El centenar de buzos que participaron en la comitiva sortearon las condiciones adversas provocadas por las lluvias monzónicas típicas en esta época del año. Fue la razón por la cual los niños y su entrenador se vieron obligados a adentrarse en los pasillos estrechos de Tham Luang y supuso el detonador de un recorrido complicado, exigente y extenso. Cada niño fue escoltado por dos buzos profesionales durante los casi cuatro kilómetros que les separaban del exterior: uno por delante cargándole el tanque de aire de 12 litros y otro por detrás reforzando la seguridad del pequeño. El camino estuvo guiado por cuerdas de 8 milímetros de grosor, y alumbrado por focos estáticos y linternas portátiles que vistieron los rescatistas atadas a la parte posterior de la cabeza. El trabajo previo al comienzo de la operación rescate fue crucial. Durante días se valoró la opción de excavar agujeros para evitar que los niños bucearan. Se perforaron más de 100 orificios, que sirvieron para instalar bombeadores de agua. El trabajo diario de socorristas de varios rincones de todo el planeta posibilitó que casi 3, 5 kilómetros pudieran ser recorridos sin tener que bucear. La complicación estuvo en la estrechez de varios pasillos, que obligó a sacarse las bombona de oxígeno y realizar escorzos para seguir avanzando. El estado de la gruta moldeó el recorrido, pero los trayectos (algunos duraron hasta ocho horas) se efectuaron principalmente a pie. Esta es la proporción, tal y como informó South China Morning Post, un medio de referencia en el sudeste asiático. Marines de Tailandia, China, Estados Unidos, Japón y Australia, entre otros, fueron los principales responsables de que el trayecto fuera así. Bombearon cerca de 243 litros de agua; una cantidad suficiente para sumergir por completo la Estatua de la Libertad.
Paso a paso: el complejo rescate de los niños atrapados en la cueva de Tailandia en 6 gráficos
Se confirmó la hazaña. Los doce pequeños superaron las dificultades extremas y están a salvo