Nicolás Maduro agota el ámbito de lo posible. Como Sísifo, una y otra vez carga la misma roca con la esperanza de que algo varíe en su ya marcado porvenir. Sin embargo, la pesada piedra vuelve a precipitarse una y otra vez. Y las artes que le proporcionaron bocanadas de oxígeno extra hasta hoy llegan indefectiblemente a su final. El dictador venezolano decidió tomar un camino que parece no contar con una salida. Está solo, acorralado y cada vez más aislado. Los únicos que le susurran a su oído lo que debe hacer -los jerarcas cubanos- le insisten en que mantenga la guardia alta, que no se deje intimidar y que continúe con su énfasis de permanecer en el poder más allá de todo. Que gane tiempo, le suplican. Tiempo que La Habana también haría propio. El patrón de Caracas ensayó indignación. Se retiró de las conversaciones, según palabras propias de su gobierno, "en razón de la grave y brutal agresión perpetrada de manera continuada y artera por parte de la administración (Donald) Trump contra Venezuela, que incluye el bloqueo ilegal de nuestras actividades económicas, comerciales y financieras". Cualquier empresa -estatal o privada- que rubrique contratos con el régimen podría ser sujeto de sanciones por parte de la Secretaría del Tesoro de los Estados Unidos. El efecto dominó que podría desencadenarse sería interminable: alcanzaría incluso a compañías que ni siquiera piensan en pisar tierra venezolana pero que sí mantienen lazos con las firmas amonestadas por su amistad con Maduro y su círculo. Nadie quiere figurar en una lista negra norteamericana. En este caso: los amigos de tus amigos son mis enemigos. Incluso se nombró a un "cazador de traidores": Diosdado Cabello, quien comanda la máquina represiva y los resortes de la inteligencia, será el encargado de perseguir a aquellos que su paladar le indique que son "traidores a la patria". Vulnerará cualquier derecho. Como hasta ahora. Quien permanece vigilado en un rincón es el generalísimo y ministro del Poder Popular para la Defensa, Vladimir Padrino López. Muchos veían en él la posibilidad de un escape de la autocracia. Lo siguen haciendo y confían en que sus subordinados lo seguirían en una misión contra Miraflores aunque su margen de acción está cada vez más acotado. Sus aliados, en tanto, se mantienen firmes junto a los negocios. Buscan asegurarse que ningún cambio de gobierno pueda impactar sobre sus operaciones. Rusia ya conversa con la oposición de forma fluida. China, de igual manera. Ambas potencias imaginan un escenario sin Maduro, pero con ellos hurgando en las entrañas del suelo venezolano aún en una arena democrática. Resultan flexibles dependiendo de los intereses en juego. Prefieren, desde luego, alguien con quien hablar el mismo idioma. Sin intérpretes. El ideal sería un miembro pleno de la oligarquía chavista: Héctor Rodríguez, gobernador del estado de Miranda y de pureza indiscutible. Los socios creen que el joven dirigente sería alguien comprensible con sus pedidos. Accesible a sus necesidades y a quien no habría que enumerarle detalles del funcionamiento de la sociedad. Twitter: @TotiPI
Nicolás Maduro y una decisión que podría ser la última
El dictador venezolano está cercado. El escaso margen de maniobra y la decisión de sus socios estratégicos