Su mamá dejaba que la violaran a cambio de unos pesos desde que tenía 4 y antes de los 13 su papá ya la había entregado para que la prostituyeran. Hasta que la rescataron y todo cambió. Aún siendo una adolescente, logró algo inaudito: querellar a sus padres, como también a sus dos proxenetas y a ese 'cliente especial' que la obligaba a consumir cocaína. La Corte Suprema confirmó la condena para todos en 2013 y ella se encargó luego de cazar a los que se habían fugado, y meterlos presos. El último cayó hace un año. Sin embargo, parece que después de 17 años de una lucha en soledad, Paula no puede vivir en paz. Y fue la Justicia la que le volvió a dar la espalda a esta mujer de 31 años que se recibió de abogada y que no quiere que la pisoteen: le prohibieron moverse con libertad por la zona de Tribunales para que Alberto Pampín, ese 'cliente especial' que fue condenado, preso y liberado con condicional, pudiera ir a una reunión en el despacho de su abogado. Como si la condenada fuera ella. Septiembre de 2017. Paula, espera frente a la Alcaldía de Tribunales para ver el traslado de Osvaldo Aníbal Valdez, uno de sus proxenetas que estaba prófugo. (Diego Waldmann/Archivo) “Es increíble, sus derechos siempre valen más que los míos”, le dijo Paula -su verdadero nombre se reserva- a Clarín, desconsolada ante el nuevo revés judicial, en un 2018 en el que no para de recibir cachetazos de los que deben protegerla. Pampín, un empresario que se dedicaba a la iluminación de espectáculos que se mantuvo prófugo de la Justicia viviendo en su casa de siempre y trabajando en el lugar de toda la vida, cayó porque Paula lo buscó por 13 años hasta que lo encontró y se lo entregó en bandeja a la Policía para que cumpliera con los 5 años de condena en la cárcel de Marcos Paz. Después de un rechazo en primera instancia por los informes negativos de un equipo interdisciplinario (“No muestra una actitud crítica respecto a la prostitución, en cuanto ejercicio de poder”, fue la evaluación), Pampín (58) consiguió en marzo de este año el beneficio de la libertad condicional de parte de la Sala I de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional porteña, en un fallo por mayoría de los jueces Luis Fernando Niño y María Laura Garrigós de Rebori. La resolución del Juzgado de Ejecución Penal N° 2 porteño que le impedía a Paula caminar con libertad por la zona de Tribunales, donde trabaja, . Paula se enteró que su violador, el 'cliente especial' del prostíbulo que la obligaba a tomar cocaína, al que no debía contradecir y que pagaba sus servicios con cheques, había salido en libertad un día después de que la resolución judicial ya había sido firmada. La noticia le llegó de casualidad. Los fiscales de ejecución penal Guillermina García Padín y Diego García Yomha, y el secretario de esa dependencia, Pablo Bender, no sólo no apelaron la medida si no que ni siquiera le avisaron para que ella pudiera hacer valer sus derechos como víctima. Obviamente, los denunció por desidia. Seis meses después, el 11 de septiembre, la Justicia la volvió a destratar. Una resolución firmada por la jueza de Ejecución Penal N° 2 Vilma Bisceglia obligaba a Paula a no circular por la zona comprendida entre la avenida 9 de Julio, Marcelo T. de Alvear, Riobamba y Perón, de 16 a 19, para evitar que suene el dispositivo geolocalizador que le dieron después de que Pampín quedó en libertad, y que monitorea durante las 24 horas que él no se le acerque. El papelito con el perímetro al que no se podía acercar Paula ese 11 de septiembre. Ese día, Pampín, condenado a 5 años de cárcel por promoción de la prostitución de una menor, mantenía en el despacho de su abogado “una reunión en ejercicio de su derecho de defensa”, según detalla la resolución. Por esa razón, ella no podía ni aparecer por esa zona de Tribunales, su lugar habitual de trabajo. “Me citaron al Juzgado para decirme que no me podía acercar a esa zona porque cuando suena el dispositivo lo llaman y él se tiene que ir. Me puse a llorar adelante de la chica que me informaba, no lo pude evitar”, contó desconsolada Paula. Y agregó: “Me pareció aberrante. Tuve que restringir mi libertad para que él ejerza su derecho de defensa, teniendo en cuenta que él, desde el vamos, vulneró mis derechos. Estoy muy enojada”. Paula intenta superar un pasado que le pisotea el presente día a día. “No podía permitir que se salieran con la suya”, fue una de las frases que le dijo a Clarín allá por 2014, cuando se animó a contar su historia de coraje, donde el miedo de que su hermanita menor pudiera vivir lo mismo la impregnaba de culpa y sumisión, y hasta la llevó a tener tres intentos de suicidio. El pedido de captura de Alberto Pampín. Fue Paula la que lo encontró buscando en los lugares donde el hombre se movía desde siempre. Fue la vicerrectora del colegio la que la salvó de ese infierno, la mujer que lloraba mientras escuchaba como esa nena de 14 años le decía que sus padres la habían entregado para que la prostituyeran en los departamentos (Gallo 1527 piso 1 y Uruguay 459 piso 1) que regenteaban Osvaldo Aníbal Valdez y Hugo Peña, hoy presos, y de donde era cliente Pampín. “Mi mamá me amenazaba con que, si huía, mi hermanita de 2 años iba a sufrir las consecuencias”, aseguraba Paula antes de ser rescatada y que la Justicia en 2005 la habilitara para acusar a sus padres por abandono de persona y a Valdez, Peña y Pampín por promoción de la prostitución de una menor. Todos fueron condenados en 2010 y tres años después la Corte Suprema confirmó la sentencia: 10 años de prisión para los padres de Paula, que fueron presos -su papá, ex policía de la Federal, murió en la cárcel-; 8 años para los explotadores y 5 para Pampín. Los tres se fugaron. Tras la detención de Peña a principios de 2014, fue Paula la que terminó encontrando a Pampín y se lo sirvió en bandeja a la Policía para que cumpliera su pena en la cárcel de Marcos Paz. Valdez (65) caería tres años después, luego de que ella comenzara a recibir amenazas telefónicas y en su casa; de que la golpearan en la calle al punto de desmayarla; y de que se activara una búsqueda del único prófugo que tenía el caso. Paula, en una charla con Clarín en 2014, donde contó el horror que vivió en su infancia. (Marcelo Carroll/Archivo) A Valdez Lo detuvieron en su lugar de trabajo: un garaje de La Rioja al 1100. Cuando vio a los policías, dijo: “Ya sé por qué me buscan. Ya perdí, me encontraron”. Los reveses judiciales llegarían en este 2018, con la liberación de Pampín y la insólita medida de la Justicia de prohibirle que camine en libertad para que su violador pueda moverse libremente.
La insólita medida judicial contra una víctima para que su violador se mueva libremente
Su mamá dejaba que la violaran a cambio de unos pesos desde que tenía 4 y antes de los 13 su papá ya…