Macri anuncia un recorte de gastos de 300 mil millones. Un fondo que no es buitre pero actúa como buitre consigue en los tribunales de Nueva York, que antes manejaba Griesa, un guiño para avanzar en un reclamo a la Argentina de tres mil millones de dólares. Unos 85 mil millones de pesos. Casi un tercio de ese recorte de Macri que asusta. Es por la estatización de YPF, presentada por Cristina Kirchner como una gesta antiimperialista. Según su ministro Kicillof no sólo no iba a costar ni un dólar sino que Repsol terminaría pagando. No sólo no pagó: embolsó cash unos US$ 10.000 millones. Y su presidente Brufau fue aclamado en España. Néstor Kirchner con el por entonces presidente de Repsol-YPF, Antonio Brufau. El otro acreedor, la familia Eskenazi de la primera hornada de la pingüinera K, no cobró pero vendió sus derechos a demandar a la Argentina al fondo Burford, especializado en juicios y que ahora nos aprieta. YPF es un calco a gran escala de Ciccone. Y un negocio pensado por Kirchner para adueñarse de la primera empresa del país. Para Kirchner el dinero equivalía a poder. Y el poder equivalía a dinero. Su muerte frustró las dos operaciones. Cristina no supo o no pudo o no quiso seguirlas. Pensó con las estatizaciones zafaba. Le está costando zafar. En 2008 el grupo Petersen de los Eskenazi entró a la entonces Repsol-YPF mediante un operativo de república bananera. Compró el 15% en parte con un préstamo del Santander y en parte con plata que le prestó o financió Repsol. Pagaron los dos préstamos con las utilidades de la misma Repsol. Milagros K: comprar empresas sin plata o con la plata de las ganancias de las propias empresas. Para un Nobel de Economía o para un Nobel que aún no existe de los mayores negociados. A cambio, Repsol obtuvo dos privilegios: precios para garantizar utilidades y permiso para girar sin trabas cada año a Madrid sus dividendos, lo que para el resto estaba vedado. A Kirchner no le preocupó su consecuencia: la descapitalización de la empresa. Los Eskenazi tenían el Banco de Santa Cruz que manejó los famosos US$ 600 millones que le dio Menem por la privatización de YPF. Y que así como llegaron se fueron al exterior. En esa maniobra estuvo la mano de Aldo Ducler, un operador financiero todo terreno que le escribía discursos a Menem y que armó para Kirchner la fantástica compra de YPF sin poner un peso. Ducler murió tratando de vender los datos secretos que tenía. Un capítulo extra de esta oscura historia arrancó cuando Kirchner buscó otro 10% de acciones. Los Eskenazi armaron un par de empresas en España y a los días consiguieron un crédito del Credit Suisse, banco donde algunos suponen fueron a parar los US$ 600 millones de Menem-Kirchner. Las acciones fueron prendadas como garantía. La súbita estatización de Cristina desplomó el precio y el banco gatilló su derecho a venderlas. Entre el préstamo y el recupero quedó una diferencia de US$2.500 millones. Los Eskenazi concursaron las dos empresas y cedieron a Burford su único activo: el derecho a reclamar una indemnización. El Gobierno dice que es un tema de soberanía que debe tratarse acá. Cambió los abogados pero hasta ahora no ha podido convencer a los jueces de Nueva York. Intentará otra vez y si vuelve a fracasar tratará de llegar a la Corte. Tiene pocas chances. Si hay juicio, será con la presencia de ex funcionarios de YPF y de los Eskenazi. Será viejo pero será para alquilar balcones.
Los grandes negocios K que pagamos todos
Néstor Kirchner quiso quedarse con YPF y el país se quedó con un juicio millonario. Macri anuncia un recorte de gastos de 300 mil millones. Un fondo que no es buitre pero actúa como buitre consigue en los tribunales de Nueva York, que antes manejaba Griesa, un guiño para avanzar en un reclamo a la Argentina de tres