Quienes disfrutamos del análisis político y del debate sabemos que la economía argentina posee restricciones históricas en el sector externo, las cuales se han manifestado en crisis recurrentes. Sin embargo, en el contexto actual, todo parece haber tomado un tono más dramático, al punto que no son pocos los actores que se animan a diagnosticar un resentimiento en los valores y fundamentos de nuestro contrato social. Niveles de desigualdad inéditos y cifras alarmantes de pobreza están provocando una lacerante desintegración del tejido social. La política de apertura comercial y desregulación financiera hizo lo propio con el tejido productivo. Pero si por algo será recordado el macrismo, es por su disparatada política de endeudamiento externo, la cual ha vuelto aun más severas las restricciones preexistentes. Es en este contexto que el nuevo gobierno tiene la obligación de estabilizar y reactivar la economía, tomando como prioridad la normalización del frente externo a los efectos de ordenar la macro y sentar las bases para el crecimiento sostenido e inclusivo. Históricamente, la mirada ortodoxa de la economía encaró esta tarea aplicando planes de ajuste estructural, aumentos de tarifas, despidos en el sector público, apertura importadora y baja de impuestos a los sectores pudientes. El problema resultó en que en una democracia habituada a vivir en el marco de una movilidad social ascendente, el aumento de la tasa de desocupación propio de estos planes hizo que el ciclo terminara como consecuencia del aumento de la conflictividad. Descartada esta visión por inconsistencias tanto éticas como políticas, el manual de la heterodoxia provee un instrumental que a simple vista parece insuficiente para encarar esta etapa de alta inflación. Herramientas proactivas y políticas contracíclicas sirven para salir de la recesión, pero poco aportan para desindexar la lógica económica. El condicionante adicional de operar en el marco de una estructura productiva desequilibrada agrava el dilema nacional por el lado de la escasez relativa de divisas, la cual termina presionando sobre el IPC. Ahora bien, la pregunta del millón es tan categórica como apremiante. ¿Qué tipo de políticas conviene aplicar hoy frente a la actual coyuntura? Para aproximarnos a su resolución, es menester subrayar que en el marco estanflacionario actual pareciera no haber margen para aplicar modelos puros de intervención económica. Motivo por el cual resulta lógico afirmar que el desafío del gobierno actual consiste en armonizar/secuenciar las demandas insatisfechas en el marco de un pacto social y ecualizar (en prioridades, intensidades y plazos) las políticas públicas dentro de un plan general de gobierno que garantice el cumplimiento del contrato electoral. Ese plan, para ser legítimo y eficiente, debe atender al menos tres dimensiones. En primer lugar lo social, inyectando recursos en la base de la pirámide, a los efectos de compensar asimetrías distributivas recientes. En segundo lugar lo financiero, con el objetivo de reprogramar compromisos externos, capturar renta extraordinaria para generar condiciones de repago, acumular reservas para evitar posibles corridas y sentar las bases para una política antiinflacionaria. Por último lo productivo, donde el gran desafío es bajar la tasa y aumentar la inversión, tanto privada como pública, en el marco de un verdadero plan estratégico para el desarrollo. Va de suyo entonces que todo esto requiere, además de consensos elementales, un relato consistente que explicite visiones, objetivos, metas, métodos y plazos. Las experiencias golpistas en la región nos obligan adicionalmente a prevenir posibles operaciones mediáticas de desgaste. Para construir una república democrática que recupere un Estado que sea a la vez de derecho y de bienestar, tenemos que ser conscientes de que la densidad de la democracia argentina debe fortalecerse permanentemente. Para ello es imprescindible que la sociedad sepa que cuenta con un gobierno que la defiende, que el gobierno asuma que hoy en América Latina el poder se diluye rápido, que el poder real entienda que luego de la experiencia de Chile todos estamos obligados a ceder privilegios y que la política no pierda de vista ni un instante que no hay margen para errores y que debe dar el ejemplo. La solidaridad es más poderosa que el egoísmo, y en eso confiamos. *Frente de Todos.
Hacia un Estado social de derecho
Quienes disfrutamos del análisis político y del debate sabemos que la economía argentina posee restricciones históricas en el sector externo, las cuales se han manifestado en crisis recurrentes. Sin embargo, en el contexto actual, todo parece haber tomado un tono más dramático, al punto que no son pocos los actores que se animan a diagnosticar un resentimiento en los valores y fundamentos de nuestro contrato social.