El subalférez Emmanuel Echazú del Escuadrón 36 de El Bolsón fue el primer sospechoso que barajó el juez Federal Guido Otranto en el caso de Santiago Maldonado. De acuerdo al informe de Gendarmería Nacional, el 1 de agosto, Echazú recibió un piedrazo en el rostro y aún seriamente herido avanzó hacia la orilla del río Chubut. El magistrado observaba un indicio. Al menos el subálferez tenía una “motivación” extra para cobrarse venganza en un eventual crimen dentro del operativo en Cushamen. Una imagen de la televisión sumó más sospechas sobre él. En la foto congelada su rostro mostraba cinco lesiones y no una. Los resultados de la autopsia revelan que parte de lo que relataron Matías Santana a la Justicia Federal y el Testigo E, Lucas Pilquiman, a un abogado de la APDH de Córdoba, es falso. Maldonado no fue golpeado “brutalmente” ni “arrastrado”. Su cuerpo nunca se movió del río. Restan por conocer las circunstancias de su muerte, por lo que el nombre del subalférez se conserva con resaltador en el expediente. Hoy el gendarme respira aliviado y clama por su inocencia. “No me hubiera tomado revancha, eso es una locura”, le explica a Clarín. Al tiempo que se apura a explicar sus “múltiples lesiones”. “Tengo una herida en el pómulo, el resto que se ve es sangre y Pervinox que me puso el enfermero”, aclara. El subalférez es rotundo respecto de su compromiso como miembro de una fuerza de vigilancia y ayuda. “Si lo hubiéramos visto ahogándose -a Maldonado- lo habríamos auxiliado”, afirma. Y completa: “Si se hubiera entregado, lo habríamos aprendido y puesto a disposición de la Justicia. Estaría vivo”. Echazú está sentado con la espalda muy recta y las piernas separadas, en una posición casi marcial, en un sillón de un escuadrón que no es el suyo. Es delgado. Atlético. Sus gestos son pausados y económicos. Viajó desde El Bolsón a las dependencias del Escuadrón 34 de Bariloche solo para contar su relato de los hechos. El gendarme detalla que fue impactado por una piedra estando afuera del predio tomado en Cushamen. Es un dato clave en la causa Maldonado porque su lesión representa uno de elementos de peso para alegar, por parte del ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich, que el 1 de agosto hubo un “delito en flagrancia”. “Siento el impacto y no sentía que estaba sangrando. Me toco y estaba sangrando”, recuerda el agente. “En el momento la situación era bastante tensa, el clima era adverso. Por la adrenalina no lo sentí”, explica. Echazú sufrió doble fractura en la zona del pómulo. Necesitó más de dos meses de recuperación y su rostro exhibe hoy dos cicatrices que se advierten profundas. Una en la parte superior de la cara y otra en la cabeza. Para acomodarle los huesos debieron abrirle en un área superior de la cara. Aún herido, cuenta, decidió seguir a sus compañeros. “Ingreso a la tranquera, solo”, dice. Se trata de otro punto de especial relevancia. Si Echazú caminó en solitario quiere decir que sus compañeros le sacaban varios metros de distancia. Esto lo quita eventualmente de la escena de una posible pelea o lucha en la orilla desarrollada entre las 11.15 y las 11.30 del 1 de agosto, cuando la mayoría de los militantes se escapaba hacia el caudal del Chubut. “Cuando llegué al río no veía a ninguno (militantes). No podía ver a ninguno. Hay ramas, una vegetación muy tupida”, se explaya. El escopetero Rafael Zoilán y el sargento de Gendarmería Juan Carlos Pelozo sí alcanzaron a divisar personas cruzando el río. Echazú señala que bajó después de Zoilán y se quedó junto a él. “Pero yo no vi a ninguno. No los alcancé a ver”, subraya. Hay un puñado de minutos que se borraron de su memoria. Una cadena de momentos que el subalferez no recuerda y no puede explicar. Cuando volvía de la orilla del río a las 11:40 alguien le preguntó: ¿Qué te pasó? Y el respondió “No sé qué me pasó”. Todo el pasaje está en blanco. “Quizás lo habré dicho, pero no lo recuerdo”, indica. ¿Pero por qué en sus declaraciones él recuerda a Zoilán y Zoilán no es capaz de hacer lo mismo? -en su testimonio Echazú dijo que estuvieron a menos de 10 metros uno del otro- ¿Trató el escopetero de proteger a su superior de un hecho ilícito?”. “No sé porque no lo recuerda. Tal vez por el momento, la tensión, la adrenalina del momento, como le dije. No lo hizo para protegerme”, insiste. Echazú tampoco sabe nada de la exclamación del sargento Pelozo del Escuadrón 36. “¡Tenemos a uno!”, dijo que gritó. Su falta de memoria constituye una mancha en su relato y la justicia determinará cuánto puede afectar su situación como testigo o protagonista. Después de todo, entre quienes alcanzaron la orilla del río, Echazú era el de mayor rango. El líder del grupo de avanzada. En la actualidad, Echazú figura como querellante de la causa que lleva el juez Otranto por el despeje de la ruta 40. Sus abogados señalan que quieren un castigo para los agresores. Maldonado y el músico chileno Nicasio Luna, entre otros. “Para mí fue un procedimiento habitual, normal”, señala. El propio Echazú con el rostro inflamado y sangrante elaboró el acta de los hechos ocurridos en el predio en el cual se vio por última vez con vida a Maldonado. Terminó de redactarlo cerca de las 18 e inmediatamente se reunió con su compañía. Permaneció en la zona de la ruta hasta el final de su turno unas 12 horas después. Hoy no le parece extraño haberse quedado cuando con toda razón pudo justificar su ausencia ¿Sabía que algo andaba mal?. “No, no. Me sentía responsable por estar a cargo, por eso seguí de guardia”, detalla. Echazú afirma que, aun sabiendo nadar, él nunca se hubiera arrojado al río. “No lo hubiera hecho, no hubiera cruzado. Es peligroso, más para el que no conoce la zona. Tiene sus características particulares”, asevera.
Caso Maldonado: "Si lo hubiéramos visto ahogándose, lo habríamos auxiliado", dijo Echazú
Es el gendarme de más alto rango que llegó hasta el río Chubut el 1 de agosto y fue herido por los piedrazos de los manifestantes.