A una velocidad asombrosa -que multiplica por mil las sospechas sobre la interminable molicie que la precedió durante años- la justicia viene carcomiendo los cimientos de la fortaleza de impunidad desde la cual Julio De Vido venía oteando el horizonte. Cinco procesamientos -dos de ellos confirmados en segunda instancia- y un juicio oral inminente por su responsabilidad en el robo puro y duro de las fortunas que el Estado destinó al transporte y cuya desaparición fue causa directa de la muerte de 52 personas por el choque de un tren en Once, justificaron la sesión en la que Diputados finalmente no logró echarlo de ese "honorable" cuerpo por una veintena de votos. Un detalle: ese escandaloso score judicial no existía hace sólo un año y medio, cuando el arquitecto juró su banca. El despertar de los expedientes en Comodoro Py -espoleado por el cambio de Gobierno y una inesperada demanda social de justicia que aún se sostiene, para incomodidad de algunos magistrados- trajo de inmediato el nombre de Julio De Vido al centro de la escena. Por su escritorio pasaban y se enjuagaban los contratos de toda la obra pública, la energía -para producirla, transportarla o importarla- las comunicaciones y el transporte en todas sus variantes. Su mano se abrió para regar con millones de pesos a las universidades públicas amigas en un bypass hacia otros destinos menos controlados; su sonrisa despareja craneó y bendijo los oscuros negocios con la Venezuela chavista que ahora se arrastra entre la violencia y la miseria. Todo sabido y público. Tanto como el fracaso del poderoso ex ministro en cada uno de aquellos asuntos. Las obras no están -excepto en los bolsillos de Lázaro Báez, Cristóbal López o Milagro Sala- la energía tampoco, y el transporte está como está-. Sobrador, De Vido respondió a semejante evidencia con una frase que lo pinta de cuerpo entero: "yo no firmé nada". Ni Poncio Pilatos podría haberlo dicho mejor. Pero resulta que alguna lapicera traviesa lo estaría desmintiendo. En una respuesta directa a aquel desafortunado comentario, el fiscal Delgado acaba de aclarar en su pedido de elevación a juicio oral de la causa por el pillaje de 102 millones de euros a través de la compra de chatarra ferroviaria a España y Portugal que en los expedientes de esas operaciones las firmas de De Vido "son escasas, pero esa escasez lo acercó a los hechos". Punto. El fiscal consideró que "el gobierno de hecho de toda esta maniobra", recae sobre el ex ministro, cuya mano semi invisible no lo hace "menos responsable". De Vido, afirma Delgado, fue el responsable de "delegar en sus subordinados la hechura administrativa de la maniobra y, a la par, concentrar las decisiones de gobierno del desarrollo de los hechos". Un rol que en lugares como Sicilia se conoce con un nombre de siete letras. En su dictamen, el fiscal acusa al ex super ministro de Néstor y Cristina Kirchner por haber "manejado el desarrollo de los sucesos tanto en el plano específicamente material, como en el del diseño jurídico que es una materialidad que funciona en otro plano". Como ministro de Planificación, De Vido "conservó en todo momento el dominio de la situación" y "manejó el desarrollo de los sucesos tanto en el plano específicamente material, como en el del diseño jurídico". El canaricultor kirchnerista que con discreción hace una semana reanimó la memoria de varios gobernadores sobre viejos negocios conjuntos es un tigre que acaba de sumar una nueva mancha. Pero que anda suelto.
Al final, las firmas de De Vido también estaban
En su defensa ante las causas por corrupción, el ex ministro kirchnerista había dicho que "yo no firmé nada". El fiscal Delgado le contestó en su dictamen: aunque esas firmas "son escasas, esa escasez lo acerca a los hechos".