¿Puede la pasión por los colores de un equipo desafiar una religión? ¿Puede un partido de fútbol estirar hasta el límite las reglas, al punto de cometer una locura por el solo hecho de no transgredir una ley sagrada? Sí, pueden. Jonatan tiene 30 años. Es judío ortodoxo y fanático de Boca . Socio y abonado desde hace años. No se pierde ningún partido en la Bombonera. Sin embargo, los sábados su religión le impide, entre otras cosas, ir a la cancha. En su familia el Shabat se respeta. Esos días, el templo xeneize no es visitado. No solo eso. Los sábados, los observantes (un 30 por ciento de la comunidad judía) tampoco pueden trabajar, ni tocar dinero, ni manejar un auto, encender luces, ni utilizar celulares, ni ver televisión, entre otras cuestiones. El Shabat, que comienza cada viernes con la puesta del sol y culmina al día siguiente con la salida de la primera estrella, es una jornada de descanso. De introspección. De compartir momentos con la familia y con uno mismo. Pero este sábado, y el próximo 24, se produce un hecho único. Acaso irrepetible. La final de la Copa Libertadores la definen Boca y River. River y Boca. Y la pasión futbolera provoca locuras impensadas con tal de no trasgedir las leyes del Shabat, y a la vez no perderse la Superfinal de América. "Cuando Boca juega de local los sábados no vamos al estadio porque respetamos nuestra religión. Pero apenas se definió que las finales se jugaban el 10 y el 24 nos empezamos a preguntarnos a través de nuestros grupos de Whatsapp cómo hacer para ver este partido histórico", cuenta Ramón. Y explica lo inexplicable: "Alguien propuso viajar a España y ver el partido allá. Con la diferencia horaria, en Barcelona el Boca-River arranca a las 9 de la noche y el Shabat ya culminó, porque entonces ya salió la primera estrella. Parecía un delirio, pero se prendieron muchos. En total son 35 personas las que salieron este jueves de Ezeiza. Llegan a la madrugada española del viernes, pasan el Shabat allá, ven el partido y se vuelven". Ramón finalmente decidió no viajar. Todavía no definió si verá el partido desde la esquina de un bar, a través de una ventana, o si alquila con otro grupo de amigos una habitación en un hotel, en donde dejarán la televisión prendida desde el viernes. "Aunque vamos a tratar de no verlo", exclama. También pensó en ir caminando desde su casa hasta el estadio, para no tocar dinero ni utilizar el transporte público. Pero prefiere evitarlo. "No solo debería pedirle ayuda a alguien para que coloque mi carnet en la luz del molinete que te habilita el acceso al estadio, así yo no toco ese artefacto eléctrico, sino que estaría trasgrediendo demasiado la ley. Prefiero ni acercarme al estadio." En el grupo que viaja a Barcelona hay amigos, primos y tíos. Buena parte está vinculada a la industria textil. David deja en claro: "Nunca hicimos algo así. Pero tampoco se había dado algo como este partido". El viaje sólo se hará para la ida. No tienen previsto volver a volar a Europa para el desquite del 24. En parte por cuestiones económicas, y porque también entonces prefieren estar en Buenos Aires, en caso de que se dé una victoria xeneize. Beneficiados por la diferencia horaria, los fanáticos judíos hinchas de Boca que viven en Israel palpitan la gran final desde hace varios días. Cuando la pelota comience a rodar a las 17 en la Bombonera, en Tel Aviv, a 12.200 kilómetros de distancia, serán las 21 y el Shabat se habrá terminado. Moisés Caire, socio vitalicio de Boca y observador del Shabat, vive en esa ciudad israelí y forma parte de la Peña "La Bombonera". Organizó una reunión xeneize. Vía Whatsapp le cuenta a LA NACION cómo vivirá el histórico cruce. "Organizamos una reunión en una cafetería con pantalla gigante. Ya confirmaron su presencia cerca de 100 hinchas de Boca. No será lo mismo que verlo en el estadio, como sí hice en la semifinal contra Palmeiras, pero alentaremos a la distancia". Sobre el Shabat explica: "Por suerte la diferencia horaria nos favorece. De otro modo, no hubiera podido ver este partido histórico. En mi familia estamos acostumbrados a celebrar el Shabat. Es un día en el que no utilizamos luz eléctrica, ni usamos el celular, ni trabajamos, ni manejamos un automóvil. Incluso, para aquellos que tienen cocina eléctrica existen unas planchas térmicas para recalentar la comida, que se cocina los viernes. Quizás es difícil de comprender para aquellos que no cumplen con el Shabat, pero quienes hemos crecido con esta tradición es completamente normal. Es un día muy especial." Al igual que cada sábado en el que Boca juega en la Bombonera, "Bocasher", el primer local de comida kosher en un estadio de fútbol argentino, permanecerá cerrado por Shabat. La decisión religiosa no sólo les impide a los asistentes comer esos alimentos, sino que la pérdida es millonaria. El local Bocasher, ubicado en la platea media del templo xeneize, es un éxito comercial, y llega a vender 1000 hamburguesas kosher cada vez que juega Boca. A razón de 150 pesos cada una, el sábado se perderá de facturar alrededor de 1.500.000 pesos.
Viajar a Europa por dos días, la particular decisión de 35 amigos judíos para ver el superclásico y no transgredir el Shabat
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