Se cumplen cinco años de la muerte de Alberto Nisman. La ex ministra Patricia Bullrich convocó hoy a un acto y estará acompañada por Waldo Wolff, entre otros dirigentes de la oposición. La madre del fiscal Sara Garfunkel, no asistirá y realizará este domingo un homenaje junto a la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). Las hipótesis que se desbaratan. Las contradicciones del relato de la prensa tradicional. Las cuentas misteriosas. Un repaso por los hitos más relevantes del caso. A cinco años de la muerte de Alberto Nisman, la necrofilia nativa atiza el fuego del odio y despedaza la memoria con los restos del fiscal como trofeo tortuoso. La ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich –ungida como conductora de la oposición por Mauricio Macri– convoca a un acto en los alrededores del Teatro Colón, acompañada por el espadachín de la lengua y diputado del PRO, Waldo Wolff. Lejos de ellos, el domingo la madre del fiscal, Sara Garfunkel realizará un homenaje a su hijo junto a la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), que denunció a la actual vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner y al ex canciller, Héctor Timerman por “traición a la patria”. Semejante acto concreto de crueldad iniciado por la comunidad judía local anexada como una lapa a la derecha israelí y estadounidense, provocó un cáncer fulminante en Timerman, que luchó hasta el último instante de su vida por la verdad, pese a las chicanas judiciales, la inquisición macrista y la campaña mediática que intentó vincularlo a supuestas organizaciones terroristas y a una delirante asociación con Irán. En estos días, la serie de Netflix sobre Nisman ayudó a encender la pira de la polémica y también las gigantescas contradicciones del relato de la prensa tradicional, que carece de credibilidad. En estos años se han creado dos mitos. Uno sostiene que el fiscal Nisman fue un héroe de la democracia y de la justicia. El otro afirma que Nisman fue víctima de un homicidio. Ambos mitos son falsos. Nisman trabajó toda su vida en un hecho paradigmático que jamás logró resolver. Y ese asunto fue el atentado contra la AMIA en 1994. Nisman tuvo un presupuesto promedio de 34 millones de pesos anuales y se lo gastó en viajes al Caribe con modelos, en la contratación de empleados con quienes abrió cuentas secretas en Nueva York y en relaciones peligrosas que incluyeron operaciones con servicios de inteligencia nacionales y extranjeros. El vínculo perverso con el poderoso ex jefe de la Contrainteligencia de la antigua SIDE, Antonio Horacio “Jaime” Stiuso –quien se ríe con malignidad en la mitad de la serie mirando directo al lente de la cámara– lo llevó a un sin lugar del que no encontró una salida posible. Nisman nunca resolvió nada. Usó la Fiscalía AMIA para asociarse a la CIA, el FBI y el Mossad de la mano de Stiuso. Su padrino que lo abandonó en el final de sus horas. La pista iraní fue un invento de Stiuso con presuntos datos de la CIA que fueron refutados por completo en el 6 capítulo del documental de Netflix por dos agentes de la gestión Clinton en la CIA y el FBI. Allí Ross Newland y James Bernazzani refutan a Stiuso y descreen de la pista iraní en el atentado a la AMIA. Por lo tanto cuestionan la labor de Nisman y del Poder Judicial. El protagonista omnipresente de la saga que no termina de esclarecerse. Sin embargo, la DAIA denunció a CFK y a Timerman. El poder concentrado de la DAIA se alineó con la extrema derecha israelí en 2015 para perseguir y de ser posible interrumpir el mandato de CFK en sintonía con los intereses geopolíticos de Estados Unidos e Israel, con la mira puesta en Irán. Por eso crearon chivos expiatorios. Algunos de ellos están todavía en prisión como el dirigente Luis D’Elía. La denuncia de Nisman era tan delirante que el primero que la desmintió fue Ronald Noble. Nada menos que el ex secretario general de Interpol, que antes fue director del Servicio Secreto estadounidense durante 4 años. O sea: la Argentina nunca dio de baja las alertas rojas como destilaron sucesivamente Nisman, Bullrich y su ladera Laura Alonso. Bullrich y Alonso visitaron a Nisman horas antes de su muerte y lo llamaron hasta el cansancio. Igual que una funcionaria de la embajada de Estados Unidos y una docena de periodistas adherentes al macrismo. Todos accedieron a un resumen de la denuncia contra CFK y Timerman. Una clara operación destinada a desgastar al gobierno. Bullrich era la encargada de asegurarle tranquilidad al fiscal, porque el lunes debía presentarse en el Congreso para responder cientos de preguntas por parte del Frente para la Victoria. Según los psiquiatras forenses, Nisman tuvo pánico: miedo al miedo. Su denuncia era absurda y lo sabía. El presunto nexo que señaló Nisman entre CFK e Irán, según él habría sido el espía Allan Bogado, quien confesó haber sido «agente inorgánico» de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) bajo las supuestas órdenes de Stiuso. Nisman le dijo al diario La Nación que Bogado era de “La Cámpora”. Todo era falso. Stiuso denunció a Bogado ante el Juzgado Federal de Luis Rodríguez en los tribunales de Comodoro Py y no le advirtió los motivos a Nisman. Después deslizó la excusa de que caminaba la Aduana en su nombre como espía. Bogado habría cobrado como “inorgánico” de la AFI entre medio millón y un millón de pesos mensuales. La AFI (ex SIDE) manejaba gastos reservados por más de 7.500 millones de pesos al año. Ese poder lo concentró Stiuso hasta que CFK lo echó. Stiuso no se exilió en Rusia ni en China. Eligió EE.UU. donde estuvo casi un año prófugo de la Justicia argentina hasta que regresó al país en febrero de 2016 con Macri en el poder. En la actualidad, Elisa Carrió dijo que Nisman fue asesinado por el gobierno de CFK. ¿En qué se basa? En un informe trucho de Gendarmería que adelantó Clarín seis meses antes de realizarse. El creador del “periodismo de guerra” Julio Blanck publicó los resultados de la Gendarmería en un acto de alquimia. Fue un logro periodístico mágico: se anticipó a las conclusiones. Parece que leía la mente de los hombres de verde. Blanck falleció. Quedó Daniel Santoro. Santoro está procesado por el juez Alejo Ramos Padilla por dos delitos: la coacción del ex gerente de PDVSA Argentina, Gonzalo Brusa Dovat y la extorsión al empresario Mario Cifuentes. Todas primicias de Santoro y Clarín entregadas por el falso abogado y espía de la AFI, Marcelo Sebastián D’Alessio. La cloaca del espionaje. El caso de la muerte de Nisman le sirvió al poder financiero global para apropiarse de la Argentina con un gobierno títere como el de Macri. Así endeudaron a la Argentina por un siglo poniendo en riesgo el PIB. Una proeza solo igualable a José Alfredo Martínez de Hoz y la dictadura cívica militar. Eso fue y es el Pro para la República. La moralidad de los inmorales. Con esta nueva escalada ante el recién asumido gobierno de Alberto Fernández, la derecha necrófila busca nuevamente desgastar al campo popular tras el saqueo. Nisman no fue un héroe. Tenía una cuenta en Estados Unidos con su madre, su hermana y el informático Diego Lagomarsino por 666 mil dólares. Ese expediente por lavado de dinero duerme el sueño del juez Claudio Bonadío, otro de los querellados en el Juzgado Federal de Dolores por el escándalo D’Alessio. Se sospecha que a través de esa cuenta se vehiculizaron presuntos pagos de fondos buitres que litigaron contra el país en el apogeo de las noticias falsas y la guerra judicial contra dirigentes kirchneristas. La madre de Nisman, Sara Garfunkel tiene un problema. Vació las cajas de seguridad de su hijo horas después de su muerte y no le avisó a la fiscal Viviana Fein. La fiscal con 40 años de experiencia en la Justicia resultó lapidada mediáticamente por los mismos diarios y canales que atosigaron a Nisman con preguntas imposibles antes de su muerte. Ni la viuda de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado conocía esas cuentas secretas del fiscal erigido como héroe por Bullrich y la derecha israelí. Uno de esos misteriosos depósitos en dólares que recibió Nisman fue realizado por el financista Damián Stefanini, desaparecido tres meses antes de la muerte del fiscal. Esa causa la instruyó sin éxito Arroyo Salgado. ¿Cómo llegó a jueza federal? La sonrisa maliciosa de Stiuso lo explica con un silencio incómodo en la serie. Porque los suicidas no reciben homenajes en la comunidad judía. Pero Nisman sí. Así las cosas la necrofilia nativa no frena su manía enfermiza. La derecha argentina ocultó el cuerpo de Evita con un nombre falso y lo enterró en Milán. Luego alguien le cortó las manos a Perón en Chacarita. La derecha usa a Nisman como un símbolo de lo que no fue ni será. En su clásico libro “Necromanía, historia de una pasión argentina”, publicado por Sudamericana en 2010, el periodista Claudio Negrete –que no es kirchnerista– analiza con una meticulosidad de orfebre los archivos de la devoción criolla por la muerte. Entre cadáveres, degüellos, embalsamadores, farsantes, perversos y brujos, Negrete horada los bordes de nuestra identidad. La actriz Mirtha Legrand se permitió dudar al aire en su programa visto por millones de personas sobre si el cuerpo de Néstor Kirchner estaba dentro del cajón en 2010. La frase que soltó con perfidia no fue en vano. Estaba dirigida a lastimar a la familia y al pueblo que lo lloraba en la Plaza de Mayo. Pueden insistir con la siembra de la oscuridad, pero sólo el amor alumbra lo que perdura. Comentarios
Nisman, el trofeo del PRO
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