Aníbal Fernández se entusiasmó. —Las mujeres dicen que los problemas de la pareja se resuelven con el diálogo. Es al revés: problema que se dialoga termina en pleito con seguridad —arrancó. Cristina Kirchner le devolvió una sonrisa. Y recién entonces su invitado completó la frase del escritor Gabriel García Márquez. —Hay que hacer confianza, y olvidarlo y seguir pa'lante. Cuando yo descubrí eso no volví a pelear con ninguna mujer. No se dialoga, se sigue pa'lante. Con esas palabras, el ex polifuncionario puso punto final a nueve meses de distanciamiento, período en el que no ahorró reproches a la ex Presidente por una indiferencia que consideraba inmerecida. El encuentro de reconciliación se produjo a mediados de agosto. Aníbal se rindió a la cita furtiva luego de un llamado telefónico "del mejor cuadro político de los últimos 50 años", según la histórica definición que hace de su jefa. En los mullidos sillones del departamento que la senadora tiene en Juncal 1308, en el barrio de Recoleta, los protagonistas de esta novela intercambiaron ideas durante más de una hora. En ese coqueto quinto piso, que pocos días después terminó siendo allanado por orden del juez Claudio Bonadio, coincidieron sobre la necesidad de reunificar las distintas vertientes del peronismo. Si después de diez años de distanciamiento, tanto Alberto Fernández como Hugo Moyano habían vuelto al redil, ¿por qué no podría pasar lo propio con el resto de los dirigentes?, se preguntaron. Acaso no por amor, pero sí por espanto. Espanto a la crisis económica o a la amenaza judicial producto de la variedad de causas en curso con final incierto, cuadernos-gate inclusive. El regreso de Aníbal a su nido se produjo luego de haber escrito dos cartas abiertas con duras críticas a Cristina y La Cámpora. En una de ellas dijo que la agrupación de Máximo Kirchner fue ideóloga de su desplazamiento del círculo áulico de la ex mandataria. "Hoy hay leales que están presos por leales y hay traidores que no sólo gozan de las mieles de su entrega, sino que cada tanto son convocados por el 'nuevo espacio' para ver si vuelven al redil, o si negocian, o si dialogan, o si articulan o si… coso", fue probablemente el tramo de la misiva que mejor reflejó su irascibilidad. Para Aníbal entre los traidores figura Julián Domínguez, su competidor en la interna kirchnerista de 2015. A él acusó de haber dado vuelo a la versión periodística que lo vinculó con el triple crimen de General Rodríguez. "Es una agresión lisa y llana financiada por una millonada que pusieron mis contrincantes en el Frente para la Victoria", sorprendió en su momento con la sangre hirviendo. Lejos de aquella máxima de Perón, que los peronistas son como los gatos, porque cuando se pelean se están reproduciendo, aquí la disputa se asemejó más a la de los gladiadores del Imperio romano, que jugaban a todo o nada, que sobrevivían o perecían en la arena. Aníbal explotó definitivamente en octubre del año pasado cuando supo de una cena en la casa de Eduardo Valdés a la que concurrió Cristina. ¿Cuál fue el problema? Entre los comensales estaba Domínguez, viejo amigo del ex embajador argentino en la Santa Sede. Los colaboradores de la ex Presidente trataron de calmarlo con una catarata de WhatsApp. Pero no hubo bálsamo que alcanzara. Y el histórico frontman del kirchnerismo devolvió los mensajes. —No me cruzo de vereda pero me corro porque ella no quiere que esté con ella —fue apenas un pequeño tramo de la respuesta incendiaria que le hizo llegar a los laderos de la líder de Unidad Ciudadana. Por esos días se discutía la suerte de Julio De Vido en Diputados. Máximo no apareció por la cita donde se definió la postura del Frente para la Victoria ante la sesión que finalmente logró el desafuero del ex ministro de Planificación. Fue entonces que Cristina en persona tomó el celular y le envío tres WhatsApp al hilo para calmarlo, con chistes sobre la regla femenina y la necesidad de una visita relámpago al ginecólogo. Nada pudo con la hosquedad de quien, desde el Congreso, el Ministerio de Justicia, la Jefatura de Gabinete o la Secretaría General de la Presidencia, no hacía nada sin la venia de la ex mandataria. Al contrario, ofendido porque Cristina no se animó a marcar su número y hablarle directamente, no sólo no le respondió los mensajes sino que se envalentonó para escribir esas dos cartas tan abiertas como rabiosas. "Si Cristina no me quiere hablar no importa. Lo que sí necesito es que un día me reivindique, porque cuando estos tipos me hicieron lo que me hicieron, en Canal 13, con Martín Lanatta, Carrió y la productora de Jorge Lanata, en aquel programa del 2 de agosto del 2015, yo me la aguanté solito. Puse el lomo y me aguanté todos los lonjazos solo. No arrastré a nadie. Porque no tenía con qué. Tenía que explicar mi palabra contra la palabra de los otros. Pasaron años, está por iniciarse el juicio oral y público, y yo no existo. Bueno, loco, pongan la cara entonces. Que alguien diga lo que pasó", se engranó. —¿Pero Cristina Kirchner es de dar una palmadita?—le preguntó por entonces este medio. El gesto finalmente llegó. La ex presidente lo invitó a su departamento de Recoleta. Y fumaron la pipa de la paz. A esa altura, ya había firmado un armisticio con La Cámpora, a través de Andrés "El Cuervo" Larroque, con quien terminó compartiendo un acto militante en el gimnasio del Club Los Andes. —¿Se reconcilió con Cristina? —le preguntó anoche Infobae buscando la confirmación oficial. Para la respuesta, un reticente Aníbal se valió de palabras ajenas. No de Gabo sino de un refrán popular.
Tras un año de distanciamiento, Aníbal Fernández se reunió en secreto con Cristina Kirchner
Fue en el marco de la reconstrucción del peronismo. El ex funcionario estaba enojado porque no se sentía reivindicado. También se reconcilió con La Cámpora