Cambiemos llegó con la promesa de ser distintos al anterior Gobierno y una de sus banderas era la de combatir la corrupción. Para ello contaban con “el mejor equipo de los últimos 50 años”, y la transparencia iba a ser la cualidad que los diferenciara de la “década ganada”.
La comparación parecía fácil, los Gobiernos K dejaron un tendal de causas e investigaciones por corrupción y desvió de fondos. Desde la adjudicación directa de obra pública a Lázaro Báez; pasando por el enriquecimiento ilícito del Ministro de Transporte, Ricardo Jaime y los negociados de Cristóbal López, a las causas Hotesur y Los Sauces de la ex Presidenta, finalizando con los bolsos del convento por parte de López; por solo citar algunos casos.
Ante esta acumulación de causas, Cambiemos tenía la oportunidad de mostrar la otra cara de la política; aquella que busca, verdaderamente, el crecimiento del país y sus habitantes. Eso era lo que esperaba el 10 de diciembre de 2015 cuando asumió Mauricio Macri.
Pero el mejor equipo falló. Las hechos de corrupción, desvió de fondos y lavado de dinero comenzaron a tener como protagonistas a amigos, funcionarios e integrantes de este Gobierno. Los Báez, se reemplazaron por los Calcaterra y el regalo de la obra pública; los Jaime por los Triaca y sus negociados con los gremios que debería controlar; los Cristóbal López por los Gustavo Arribas y la sospecha de coimas en la causa Odrebecht; los Kirchner por los Macri con sus millonarios negocios con el estado; y los López con los Caputo reemplazando los bolsos por las cuentas offshore.
Más de lo mismo en la política argentina. Los millones de dólares “vivos” en bóvedas y bolsos; fueron reemplazados por cifras, aún mayores, en cuentas offshore de paraísos fiscales. Pasamos de una corrupción “escuela pública” a una corrupción más estilo “Newman”.
En definitiva, estamos viviendo una época de “Conventos Offshore”, donde los que ganan son siempre los mismos, los amigos del poder, y los que pierden también, el resto de los argentinos.
