Néstor Kirchner estaba convencido y actuaba en consecuencia: el paso por el camino movedizo de la gestión se hace más fácil cuando se transita por la huella firme que aporta el hecho de tener plata para hacer política. La Casa Rosada parece haber hecho exégesis de la premisa anterior y eligió a Axel Kicillof para aplicarla. La contabilidad del Estado suele mostrar quién se lleva las bendiciones de la Casa Rosada mejor que los discursos de dirigentes. Los números que recolectó LA NACION indican que el mapa trazado por la gestión de Alberto Fernández conduce a la provincia de Buenos Aires, bastión político del Frente de Todos y tierra del conurbano, donde yace la mayor fortaleza electoral de Cristina Kirchner en las últimas dos elecciones. En los primeros cinco meses del año, la gobernación de Kicillof recibió $79.564,9 millones en transferencias corrientes. Se trata de dinero destinado a pagar necesidades cotidianas (no están incluidas las inversiones) por fuera de la coparticipación, algo que apuntala las presunciones según las cuales el eje del proyecto político kirchnerista está en el conurbano. Sucede que entre esos fondos hay partidas discrecionales, definidas por la voluntad política del poder. Los recursos adicionales que tuvo Kicillof hasta mayo pasado muestran un incremento del 921%. El número, expresivo en sí mismo, puede ser el combustible para los mal pensados si se empieza con las comparaciones. El caso más elocuente es el de Juan Schiaretti, un peronista quizás penalizado por su cercanía al expresidente Mauricio Macri. Su provincia recibió un 29% más. Es decir, si se descuenta la inflación, Córdoba, donde se hizo fuerte Juntos por el Cambio en las últimas elecciones presidenciales, sufrió una caída de las partidas en términos reales. Las decisiones de Alberto Fernández con Kicillof podría incluso encender reproches al interior del PRO. Por ejemplo, el Presidente es mucho más generoso con el delfín político de Cristina Kirchner que su antecesor Mauricio Macri con María Eugenia Vidal. El número a favor de Buenos Aires despierta dos miradas. La que esquiva la polémica sugiere buscar una parte de la respuesta en las necesidades que desató la emergencia del coronavirus. Es el único indicador que se acerca: la provincia tiene a razón de uno de cada dos casos en el país, y se llevó uno de cada dos pesos destinados por la Casa Rosada para financiar la vida diaria de los gobernadores. Pero no encuentran la explicación a por qué la Capital Federal, donde está casi el 40% de los casos de contagio, bajó su participación a sólo el 5% de los fondos repartidos. Los dirigentes de Juntos por el Cambio tienen un argumento más osado. Sostienen que Alberto Fernández le está financiando la campaña a La Cámpora en Buenos Aires. La agrupación fundada por Máximo Kirchner trabaja todos los días desde hace años para llegar al poder. Su principal centro de operaciones es la provincia, donde combina militancia política, trabajo social y participación en la conducción del Estado. Kicillof no es miembro, pero lo consideran un exponente propio y está rodeado por sus cuadros. Quizás el mejor ejemplo es Andrés Larroque, fundador y parte del equipo de conducción. "El cuervo", como le dicen, es desde abril pasado ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense. Cuando aún no tenían la certeza de un triunfo nacional, los dirigentes congregados en torno del Instituto Patria, centro de comando de Cristina Kirchner, sostenían que el principal objetivo electoral debía ser la conquista de la provincia de Buenos Aires. El regreso a la Casa Rosada no parece haber cambiado esos planes, dado que allí trabajan algunos de los presidenciables del kirchnerismo -Kicillof tenía ese cartel tras su paso por Economía, pero le sacó brillo derrotando a Vidal- y Máximo Kirchner, señalado como "el próximo" por quienes lo rodean. Son los mismos que sostienen que Alberto Fernández es un presidente de transición hacia un kirchnerismo puro. Si el humor político lo definiera la planilla de transferencias a las provincias, la exgobernadora bonaerense no debería ser la única enojada. Por ejemplo, resulta difícil de sostener en dinero la frase proselitista de Alberto Fernández según la cual su gobierno estaría conformado por un Presidente y 24 gobernadores. Quizás se sorprendan con los beneficios a los que accedió Kicillof otros socios políticos del Frente de Todos como Sergio Uñac (San Juan), Gustavo Sáenz (Salta), Gerardo Zamora (Santiago del Estero) y hasta los incondicionales Gildo Insfrán (Formosa), Jorge Capitanich (Chaco) y Alicia Kirchner (Santa Cruz). Todos tuvieron incrementos en sus partidas, pero al mismo tiempo cayeron si se cuenta la participación total que tiene cada uno de ellos en la distribución de fondos públicos. Es uno de esos casos en que hay motivos para el enojo y la paciencia: si se comparan consigo mismos, pueden ver algo más de dinero en sus cuentas, pero si ponen la mirada en Buenos Aires, tenderían a enfurecer. Será cuestión de enfocarse. El Gobierno aumentó las transferencias a las provincias en su conjunto, pero el desvío a favor de Buenos Aires es notable de acuerdo con diversos especialistas en cuestiones presupuestarias. No sólo parte del número más alto, algo que puede estar justificado por su tamaño, sino que la gestión de Kicillof aumentó la participación sobre el total de este tipo de transferencias desde el 20, 31% el año pasado a más del 51% ahora. Otros dos distritos (San Luis y Tucumán) mordieron más de esa torta, aunque de forma marginal. Los restantes 21 gobernadores -incluido el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta-, cedieron participación en la distribución de recursos a favor de Buenos Aires. El cruce del dinero que llega a Buenos Aires con otras variables tampoco termina de justificar la generosidad oficial. Tiene el 39% de la población del país y un 35% del producto bruto, pero se quedó con el 51% de los recursos. Sí, en cambio, tiene una alta proporción de pobres, aunque sus niveles son menores en comparación con distritos que no tuvieron ese dinero extra.
La Casa Rosada paga la factura en el distrito de Cristina Kirchner y La Cámpora
Néstor Kirchner estaba convencido y actuaba en consecuencia: el paso por el camino movedizo de la ges