En diecinueve meses de gobierno de Cambiemos, el ingreso de dólares para especular en colocaciones bursátiles y en títulos de deuda de cortísimo plazo emitidos por el Banco Central (Lebac) tuvo un crecimiento exponencial. De casi nada, de 1 a 3 millones mensuales, trepó a 1262 millones en abril pasado, en el por ahora pico máximo. En los meses siguientes se mantuvieron montos elevados, marcando en junio unos 1200 millones de dólares, último registro publicado por el Banco Central. En total, los fondos ingresados para subirse a diferentes bicicletas especulativas sumaron 7130 millones de dólares. Esos fondos de inversores extranjeros son los que potencialmente más rápido se escaparían por temor a una alteración de la situación política a partir de un resultado electoral, por cambios en las condiciones financieras del mercado internacional o por ya haber acumulado la renta en dólares más elevada del mundo ofrecida por el Banco Central argentino. Ese capital especulativo que presionaría en el precio de la paridad cambiaria, como lo ha empezado a hacer desde las primeras semanas de junio, equivale al 16 por ciento de las reservas internacionales del Banco Central. En el paraíso de la bicicleta financiera, como describe la prensa internacional a la economía argentina, la lluvia de inversiones externas se dirige casi exclusivamente a negocios especulativos de cortísimo plazo. Desde diciembre de 2015, la inversión extranjera directa orientada a la economía real sumó 3930 millones de dólares, según datos de los anexos estadísticos del último informe del Banco Central “Evolución del Mercado Único y Libre de Cambios y Balance Cambiario”. Del total de inversiones provenientes del exterior (para especular y para la producción), sólo el 35 por ciento estuvo destinado a proyectos generadores de bienes y servicios. El saldo es más decepcionante si se restan los fondos girados por multinacionales a sus casas matrices en ese período. Las utilidades transferidas al exterior sumaron 4018 millones de dólares. O sea, que el dinero ingresado no llegó a cubrir el enviado por firmas extranjeras. El saldo neto de ingreso y egreso de divisas para la producción fue negativo en 88 millones de dólares. En lo que va de la gestión de la Segunda Alianza, no hubo ni un dólar de ingreso neto de inversiones extranjeras para la producción. Como se puede observar en el cuadro, el primer semestre de este año se aceleró la tendencia del desembarco de capitales para especular, al sumar 5204 millones de dólares, mientras que para la producción fue 1351 millones. De cada seis billetes verdes que ingresaron los extranjeros en ese lapso, cinco fueron destinados a la compra de Lebac, acciones y títulos de deuda y apenas uno al sector productivo. La periodista Mar Centenera escribió en El País de Madrid que las altas tasas de interés que paga Argentina para bajar la inflación explican el festín especulativo y que la desconfianza de los inversores extranjeros en la estabilidad argentina a largo plazo justifica la sequía de inversiones productivas. Concluye entonces que esa mezcla hace que muy pocos tomen el riesgo de invertir en la economía real cuando es más fácil y rápido ganar con la burbuja financiera. La fiesta de la burbuja financiera es la consecuencia de una política monetaria y cambiaria deliberada del Banco Central bajo la conducción de Federico Sturzenegger. El paraíso para los especuladores fue diseñado con una batería de medidas para liberalizar el mercado cambiario y con la definición de la inflación como un fenómeno exclusivamente monetario abordado con la tasa de interés. El único director del Banco Central que cuestionó esa política perturbadora de la estabilidad económica fue removido del cargo. Pedro Biscay fue víctima del Torquemada del Central, guardián de la pureza del dogma ortodoxo. La emisión de deuda de cortísimo plazo Lebac a tasas superiores a la estimación de la evolución del tipo de cambio fue la invitación a participar de un negocio financiero fácil y rentable. Las Lebac han ofrecido la oportunidad para inversores extranjeros de realizar lo que se denomina carry trade sobre el peso argentino. Este consiste en ingresar dólares a la plaza local, luego venderlos y con los pesos obtenidos comprar Lebac, para que en un plazo determinado recomprar más dólares con el capital e intereses de esa inversión en pesos. Quienes se han lanzado a defender a Sturzenegger dicen que la última suba del dólar ha castigado a los especuladores. Solo inocentes o propagandistas del relato macrismo pueden sostener que los profesionales del pedal están lastimados. La mayoría de los fondos del exterior subidos a la bicicleta de las Lebac se cubre con seguros de cambio, con lo que un alza del tipo de cambio no los afecta, aunque la renta es un poco menor por el costo de ese contrato de cobertura. La evolución del ingreso de dólares para especular en los últimos meses muestra que la bicicleta de las Lebac no se frenó. En abril, mayo y junio sumó 3594 millones de dólares en “inversión de portafolio”, como denomina el Banco Central al capital especulativo proveniente del exterior. Inversores con mayor adrenalina especulativa no realizan cobertura cambiaria pero saben que no se retirarán del negocio con la utilidad plena del 26, 5 por ciento anual en dólares (tasa en pesos de la Lebac). Cuando comienza a correr la conversión a dólares, como la que se está desplegando en las últimas semanas, se va reduciendo esa ganancia por el alza del tipo de cambio y, mientras no haya una estampida, la bicicleta no se detiene. Como se mencionó la semana pasada en esta columna, cuando un funcionario público, en este caso el presidente Mauricio Macri, habla del dólar, la reacción es la opuesta al mensaje trasmitido. Dijo que no había que preocuparse del dólar al inicio de este mes y desde entonces se aceleró la dolarización de las carteras de inversión. El alza del billete verde fue de 4, 8 por ciento, al pasar de 17, 18 pesos desde el día del consejo presidencial a los 18, 01 pesos hasta el último cierre. Macri y otros integrantes del gabinete nacional repitieron la línea argumental del celador de la ortodoxia económica que controla el Banco Central. Sturzenegger afirma que no hay que inquietarse por el alza del dólar porque “como sube, baja” en un régimen de flotación cambiaria; que no habrá traslado a precios del repunte del tipo de cambio; y que el avance de la paridad mejorará la competitividad beneficiando a economías regionales. Es un análisis tan desvariado como la meta de inflación del 17 por ciento para este año. No deja de sorprender la ignorancia acerca de la vinculación inflación-variación del tipo de cambio en la historia económica argentina reciente de miembros del equipo económico, antes en Alfonso Prat Gay y ahora en Sturzenegger, con los pichones de consultores de la city haciendo de claque y de propaladores de lo bien que está funcionando la economía macrista. Las devaluaciones se trasladan a precios con mayor o menor velocidad de acuerdo a las condiciones de la economía en el momento de ese ajuste, dependiendo del nivel de desempleo, del grado de apertura de la economía o si se aplica en recesión o en la fase ascendente del ciclo económico. Economistas de la Fundación, Estado, Trabajo y Producción estimaron que esta última suba significará hasta 3, 2 puntos adicionales de inflación en lo que resta del año –por ajustes de primera y segunda vuelta en los precios–, mientras que la paridad no siga subiendo. Es toda una innovación en estrategia electoral dejar que se escape la paridad cambiaria teniendo herramientas para contenerla a pocas semanas de las elecciones. Días antes de las PASO también se difundirá el índice oficial de precios de julio, que si el Indec no regala sorpresas (como el aumento de la actividad del 3, 3 por ciento en mayo con alza del consumo, cuando todos los indicadores públicos y privados de esa variable fueron negativos) se ubicará bien por encima del 2 por ciento. Variación motorizada por la suba de los combustibles y el aumento de la paridad cambiaria de las últimas semanas, movimiento que debería arrastrar también al alza la tasa de inflación de agosto. El proceso de cambio de cartera de inversión comenzó a mediados de junio, siendo una señal de largada la licitación de Lebac del 19 de ese mes cuando el Banco Central pretendía renovar Lebac por 547.042 millones de pesos. Pero uno de cada cinco pesos de ese megavencimiento no siguió en esos títulos de deuda de cortísimo plazo. Unos 122.770 millones de pesos (unos 7200 millones de dólares a una cotización de 17 pesos) se volcaron al mercado. Ese dinero o una parte fueron a comprar dólares para consolidar la utilidad en moneda dura acumulada. En la licitación de este mes no se renovó el 12 por ciento del total, liberando 64.400 millones de pesos adicionales que buscaron en parte refugio en el dólar. El factor CFK es utilizado como excusa oficial para explicar la suba del dólar. Pero la dolarización de las carteras de inversión fue precipitada por la búsqueda de realizar la extraordinaria ganancia en dólares obtenida con las Lebac y la debilidad de la economía que pone en tensión el frente político del oficialismo, como lo describió el banco Morgan Stanley cuando decidió mantener el mercado argentino como “fronterizo”. Otro factor de presión cambiaria fue la menor liquidación de divisas del complejo agroexportador reclamando así un tipo de cambio más elevado. El paraíso de la especulación va abonando el camino hacia el infierno y una señal de ese trayecto es cuando la paridad cambiaria se empieza a mover con intensidad