Fue notable la repercusión que tuvo la carta “La democracia está en peligro”, que contenía el neologismo “infectadura”. La cantidad de instituciones ligadas al justicialismo que respondieron (ofendidísimos) marca el éxito notable de la misiva y confirma el acierto de su contenido. El oficialismo cree que tiene el patrimonio de lo que se puede decir y lo que no. Una concepción autoritaria. Es así de simple y no va a tener solución en la Argentina en el corto plazo. Ellos creen que pueden poner el límite sobre lo que hay que opinar. El problema es que muchos ciudadanos adoramos la libertad y creemos que se puede opinar de lo que se nos dé la gana. Un grupo cree que se puede hablar sólo de lo que ellos disponen y otros creemos en la libertad de expresión. Es una consecuencia más de “la grieta”, que me parece cada vez mejor que exista. Los honestos de una lado y los corruptos, del otro. Los violentos de un lado y los no violentos, del otro. Los que odian la libertad de un lado y que los defendemos la libertad, del otro. El efecto fue muy interesante porque puso de manifiesto a las dos Argentinas con claridad. Se enojaron el gobierno, la CGT, los militantes peronistas, la farándula peronista, los periodistas peronistas y muchos de los “progres” y la izquierda argentinos que, fiel a su historia, gustan de ejercer el rol de “mucamas políticas” del peronismo. Tuve la oportunidad de conversar con algunos de los enojados que decían que los firmantes éramos “anticuarentena” y percibí hasta dónde creen en la idea de que sólo ellos pueden hablar. Para mi asombro, noté que muchos de los ofendidos no habían siquiera leído la carta. En esta se hablaba de defender el Estado de derecho, de empezar a evaluar con seriedad la situación de mucha gente que temía por su futuro económico y se condenaban algunos terribles casos de detención seguida de muerte de ciudadanos, entre varios temas. No era, en lo más mínimo, una carta donde se hablara de temas de política sanitaria. Simplemente, no se tomaron el trabajo de leerla. A los autoritarios no les importa el contenido de lo que dicen los opositores. Por el contrario, creen que sólo ellos pueden emitir una opinión. Suponen, además, que el que no piensa como ellos no tiene derecho a opinar. Fernando Pedrosa (otro firmante de la carta) dijo “los creadores de Montoneros y la Triple A reclaman autoridad moral para decidir quién puede o no hablar de violencia institucional”. Esa es la impunidad de los autoritarios. Se enojaron en extremo con la palabra “infectadura”, aludiendo que no se puede comparar la situación actual con una “dictadura”, lo cual demuestra, por otro lado, que tienen poca comprensión sobre lo que es una metáfora. Se hablaba acerca del deterioro de la institucionalidad y sobre cuestiones vinculadas a la vida y a la libertad individual. Es curioso porque los que se molestaron mucho con un término ingenioso y metafórico son los que durante el gobierno anterior decían, en todo momento, “Macri, basura, vos sos la dictadura”. Los que acusaban directamente de dictadura a un gobierno que había llegado al poder por el voto y respetaba la institucionalidad lloriquean por una carta que defiende el Estado de Derecho. La manipulación histórica y la inmoralidad política de esta gente se supera día a día. La descalificación del otro y la violencia política es permanente. Eugenio Zaffaroni expresó esta semana que “los medios de comunicación son un partido único como Hitler” porque, en su imaginación, no denuncian los “delitos económicos” de la administración anterior. Siguen con esa idiotez del lawfare. Creen que si los demás no hacen o proceden según su parecer son nazis. Hablamos de un juez que fue nombrado en ese cargo durante la última dictadura y que, en la época kirchnerista, fue nombrado en la Corte Suprema mientras tenía departamentos que funcionaban como prostíbulos. ¡Qué monumento a la inmoralidad son los kirchneristas! Agreden, mienten y cambian la historia. Esta semana, en un hecho vergonzoso, la Televisión Pública justificó el golpe de estado del 4 de junio de 1943. Para el peronismo las dictaduras de ellos deben ser justificadas. Más bajo que eso no pueden caer. Y los millonarios sindicalistas de la CGT se preocupan porque un grupo de ciudadanos firma una carta donde decimos que el Estado no debe matar ciudadanos. Son fascistas orgullosos. Mientras suceden estas cosas, lo único que le importa al oficialismo es seguir su curso. No se reinician los juicios por corrupción de la era K. La decisiones al respecto dependen de la presidencia del Consejo de la Magistratura. La presidencia la tiene un juez kirchnerista. Lo que siempre supimos: venían por la impunidad, por los negocios, por la violencia y por la venganza. Son los mismos que siguen manteniendo silencio ante los hechos gravísimos que se están produciendo en la Argentina. En los últimos días, aparecieron muertos Florencia Magalí Morales y Franco Maranguello en San Luis (en dependencias policiales) , Luis Espinoza en Tucumán (que había estado desaparecido unos días y apareció muerto por las fuerzas de seguridad), Hugo Coronel, muerto en Santiago del Estero tras estar detenido. Supimos, además, de la brutal agresión a una familia QOM en Chaco. Todos estos hechos se produjeron en medio de la pandemia y en provincias gobernadas por el peronismo. Son los mismos que aseguran que “el Estado te cuida”. El kirchnerismo ha convertido el tema de los derechos humanos en algo curioso. Mienten respecto del pasado y actúan de cómplices de asesinatos cuando son responsabilidad del peronismo. Después lloriquean por los que escribimos cartas defendiendo a esa gente. Cuando decimos “infectadura” no intentamos agredir. Solamente los describimos. Hay que estar siempre en la vereda de enfrente de los K.
La infectadura y la grieta
Fue notable la repercusión que tuvo la carta “La democracia está en peligro”, que contenía el neologi