Política

La curiosa Diplomatura de Resistencia al Neoliberalismo que se dicta en Sociales de la UBA

Un programa sesgado que busca dar tinte académico e institucional a una ideología minoritaria. Una concepción identitaria que fragmenta a la sociedad y quiebra la unicidad del proceso histórico hasta el límite de decir que reivindicar al “héroe” de Malvinas es una “lógica patriarcal” y “machista”

Con lenguaje de vísperas, se propone “pensar la democracia” desde “la participación” de “las organizaciones populares, campesinas, estudiantiles, sindicales, originarias, feministas, ambientales” que “resisten la dominación”. La universidad pública no parece ser el ámbito apropiado para esta “escuela de cuadros” que estaría mejor situada en un local partidario. Porque aunque no forma parte del recorrido académico formal de ninguna carrera, esta Diplomatura se dicta bajo el paraguas de la Facultad de Ciencias Sociales -implicando a la UBA- lo que le da un estatus científico inmerecido a lo que no es más que una bajada de línea. Aunque se hace referencia al “enriquecimiento de matrices ideológicas” y a “la diversidad de las acciones colectivas”, el sesgo es claramente sectario. “Las pujas (N. de la R: entre progresismo y neoliberalismo, se entiende) se traducen en la búsqueda por edificar e institucionalizar espacios ‘comunes’ o distintos ‘regionalismos’ y por el debate centrado en la ampliación o restricción de derechos fundamentales”, sigue diciendo la presentación de esta Diplomatura, dirigida por el premio nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y con la coordinación académica de Sonia Winer. “La diplomatura pretende abordar una perspectiva superadora -se lee en el ítem “Propuesta Pedagógica”-, desde una ciencia social crítica que pondere la generación de un saber académico capaz de confrontarse de modo dialéctico a una realidad social en conflicto, a fin de producir prácticas pensadas y superadoras del actual estado de cosas”. Traducción: es la institucionalización con tinte académico de una ideología que expresa valores minoritarios. Resulta chocante la naturalidad con la cual ciertas corrientes -apalancadas por hegemonías políticas transitorias- colonizan instituciones que, por su carácter público, deberían reflejar pluralidad, y las ponen al servicio del adoctrinamiento. Esto a la vez refleja la concepción de que la función de las instituciones educativas es, antes que enseñar, “concientizar”. La universidad deja de ser el lugar para acceder al acervo de saberes acumulado por la humanidad, para ser inoculado con algo que llaman “espíritu crítico” pero que no lo es. Porque el espíritu crítico es una derivación de la formación. De una formación enriquecida por diferentes visiones. Sin conocimiento, el espíritu crítico es charlatanería. Y fanatismo. Lleva a cerrarse o negar todo lo que no entra en los esquemas adquiridos. Una digresión y una anécdota ilustrativa: materia de Historia (Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) “Economía para historiadores”. Los docentes eran de otra facultad (y, como veremos, de otro mundo): Ciencias Económicas. Empiezan por los clásicos: Adam Smith y David Ricardo. No hubo problema para los combativos estudiantes de Filo; después de todo Marx se basó en ellos en muchos aspectos. Luego venía el propio Marx con su teoría del valor, la plusvalía, etcétera. Estábamos en terreno propio. Pero cuando el profesor quiso exponer la teoría neoclásica (Marshall, Walras, Pareto, etc. ), que basa sus análisis en las “preferencias” del individuo y en modelos matemáticos-, los estudiantes se lanzaron a la toma de la Bastilla. No para rebatir esas teorías, sino para impedir que fuesen expuestas. Cansaron tanto al profesor que éste se fue, no sin antes decirles: “Ustedes viven en una burbuja dentro de esta facultad, lo que iba a explicar hoy es cómo funciona la economía real que ustedes quieren combatir. Al menos conozcan a su enemigo”. (Nota: esto pasaba a fines de los 90. Imaginen ahora) Eso es el fanatismo, resultado del espíritu crítico sin formación, que lleva al más acendrado sectarismo. Quienes creen que así se forman conciencias políticas deberían preguntarse por el recorrido de los líderes que verdaderamente han encarnado el espíritu de sus naciones y que fueron formados por el sistema al que luego combatieron, derribaron o reformaron. Desde San Martín, educado en el ejército español, hasta Mandela, que egresó de la universidad supremacista blanca. El político sudafricano que derrotó al apartheid no se educó en una escuela donde le enseñaron rebelión, lucha armada, boicot y vida clandestina, sino en una donde le enseñaron leyes. Armado con su título de abogado, salió a la vida y a la realidad: no le tomó mucho tiempo descubrir las injusticias que antes no veía. Pero sin su formación académica, no hubiese tenido las herramientas para ello. La diplomatura reconoce que las “transformaciones” que atraviesa América Latina se dan en el marco de “determinadas tendencias de la economía y el sistema-mundo capitalista, signado por la presencia creciente de capitales trasnacionales y de corporaciones”. La Argentina es una sociedad mestiza, fruto de la exitosa integración de múltiples capas superpuestas de población. Una integración que hoy se intenta “deconstruir”, exacerbando reivindicaciones supuestamente identitarias que llevan a fragmentaciones cuya consecuencia hasta suele ser una mayor injusticia. Por ejemplo, la división entre pobres criollos y pobres aborígenes, que suele verificarse en nuestras provincias norteñas. Denuncian la discriminación racista pero promueven el etnicismo, una clasificación de los argentinos por supuestos orígenes étnicos, algo contrario a la inclusión que predican. Esta tendencia no es sólo local. Es parte de una globalización que lleva al refuerzo de la micro-identidades como reacción defensiva y retrógrada. El filósofo francés Alain Badiou, intelectual de izquierda al que el progresismo debería leer, o releer, ha expresado su inquietud ante “el proceso de fragmentación en identidades cerradas, y la ideología culturalista y relativista que acompaña esa fragmentación”. Una lógica identitaria o minoritaria que él rechaza porque lleva a planteos tales como “que sólo un homosexual puede entender lo que es ser homosexual, un árabe lo que es un árabe”, etcétera, etcétera. Sólo las mujeres pueden marchar por reclamos de mujeres. Sólo las mujeres obtienen conquistas para las mujeres, algo que la historia argentina desmiente. Una diversidad mal entendida lleva al extremo de dividir la sociedad en infinitas categorías compartimentadas entre sí, poniendo en peligro la convivencia y, por último, la tolerancia que se predica. En nombre del combate al liberalismo, esta propuesta académica fomenta todo nicho social que acentúe la segmentación del país y busca darle “chapa” universitaria a los que serán futuros voceros de estas facciones. Un ejército para la deconstrucción social y cultural. La defensa del individuo está divorciada de sus deberes hacia la sociedad, como lo expresa la infaltable asignatura foucaultiana, ”vulneración de derechos en contexto de encierro”. Se escinden los derechos de las obligaciones que implica la pertenencia a un conjunto. Es el individualismo extremo en nombre del combate al neoliberalismo individualista. Finalmente, en la cuenta de Twitter de la coordinadora académica de esta Diplomatura, resalta su aval al siguiente mensaje: “Para abordar la cuestión Malvinas desde la educación (. . . ) es importante para la etapa que se viene deconstruir los estereotipos del “Héroe” fundados en la lógica del patriarcado, dentro de un pacto extremadamente machista…” La Diplomatura dice que se trabajarán elementos conceptuales y teóricos “históricos, filosóficos, jurídicos y políticos”. Lo que propone en realidad es la ruptura de la unicidad del proceso histórico que modeló este país. En nombre de las “identidades” quieren diluir todo lo que sustenta la identidad y el pasado común de los argentinos. Por eso se conmueven con el ingreso de la imagen del Che Guevara a La Rosada pero son iconoclastas con el monumento a Colón, símbolo de dos culturas -la española y la italiana- fundantes de nuestra nacionalidad; o con Roca, actor ineludible de nuestra consolidación territorial y de la nacionalización del Estado argentino. Seguí leyendo:

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