En el área de trabajo de Parque Norte, una de las sedes de la cumbre del G20 , sobresalió una voz disonante. Profesora de la American University y directora de un programa académico sobre el G20, Cecilia Nahón es la única exfuncionaria kirchnerista que participó del encuentro. Sherpa de la cumbre entre 2012 y 2015, la exembajadora en los Estados Unidos intervino como experta internacional y aportó una mirada muy crítica sobre el papel del gobierno de Mauricio Macri . "Esta cumbre fue una oportunidad perdida para los argentinos", dijo, en una entrevista con LA NACION. -¿Qué balance hace de la cumbre? -Si bien es positivo que, como en las doce cumbres anteriores, se haya alcanzado un comunicado de consenso, el documento es sólo un mínimo denominador común al interior del G20, que se queda muy corto respecto de las necesidades de la gente en la Argentina y en el mundo. Más allá de la colección de imágenes y gestos, la Argentina fue anfitriona de un G20 debilitado y paralizado, que no tuvo nada sustancial para ofrecer en un mundo dominado por guerras comerciales, alarmante desigualdad, una nueva burbuja financiera, auge de liderazgos neofascistas y catástrofes ambientales. -¿Qué fue lo más importante que pasó en la cumbre para la Argentina? -Tuvo mucho impacto la reunión bilateral con Donald Trump y en particular la mención a la "actividad depredadora" de China en la región, que no fue un error, sino un pase de factura y un mensaje muy claro de Estados Unidos al Gobierno, marcando la cancha. Nada es gratis en política internacional. Otro elemento importante es que parece haberse firmado el acta de defunción del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea , una de las apuestas del Gobierno, que está a contramano de las actuales tendencias proteccionistas. También fue desacertado que la cumbre coincidiera con el traspaso presidencial en México. -¿No es un mérito del gobierno de Macri haber organizado este encuentro? -Argentina viene participando activamente de las cumbres del G20 desde 2008 y es un espacio que se aprovechó en el gobierno anterior para impulsar una agenda nacional. No había aislamiento, se forjaron alianzas en el G20 en temas de empleo, deuda, paraísos fiscales. Este año se asumió la presidencia y eso brindaba la oportunidad para tener más influencia en la agenda de la cumbre. Pero el país no llevó una agenda de desarrollo propia ni regional al G20 como hacen siempre las presidencias, sino que se enfocó en buscar legitimación para su programa de reformas con el FMI y en ser maestros de ceremonia de un foro dominado por las disputas entre las potencias. El protagonismo es más simbólico que sustantivo, más del marketing que de la agenda global real. Esta cumbre fue una oportunidad perdida para los argentinos. -¿Pero la visibilidad ganada no nos puede traer beneficios? -La apuesta a los grandes respaldos internacionales no es nueva, se inauguró con el viaje a Davos al inicio de gestión. También en los noventa. Pero no derivó ni en lluvia de inversiones ni en boom exportador, sino en endeudamiento, crisis económica y un plan de emergencia con el FMI. Los beneficios fueron para unos pocos especuladores, no para la mayoría de los argentinos. En el centro del mundo está el G20 y sus bilaterales, no la Argentina. No nos tenemos que confundir. -¿No hay ningún mérito en tener la presidencia del G20? -Muestra la vocación del gobierno de Macri de ocupar un lugar destacado a nivel internacional en sintonía con las principales potencias. Pero se reafirma un rumbo económico y de política exterior equivocado, que es justamente el responsable de la profunda crisis económica y social actual. La cooperación multilateral es relevante, pero las respuestas a nuestros problemas no están en el G20 ni en el FMI. -¿No marca también un reconocimiento de esas potencias? -Es un reconocimiento a un programa económico que las favorece. Están apoyando un programa económico de altísima especulación financiera, endeudamiento y ajuste. A la Argentina se le reserva una inserción internacional primarizada, el propio gobierno sólo apuesta a una cosecha récord. -¿Esta cumbre se podría haber hecho durante el gobierno anterior? -La presidencia del G20 es rotativa entre los países miembro y eventualmente te toca. Este año se esperaba que fuera en América Latina. Para postular al país es necesario evaluar pros y contras en función de tus prioridades estratégicas. Ser anfitrión involucra costos financieros, una ciudad blindada que complica mucho a los habitantes, una parafernalia de seguridad. Entre los beneficios tenés la oportunidad de terciar con más peso en la agenda global, impulsando tus prioridades e intereses propios y de la región. En este caso eso faltó, como parte de una política exterior sobreideologizada y una mala lectura del mundo. -¿Por qué sobreideologizada? -Hay una visión de que congraciándose con los intereses de los poderosos, en especial de Estados Unidos, esto va a derramar en beneficios para los argentinos. Es una teoría del derrame en la política internacional. Un derrame que nunca llega, que siempre falla, porque los líderes de las potencias defienden a capa y espada sus propios intereses. Mientras Trump, con un discurso unilateral, reafirmó su alianza regional con México y Canadá con el nuevo NAFTA, Argentina llegó sola a la cumbre, con una región dividida, habiendo debilitado el Mercursur, la Unasur y la Celac, en la falsa ilusión de que subordinándose a Estados Unidos o a Europa se avanzan los intereses nacionales. Pero el mundo de libre comercio que Macri imagina ya no existe más.
Cecilia Nahón: "Esta cumbre fue una oportunidad perdida para los argentinos "
En el área de trabajo de Parque Norte, una de las sedes de la cumbre del G20 , sobresalió una voz dis