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Cómo Rusia y China se apropian del petróleo de Venezuela y un mito que se derrumba

Nicolás Maduro multiplica los beneficios a sus socios. El peligro ambiental y las sanciones de los Estados Unidos

La corporación tiene sus razones. Diariamente Caracas le paga una fortuna con sus recursos naturales. PDVSA redujo su deuda a 1.100 millones de dólares al cierre del segundo trimestre, desde los 1.800 millones al fin del período que comprende enero a marzo de este año. De continuar a este ritmo, Rosneft se aseguraría el saldo completo hacia fin de año. Los beneficios no terminan allí. Tanto Rusia como China cierran además tratos que les permiten ingresar su tecnología y personal en las abandonadas refinerías que tiene PDVSA. Serán los encargados de recuperarlas. Nada será gratis. Cuba e Irán igualmente reciben frutos de la dictadura, aunque a otra escala. El mapa de las bases petrolíferas en la Cuenca del Orinoco mutó de manera significativa en los últimos 15 años. Hasta 2004 -con el chavismo en el poder desde hacía ya un largo tiempo- la mayoría de los inversores que se habían afincado allí casi un siglo antes eran en su mayoría europeos, norteamericanos y locales. Asimismo en el perímetro del Lago de Maracaibo. Los futuros socios no habían depositado ni un céntimo aún. Pero todo cambió. Casi de una mañana a la otra. Las alianzas tejidas por Hugo Chávez transformaron de forma abrupta esa geografía y las banderas que allí flameaban. Fidel Castro, Mahmoud Ahmadinejad, Vladimir Putin y Hu Jintao -con Xi Jinping detrás- se convirtieron en los más estrechos consejeros políticos del caudillo antes de que terminara la primera década del siglo XXI. Ninguno de ellos daría la vida por ideas relativas a la libertad individual y la democracia. También sus históricos inversores experimentaron una transfiguración. En apenas cinco años, en 2009, el plano del Río Orinoco pasó a ser muy distinto. Socios chinos y rusos fueron recibidos con un tendido de alfombras único en detrimento de otras que padecieron un insoportable bullying estatal. Diez años después, la presencia de estas naciones tan lejanas es casi absoluta allí. Rusia mantiene bajo su poder en la actualidad unos 2.000.000 acres netos con unos 6 billones de barriles de reservas. China, en tanto, unos 900 mil con 11 billones. Irán, 600 mil con 2 billones y Cuba, por su parte 1.300.000 acres netas con 3 billones de reservas. Las sanciones impuestas el 5 de agosto por Donald Trump afectan a todas las empresas, cualquiera sea su bandera. Incluso a las cinco norteamericanas que todavía operan allí. El movimiento de ellas quedó muy comprometido. ¿El argumento de que la Casa Blanca se involucra en la crisis venezolana en busca de una ventaja exclusiva para las compañías de los Estados Unidos es tan solo un mito? El uso universal de las amonestaciones así lo demostraría. "Los Estados Unidos están cerca de ser exportadores neto de petróleo, por lo que ya no tiene tanto interés estratégico por acceder a reservas petroleras como antes o como China", señaló a Infobae Francisco Monaldi, académico en Baker Institute, uno de los centros de estudios petrolíferos más importantes del planeta con sede en Houston. Para el especialista es menor centrar el debate en torno al conflicto venezolano en términos económicos para la Casa Blanca. "Creo que es extremadamente simplista pensar que la motivación de la política exterior (de Washington) con respecto a Venezuela está centrada en que sus empresas controlen las reservas. Al final, las empresas occidentales toman sus decisiones en función de la rentabilidad económica y no de consideraciones geopolíticas. Por ejemplo, hoy en Iraq las compañías norteamericanas no son las principales productoras". El próximo 25 de octubre vence la exención que les permite a esas sociedades continuar su trabajo allí. ¿Se renovará? De abandonar el país es probable que Rusia o China asuman ese vacío. Rosneft es gran candidato a cumplir ese rol: pretende hacerse del 30 por ciento de Petropiar, hoy en manos de Chevron. El resto lo posee PDVSA. La estatal venezolana que alguna vez supo ser pionera en materia energética y motivo de orgullo hoy se desploma. Sus plantas están descuidadas y su producción gotea. Apagones de electricidad, corrupción estructural, robos y falta de insumos han provocado una debacle en su productividad. "Es una sombra de lo que fue", sintetiza un ejecutivo de empresa que a diario debe contener a sus empleados de la desazón y que conoce como pocos la maltrecha industria de aquel país. "Para recuperar niveles de producción de 3 millones de barriles diarios, se requeriría casi una década y una inversión de unos 150 mil millones de dólares", explicó Monaldi. "La mayor parte de esa inversión tendría que ser privada porque PDVSA esta quebrada. Se requeriría un marco institucional más atractivo", remarcó. Twitter: @TotiPI

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