La inflación de junio alcanzó el 3, 7 por ciento, informó el Indec, empujada por alimentos y bebidas, transporte, combustibles, prepagas y equipamiento para el hogar. La fuerte aceleración de los precios, record en los últimos dos años, se explica por el impacto rezagado de la devaluación de mayo y la propia suba del dólar en junio, junto al alza de precios puntuales sobre los que el Gobierno tiene incidencia, como el transporte público, naftas y medicina prepaga. En sólo seis meses, los precios subieron un 16 por ciento, lo cual supera en la mitad del período a la antigua pauta del 15 por ciento que el Banco Central había definido el 28 de diciembre para todo el año 2018. La comparación del mes pasado frente a junio de 2017 arroja un alza del 29, 5 por ciento, cerca de la estimación que se espera para fines de año, superior al 30 por ciento. La inflación de junio fue la más alta registrada por el Indec desde mayo de 2016. Algo anda mal si el principal objetivo que se había planteado el gobierno de Cambiemos, que además el actual presidente de la Nación había definido como una fácil tarea, fracasa tan rotundamente pasados dos años y medio de gestión. El 28 de diciembre de 2017 el Gobierno anunció, en conferencia de prensa, el relajamiento de la pauta inflacionaria correspondiente a 2018, desde el rango del 8 al 12 por ciento que se había previsto al inicio de la gestión de Cambiemos, hasta el 15 por ciento, en línea con el 15, 7 por ciento que estableció el Presupuesto votado por el Congreso. Como advirtió este diario desde el mismo día del anuncio, la nueva meta de inflación estaba destinada a fracasar sólo teniendo en cuenta el cronograma de subas de los servicios públicos y la liberalización del mercado de los combustibles. La magnitud del pifie oficial da cuenta de la profundidad de la crisis actual. Una inflación del 15 por ciento hubiera requerido que el alza mensual de los precios se ubique en el 1, 2 por ciento promedio. Ese valor fue superado de manera creciente en todos los meses del año: en enero fue 1, 8; febrero, 2, 4; marzo, 2, 3; abril, 2, 7; mayo, 2, 1 y ahora, por junio, con el 3, 7 por ciento. Un dato saliente de junio (que ya se había registrado en mayo) es que la inflación no estuvo impulsada por los servicios públicos, si bien éstos realizaron su contribución a la presión de los precios. Pero la tracción principal a la inflación provino del llamado “IPC-Núcleo”, que está compuesto por aquellos precios estructurales a los que el Gobierno venía apelando para justificar un supuesto control sobre el ritmo de la inflación. En junio, el IPC-Núcleo subió 4, 1 por ciento como respuesta a la fuerte suba del dólar y a raíz del comportamiento de alimentos y bebidas. El rubro de alimentos y bebidas subió el mes pasado 5, 2 por ciento, acumula 17, 3 por ciento en seis meses y 27, 5 por ciento en el último año. Según el informe oficial, los principales incrementos se verificaron en la harina y derivados como el pan francés, fideos secos y galletitas dulces; también subió por encima de la media el arroz blanco, la sal fina, el aceite de girasol y la leche en polvo entera, la manteca, el yogur firme y el dulce de leche. Entre las carnes, se destacó el alza de la carne picada, la paleta, el cuadril, nalga, pollo entero y filet de merluza fresco. Además, avanzaron por arriba del promedio el café molido, yerba mate, jabón en polvo para ropa, detergente líquido, algodón y desodorante. El 11 de mayo, en los albores de la corrida cambiaria, el por entonces ministro de Producción, Francisco Cabrera, se reunió con los empresarios más importantes y luego aseguró que “hasta ahora no ha habido subas de precios”, aunque ya se informaban remarcaciones masivas. El Gobierno no sólo hizo poco y nada para contener la suba de precios por el alza del dólar sino que incluso alimentó a la inflación durante el mes pasado. El rubro que más subió en junio fue transporte. El Gobierno aprobó un incremento del boleto de colectivo entre el 11 y 13 por ciento, de 9; 9, 25 y 9, 50 a 10; 10, 50 y 10, 75 pesos, respectivamente. También hubo incrementos en los pasajes de trenes urbanos. Junto al transporte público, la nafta subió hasta un 5 por ciento en junio. Esa decisión de las petroleras implicó el fracaso del acuerdo al que habían llegado en mayo con el Ministerio de Energía para congelar los precios por dos meses. La devaluación del peso y la suba del crudo hicieron crujir el pacto casi desde su inicio y la decisión oficial de aumentar el impuesto a los combustibles en medio del congelamiento le dio el tiro de gracia. Luego, a comienzos de este mes, hubo subas adicionales de los combustibles. El rubro salud subió el mes pasado un 4, 3 por ciento a raíz del incremento del 7, 5 por ciento en las cuotas de la medicina prepaga autorizado por el Gobierno, al tiempo que el capítulo de equipamiento del hogar, que incluye bienes durables con alto contenido importado o directamente adquiridos desde el exterior, se incrementó un 4 por ciento. En función del movimiento de los precios mayoristas en junio (ver nota aparte), la nueva suba de la nafta y factores estacionales como las vacaciones de invierno, se estima que la inflación en julio estaría por encima del 2, 5 por ciento siempre que el dólar se mantenga en el nivel de los 28 pesos.
Querida, agrandé los precios
La inflación oficial de junio fue de 3,7%, la más alta en dos años, impulsada por los alimentos y el transporte. En solo seis meses, se duplicó la pauta anual prevista por el Gobierno en el Presupuesto. La mayorista saltó al 6, 5% y suma 44, 1% en el año, lo que anuncia más aumentos