Se acabó. No hay más capítulos épicos. Exactos 8368 días de una historia perfecta. Una configuración de deportista argentino ideal. Con 3 años de Liga Nacional, 4 en Italia y 16 temporadas en la NBA construyó una carrera que ni el más fantástico de los escritores de ficción podría haber imaginado. Emanuel Ginóbili , a los 41 años, le puso punto final al cuento que comenzó en Bahía Blanca, encontró la gloria en los Estados Unidos y alcanzó el Olimpo en Atenas. Se tomó el tiempo que entendió necesario para comunicarlo. Nada de apuros. Siempre estudió cada paso y en el final no podía ser diferente. Esperó a encontrarse con uno de sus padres deportivos, Gregg Popovich , un hombre que sabe de sus tiempos y de sus silencios. Se escucharon y resolvieron lo mejor para todos. Fue en San Antonio, en una de las oficinas del Facility de los Spurs , cara a cara, como los últimos 16 años juntos. Y allí, en el Facility, a unos 20 minutos del la ciudad, en el campo de entrenamiento en el que prepararon más de 1000 batallas se cerró todo. Lealtad y respeto, eso marcó su camino y debía hacerle honor a esos mandamientos para su retiro. Porque no se trató de hacer ruido, no le gustan esas cuestiones, simplemente se mueve dentro de su orden lógico. Demostró una vez más que las formas son las que marcan la diferencia. No sirven de nada las comparaciones, lo incomodan. Si Diego Maradona , Lionel Messi, Guillermo Vilas, Roberto De Vicenzo o Juan Manuel Fangio, conforman el grupo selecto de deportistas argentinos, lo del 20 de los Spurs (lo será para la eternidad) no entra en esa discusión. Lo merece claro, aunque es realmente ridículo entrar en ese juego de diferencias y virtudes. Lo que sucede es que Ginóbili, casi sin proponérselo, logró customizar su paso por el deporte con una cantidad de atributos que son reconocidos por la mayoría y edificó una figura que prácticamente no presenta contraindicaciones. Pensar en "el" ejemplo de lo que debe o no ser el argentino tipo tampoco aplica en esta situación. No persigue estar parado en ese lugar. Es cierto que rompió con todos los pronósticos, que en la tierra de los dioses del deporte lo consideran una leyenda, que jugadores que deslumbran al mundo, como LeBron James , Stephen Curry o Kevin Durant, reconocieron admirarlo, o que Magic Johnson o Larry Bird pidieron para él un sitio en el Hall de la Fama, pero no quiere pensar en eso. Pretende en este momento tener tiempo para aburrirse, dejar de obedecer órdenes después de casi 23 años de exigencia plena, enfocarse en cada fin de semana para ir a ver a Dante y Nicola cómo disfrutan del costado más amateur del básquetbol. Es tiempo de Marianela Oroño, Many, su compañera desde hace casi ya 22 años. Es el momento de que decida qué hacer la mujer que creció en La Emilia, en San Nicolás, porque reconoció Manu que es lo mínimo que le ofrecerá en gratitud a quién después de tantas temporadas supo acompañarlo, comprendió cuándo era tiempo de silencios y cuándo era necesario ofrecer un punto de vista... Entendió que era tiempo de terminar el juego porque sabe que ya dio todo lo que tenía para dar. No se guardó nada. Ni con la 5 de la selección, ni con la 20 de San Antonio. Cada medalla, cada anillo, cada lágrima, cada lesión, cada hazaña, ya forman parte de la leyenda. Esa que dirá que el 27 de agosto de 2018 se retiró del básquetbol el hombre que ganó 4 títulos en la NBA, fue campeón olímpico en 2004 con la Generación Dorada , el jugador que dominó durante casi 4 años el básquetbol en Europa, el muchacho por el que nadie daba un centavo cuando era un pequeño, el nene que no iba a crecer más que 1.86, el bebé que Raquel que soñaba que de adulto fuese contador. Emanuel Ginóbili, el tipo que logró que muchos quieran ser él, el deportista que de tan normal provocó que casi todos sientan que podrían haber ocupado su lugar, el bahiense que sin calcularlo encontró los elementos necesarios para moldear al atleta argentino ¡Salud Manu!
Se retiró Manu Ginóbili: después de 23 años, le puso punto final a una carrera llena de gloria en el básquetbol
Se acabó. No hay más capítulos épicos. Exactos 8368 días de una historia perfecta. Una configuración