Sociedad

Ellas ya no pueden hacer

Ellas Hacen era un programa para que mujeres sin techo y víctimas de violencia machista pudieran construir su propia casa. Ya habían levantado 150 viviendas. Pero el macrismo paró todo y ahora las construcciones están abandonadas. Y ellas, sin hacer nada.

En 2013, después de la trágica inundación del 2 de abril en la ciudad de La Plata, se lanzó el programa “Ellas hacen”, destinado en forma preferencial a mujeres solas, con hijos a cargo, o que fueran víctimas de violencia de género, para ayudar a las que habían sufrido las consecuencias del desastre. Unas 700 mujeres se inscribieron y comenzaron a recibir una remuneración mensual básica, pero con la posibilidad de capacitarse en la construcción de viviendas y poder acceder, en un futuro cercano, a una casa propia que reemplazara a la que se había perdido en la inundación. Del programa surgieron mujeres expertas en albañilería, electricidad, plomería y otros oficios que por lo general son patrimonio de los hombres. Después de completar la construcción de 150 viviendas en Melchor Romero, como parte de un programa mucho más ambicioso, desde el 2015 el gobierno de Cambiemos desactivó el sueño y retiró los fondos comprometidos en el convenio. PáginaI12 dialogó con las voceras de ese grupo de mujeres que le reclaman al gobierno que siga adelante con un programa que ni siquiera tiene ya su nombre original (ver nota aparte). Victoria Landívar es una de las 700 mujeres beneficiarias del Programa Ellas Hacen, ahora perjudicadas por la decisión del gobierno de Cambiemos de desactivar el proyecto que las había devuelto al mercado laboral y que les abría la posibilidad cierta de tener casa propia, hecha con sus propias manos. Victoria recuerda que el programa se puso en marcha en 2013, para ayudar a mujeres afectadas por la gran inundación ocurrida en la ciudad de La Plata y para otras que sufrían violencia de género o que habían quedado solas, al cuidado de sus hijos. “Participamos en una capacitación en la cual nos enseñaron a hacer placas de cemento para construir casas, con 200 placas hacíamos nuestras casas, sobre la base de una estructura de hierro”. Victoria reconoce que el trabajo “llevaba su tiempo”, pero de todos modos, pudieron levantar unas 150 viviendas, algunas de ellas en Melchor Romero, en un predio donado por el hospital de esa localidad cercana a La Plata. Eso resolvía el problema de algunas chicas que no tenían un terreno propio o de algún familiar directo para levantar allí su vivienda propia, como era el requisito inicial del programa. “Algunas vivían en terrenos fiscales, otras alquilaban o directamente vivían en la calle, de manera que la donación de esas tierras por parte del hospital sirvió para realizar esas primeras 150 viviendas”. La cosa se complicó porque “en un momento apareció la Uocra (Unión Obrera de la Construcción) y no trabajamos más”. La tarea fecunda se hizo entre el 2013 y el 2015/ 2016, porque “ya hace dos años que estamos paradas y nosotras queremos trabajar porque estamos en condiciones de poder hacer nuestras casas”. El gobierno de Cambiemos desactivó el programa y provocó la desazón y la incertidumbre sobre el futuro de estas mujeres, que además de recibir una remuneración mensual por su tarea, tenían la posibilidad cierta de resolver un problema central como el acceso a la vivienda. “Nosotras queremos seguir con nuestras construcciones, pero ahora estamos sin hacer nada, sólo nos permiten el acceso a cursos de computación que no tienen nada que ver con lo que estábamos haciendo, porque nosotras aprendimos a realizar instalaciones eléctricas, albañilería, herrería, plomería, pero ahora decidieron que esas no son tareas para mujeres y nos quitan la posibilidad de trabajar libremente como lo estábamos haciendo”. De hecho, muchas de ellas, como el caso de Victoria, siguen realizando “changas” de albañilería, electricidad o plomería. Ellas siguen recibiendo el pago establecido en el programa, pero están en contra de “estar sin realizar ningún trabajo y limitarnos a dar el presente una vez por semana”, situación que las hace temer que en cualquier momento puedan quedarse sin nada. Una buena parte de las 700 mujeres han logrado organizarse para seguir reclamando “porque parece que nos quieren mostrar como personas desinteresadas en hacer su trabajo y mientras tanto, sabemos que las 150 casas que construimos en Melchor Romero, y que nunca pudimos ocupar aunque estaban listas para poder hacerlo, han sido robadas, primero se llevaron las puertas, después los calefones, hubo también usurpación de las casas, tuvimos que hacer la denuncia y tardaron mucho tiempo en poder sacarlos”. La posibilidad de reclamar derecho sobre las viviendas que construyeron está limitada porque la documentación que tienen es escasa y dependen del testimonio de las autoridades del Hospital de Melchor Romero, que fueron las que les donaron los terrenos en los que hoy volvió a reinar el yuyal, el abandono propiciado por una política de gobierno que atenta contra el trabajo genuino y contra los derechos de mujeres que, en algunos casos, han quedado de nuevo en la calle o se han visto forzadas a retomar la convivencia con maridos abusadores, golpeadores. “Es una desgracia, no es porque la hicimos nosotras, pero son casas muy lindas, que tienen un sistema para evitar la humedad en las paredes y en los techos, pero como tampoco había vigilancia (de las fuerzas de seguridad), se llevaron muchas cosas y eso es una pérdida de dinero”, para el mismo Estado que, años atrás, hizo una inversión positiva que ahora es boicoteada por el gobierno actual. Victoria tiene dos hijos, uno de 11 y el otro de 7 años. Se quedó sola con ellos desde el comienzo de su segundo embarazo. “La vengo peleando sola y cuando entré al programa fue un cambio importante en mi vida”. Afirma que le gusta la albañilería, los trabajos pesados (cuando lo dice se ríe) y estar inactiva le hace perder “la dignidad, los derechos que estábamos adquiriendo, el compañerismo porque nos cuidábamos entre todas, porque en ocasiones trabajábamos sin las medidas de seguridad necesarias”. A su lado, María del Carmen Rossi, “Mary”, escucha el relato de su compañera y su cara refleja la tristeza por ese objetivo que estaba al alcance de la mano, pero que hoy están perdiendo. De todos modos, el rostro se le ilumina cuando habla de ese bello y cercano recuerdo: “Nosotras aprendimos a hacerles las casas a compañeras que tenían la posibilidad concreta de tener su vivienda propia”. Trabajaron desde el 2014, con intervención del Ministerio de Salud de la provincia para gestionar el terreno y de Desarrollo Social de la Nación para la provisión de fondos y materiales de construcción. “Estuvimos trabajando hasta que asumió el gobierno actual y empezaron a no traer materiales, después nos sacaron del predio, ahora sólo vamos una vez por semana para decir presente y parece que ya ni siquiera eso vamos a poder hacer, lo que es un garrón porque de construir una casa desde los cimientos, ahora pasamos a no hacer nada”. Mary esta sola al frente de una familia compuesta por cuatro hijos, dos de ellos mayores de edad, y también tiene dos nietos a cargo. Lo que ella reclama es que se vuelva a relanzar el proyecto porque “en enero tuvimos una reunión con Desarrollo de Nación, Tierra y Hábitat de la Municipalidad de La Plata y el Instituto de la Vivienda, en la cual Desarrollo se comprometió a firmar un nuevo convenio que iba a servir para que el barrio que hicimos se lo entregaran a las compañeras que son sus dueñas legítimas”. El 8 de febrero se realizó un segundo encuentro, como habían pactado, pero los responsables de Desarrollo Social de la Nación “no se presentaron y no cumplieron con la promesa de reactivar el trabajo que veníamos haciendo nosotras, aunque más no sea volver a realizar nuevos cursos de capacitación”. Hasta ahora no hubo ningún avance y sólo les dicen que “están trabajando en el nuevo convenio y que tenemos que esperar”. Karen Vázquez fue víctima de la inundación que dejó bajo el agua a la ciudad de La Plata. Ella vivía con su familia en 133 y 520. Tiene tres hijos, uno de 2 años, otro de 6 y uno de 10, está con su marido, un obrero que “no tiene trabajo estable y vive de las changuitas que pueda conseguir”. Alquilan una vivienda que les lleva unos 2500 pesos mensuales, la mitad de lo poco que ganan. Elena Leiva, al igual que Karen, es nacida en Bolivia, en el oriente de su país, en Santa Cruz de la Sierra. Con una tímida sonrisa recuerda “lo lindo que era trabajar haciendo casas, pero ahora todo está parado y muy verde”. Elena vive con su pareja y con una hija, pero ve cada vez más lejano “ese sueño lindo de tener una casa propia construida por nosotras mismas”.

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