca de la ciudad jujeña de Ledesma, el remise en el que viajaba fue interceptado por Gendarmería Nacional. Cuando los agentes leyeron el nombre de la mujer recordaron que varios meses antes habían agarrado a un hombre con el mismo apellido. Eso les generó sospechas. Un perro de la fuerza llamado Gamal empezó a rascar con sus garras el equipaje que llevaba Claudia, que estaba nuevo y, según consta en el expediente, "presentaba anomalías en sus tornillos". Los agentes descubrieron 40 paquetes de cocaína por un peso de 1.160,60 gramos. Desde hace un año, la mujer de 33 años está presa en el penal de Güemes, en Salta. Como consecuencia de la detención de su mamá su hijo se deprimió y abandonó durante tres meses el tratamiento. Recién lo retomó en marzo de este año, pero ya era demasiado tarde. Con el fin de frenar la metástasis los médicos le amputaron la pierna. Sin embargo, pocas semanas después le avisaron a la madre de Claudia, que lo cuida, que la enfermedad era terminal. Claudia llora del otro lado de la línea mientras habla con Infobae, agarrada al teléfono instalado en el pabellón de la cárcel donde paga el castigo de cruzar cocaína y donde sufre porque sabe que si no la excarcelan pronto, ya no verá a su hijo. "Lo hice porque estaba desesperada. Yo no tenía recursos. Tuve que hacer esto para poder curar a mi hijito pero todo salió mal y me quedé aquí y mi mamá lo estuvo llevando (al médico) pero se empeoró y le amputaron", relata entre sollozos. Su llanto retumba y se convierte en eco en el vacío helado del mundo carcelario. Tiene en brazos a Sheila Jazmín, su beba de cuatro meses, que nació con ella en cautiverio y no conoce a su hermano Fernando. La mujer está acusada del delito de transportar sustancias prohibidas. Andrés Reynoso, defensor oficial, apeló el procesamiento y la prisión preventiva dictadas a fines del año pasado por el juez federal Esteban Hansen ya que, considera, la mujer no presentaba riesgos para la investigación y que cometió un delito con el fin de resolver un mal mayor que el de transportar una droga ilegal: la vida de su hijo. "Está en un estado de necesidad justificante", remarcaron sus defensores en la apelación presentada a Hansen, quien demoró cuatro meses en elevar el recurso a la Cámara de Apelaciones. Antes de que lo hiciera, la defensa de Claudia había pedido su sobreseimiento. Mientras la vida de Fernando se apaga, la Sala 2 de la Cámara de Apelaciones de Salta, integrada por los jueces Guillermo Elias, Mariana Catalano y Alejandro Castellanos, dilata la respuesta. Los magistrados llevan seis meses sin definirse. Fuentes de los tribunales federales de Salta dejaron entrever que la Cámara no quiere fallar a favor de la mujer. "Pareciera que están esperando que el chiquito se muera", se indignan. Claudia no es narcotraficante, es apenas una mula más de un sistema perverso. En Argentina, la infracción a la ley de drogas es la principal causa de privación de la libertad de mujeres. El 41% de la población carcelaria femenina (1.477 sobre un total de 3.413) se encuentra en esa situación por delitos tipificados en la ley 23.737. En la población de hombres, la infracción a la ley drogas ocupa el 5° lugar entre los delitos de mayor presencia. Según estadísticas del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena, del total de las condenadas por drogas en 2017, el 81% (356) obtuvo una sentencia por montos de pena menores a los cuatro años. De este modo, la mayor parte de las mujeres detenidas por este delito en Argentina se ubican en el mínimo de la escala penal de la ley de drogas, correspondiente a los delitos de comercialización de estupefacientes. Los datos de 2016 señalan que, del conjunto de mujeres presas por delitos de drogas (procesadas y condenadas), el 56% está por comercialización, el 32%, por tenencia y el 12%, por tráfico. "Claudia podría ser liberada el año que viene aun si es encontrada culpable. Lo que pedimos es que se resuelva ya, la mujer quiere estar con su hijo, verlo aunque sea por última vez. Mantenerla presa es una decisión absurda e inhumana", comentan allegados a su defensa. En el escrito que presentó Reynoso, queda claro el argumento; el abogado dice que ella "se encontraba en una situación real de estado de necesidad, por la existencia de un peligro amenazante en relación a la vida e integridad física de su hijo". Casi todas las mulas que caen presas cuentan que viven situaciones extremas que las llevan a pasar drogas, pero casi nunca lo pueden probar. Un pariente enfermo no alcanza para justificar el delito, pero en este caso la excusa que dio Claudia en su declaración indagatoria pudo ser comprobada. Los defensores de esta mujer presentaron ante los jueces los certificados médicos firmados por la doctora María Estela Coleoni Suárez del Instituto Oncologico del Oriente Boliviano. Además, presentaron algunas fotos de Fernando en un evidente deterioro. Claudia quiso compartir algunas de estas imágenes con Infobae para que se entienda el caso. "Dejé el trabajo de limpieza para estar con mi hijito y necesitaba plata. Fui a la rotonda de mi ciudad, donde se sabe que dan dinero a cambio de pasar valijas a Argentina, pero yo no sabía que había adentro", explicó Claudia a Infobae sobre cómo hizo para conseguir la cocaína. También remarcó que ella no preparó las maletas, que se las entregaron directamente para que emprendiera el viaje, cuyo destino final era la terminal de ómnibus de Liniers, donde la compensarían con 500 dólares. "En este sentido, puede entenderse que mi asistida causó un mal, pero con la intención de evitar otro mayor –la extrema pobreza de ella y de sus hijos que impedía, a su vez afrontar los gastos del tratamiento y quimioterapia al que debía ser sometido su hijo– que les había sido ajeno", relata el defensor oficial en la apelación ante la Cámara. "Se explotan a estas personas justamente por su situación de vulnerabilidad, se las utiliza como envase para transportar droga, por un costo bajo y sin riesgo para los verdaderos narcotraficantes, ya que las autoridades de control no llegan a investigarlos. La victima de trata es victima de una fuerte restricción de su libertad, de autodeterminación y dignidad", agregó a la causa Reynoso. Sin embargo, el criterio de Hansen en su fallo es que Claudia expone la enfermedad de su hijo para evadir su responsabilidad en el delito. Para el juez, que además le trabó un embargo de $ 20 mil, ella tenía plena conciencia del delito que estaba cometiendo y "pudo detenerse por propia voluntad". Claudia, cuyo apellido e imagen se protegen por su pedido, llora. Desde la cárcel de Güemes su palabras salen interrumpidas por el brote de las lágrimas. Días atrás habló con Fernando. El nene le dijo que estaba bien. Le mintió. Lo hizo para no preocuparla todavía más. Ella lo sabe. O lo intuye. Fernando padece un osteosarcoma de femur derecho. La progesión de su enfermedad fue demasiado rápida, con metástasis pulmonares múltiples y gigantes, según cuenta Coleoni a Infobae. "Le están produciendo compresión y gran dificultad respiratoria, acompañado de un derrame pleural de tipo tumoral, por lo cual está con drenaje de torax y con máscara con reservorio, internado en la terapia intensiva de nuestro hospital", relató la médica. Su diagnóstico fue incorporado al expediente de su madre. Coleoni amplió hacia un panorama triste y oscuro: "En esta etapa tan avanzada de su enfermedad no tiene posibilidades de curación y ha pasado a cuidados paliativos. Su estado es crítico y su tiempo de vida, muy corto, de días probablemente. Es muy dolorosa esta situacion pues Fernandito está sufriendo un montón y lo oculta cuando habla con su mamá para que ella no sufra". Ayer miércoles Fernando se pasó llorando todo el día. "Pidió irse a su casa y morir allí", comunicó su médica a los defensores oficiales de la madre. "Es un caso humanitario. Hay mujeres que entran a Argentina, ni siquiera hablan español, no tienen plata para nada. Migraciones las deja pasar y a los 20 metros las agarran. Las tienen dos años, las mujeres nunca terminan de entender qué le pasó", insisten los abogados. "Es una tristeza ver a este niño en estas condiciones, ellos son muy pobres. Lamentablemente en esta etapa de su tratamiento está en condiciones muy malas, está a días de irse y hubiera sido muy lindo que pudiera ver a la mamá. Es una situación humanitaria, es un dolor ver que el niño solo espera ver a la mamá y sería muy bueno poder juntarlos de alguna forma", dijo a este medio desde Santa Cruz de la Sierra la médica del chico. Claudia dice a Infobae que haría cualquier cosa por la vida de su hijo. "No sé, me vine, estaba desesperada, no sabía qué hacer, tenía que empezar su quimioterapia. Es la única solución que tenía, sabía hacer limpieza, no me alcanzaba la plata y necesitaba 1000 pesos bolivianos (unos 5500 pesos argentinos) para la internación y los medicamentos", relata la mujer. De fondo se escucha la voz de Sheila Jazmín, la beba que aún no conoce la libertad, y más atrás, el ruido de la cotidianidad en una cárcel, un sonido pesado, metálico y frío. Claudia acerca la boca al micrófono del teléfono, y entonces dice su última frase, en un tono que es mucho más que una súplica. No hay una palabra que pueda definir la forma en que pide Claudia que la dejen ver a su hijo por última vez. Es un quejido, un reclamo, un ruego, un canto triste, el susurro de un alma extirpada de su cuerpo: "Por favor dejen que esté con mi hijito, él me necesita a mí. La doctora me dijo que no se puede hacer nada. Me gustaría estar con él. Quiero que me digan si sí o si no, si es no, voy a hacer mi duelo". Seguí leyendo:

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