Hay alguien que vio buena parte de lo que pasó ahí mismo, donde nadie parece haber visto nada muy preciso. Es un testigo clave para la causa Maldonado. Estuvo en el Lof de Cushamen, habitado por mapuches radicalizados, en el que se rastrean indicios sobre Santiago Maldonado. No es un gendarme. No es un mapuche. Es maestro. De música. Sindicalista militante. Se llama Eduardo Pastorini. Clarín accedió a videos y fotos donde por primera vez se lo puede ver, discreto, como oculto, en varios de los acontecimientos extraordinarios que ocurrieron en esas horas dramáticas en Leleque. Vio. Escuchó. Grabó. Filmó. Fotografió. Calló. Por ahora. ¿Por qué? El testigo llegó el 31 de julio, se sumó al corte de la ruta 40, kilómetro 1.848, al lado del predio de esa comunidad aborígen. Estaba encapuchado. Se quedó hasta el otro día, 1 de agosto, cuando ya nada más se supo de Maldonado. Incluso se puede ver al testigo silente filmando el momento en el que los gendarmes se van del lugar en el que habían perseguido momentos antes a diferentes habitantes del lugar con el objetivo de detenerlos. El camión se va sin que nadie les grite. Camino al predio, algunos de sus habitantes entran abrazándose. Pastorini nunca declaró ante el juez que investiga esta historia, Guido Otranto. La Justicia no lo convocó para saber qué sabe. Y sabe. El testigo estuvo siempre allí donde ocurrieron hechos de posible relevancia para la causa Maldonado, pero nunca destacándose en el centro de la escena. En los videos exclusivos de Clarín se lo ve mirando o registrando como si no quisiera atraer ninguna mirada. Él sí quería ver. Como al margen, pero en primera fila. A las seis de la tarde del 31 de julio, en el corte de la ruta, ocho personas y un perro que los acompañaba en ese piquete giraron todos sus cabezas cuando lo vieron llegar. En ese primer momento, al testigo se lo ve abrazando a uno de los impulsores de las protestas por la liberación del líder de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), inscripto ante el Estado con el nombre de Facundo Jones, quien para sus seguidores tiene otro apellido callejero: “Jones Huala”. El encapuchado bienvenido estaba allí junto al menos de una decena de activistas. Todos con cara tapada. Lo saludaron como si lo conocieran mucho, según se ve en imágenes que filmó la Gendarmería. Un día después, ya sin nada que escondiera su rostro, vestía los mismos pantalones azules, borceguíes marrones y la campera verde con la que había llegado al corte de ruta. El testigo no es una de las tantas personas o curiosos que se acercaron al Lof de Cushamen, el sitio donde la Justicia encaminó en estos días la búsqueda del desparecido Santiago Maldonado. A ese predio solo se entra después de pedir permiso a una guardia siempre alerta, algo que le ha pasado al propio juez Otranto. La tranquera es el inicio del camino al centro de las 1.500 hectáreas en las que se especula que aún pueden detectarse rastros -de distintas variables-, de Maldonado. En la causa de Otranto no hay elementos jurídicos sólidos que prueben que el tatuador estuvo allí el 1 de agosto, algo que rechaza la familia del joven y los impulsores de un habeas corpus para encontrarlo de inmediato. Ellos aseguran que fue detenido por los gendarmes que entraron al Lof para llevar a la cárcel a los piqueteros de la ruta, que luego de ser despejada empezaron a agredirlos. Esa es la versión oficial de los hechos. Dentro del campo de Cushamen, inmenso, frío y cruzado por el Río Chubut, estuvo caminando y registrando varias escenas el misterioso testigo que no habló. El 1 de agosto ocurrieron combates allí entre gendarmes y mapuches radicalizados vinculados a la RAM. Cuerpo a cuerpo. A los piedrazos y gritos. Con armas anti disturbios, como mínimo. El testigo Pastorini pasó a estar bajo sospecha en la investigación cuando fue descubierto en filmaciones varios días después. Había llegado, como se dijo, encapuchado, el 31 de agosto al corte de la ruta, adonde hizo feliz al perro antes aludido que lo recibió con movimientos que manifestarían sincera alegría canina. La imagen está filmada. Pero después, algo descubierto tras una pesquisa fílmica sobre sus movimientos, Pastorini empieza a llamar la atención. Sin querer hacerlo. Los investigadores lo descubrieron siempre cerca varios de los conflictos en el Lof el 1 de agosto, registrados por cámaras y celulares, que se desataron durante ese día aun insondable en Cushamen. Ese nombre, en el ya perdido idioma tehuelche meridional, significaría “desolado, mudo, sin voz”: así lo consignan estudiosos de esa etnia originaria y ancestral de la Patagonia de la que quedan rastros solo para antropólogos y especialistas en comunidades que ya no están. El testigo Pastorini fue detectado el 1 de agosto en el puesto vigilancia del Lof. Faltaban pocos minutos para la cinco de la tarde cuando también se acercó a escuchar, ver, ¿y registrar?. ¿Por qué no llevó al juzgado su voz y sus imágenes? El juez y el testigo tendrá sus razones para no haberse cruzado en los tribunales. El testigo participó de una de discusiones entre gendarmes y mujeres que estaban en un paraje de la zona. Ellas pedían seguir juntas porque aparentamente los agentes querían separarlas, aunque nunca se ve que se acercan a ellas, al menos en los videos a los que accedió Clarín. Sí se ve allí al testigo Pastorini que incluso intercambia palabras con los gendarmes. Él cumple las órdenes para no molestar el accionar de la fuerza, pero siempre estando cerca de lo que pasaba. Registrándolo. Con la vista. O su cámara del celular. Ese 1 de agosto, en el que se denunció la desapareción del Lof del joven Maldonado por parte de la Gendarmería, Pastorini registró en su cámara cómo se retiraron los agentes de esa fuerza en el último camión que dejó el lugar que les cambiaría la vida. Sacaba fotos y filmaba. Como había hecho todo el día pero dentro del terreno. Ya sin capucha. Eduardo Pastorini no declaró en la Justicia a pesar de la gravedad de los hechos que denunciaron sus compañeros que ocurrieron allí donde estuvo él. El juez no lo citó tampoco para saber qué sabe. En los registros públicos, Pastorini figura como empleado del Gobierno de Río Negro, al mando de Alberto Weretilneck, en su momento kirchnerista. El testigo toca la guitarra en eventos vinculadas a las Madres de Plaza de Mayo en Bariloche. Es además vocal del Sindicato de Trabajadores Judiciales de Río Negro. Milita en el kirchnerismo. Marchó, sin capucha, por la liberación de Milagro Sala. Junto a la CTA K y ATE, también alineado con el kirchnerismo. Y con La Cámpora.
El misterioso testigo K que vio todo el corte de ruta de los mapuches
Se llama Eduardo Pastorini. Es vocal del gremio de los judiciales de Río Negro. Estuvo en el Lof Cushamen el 31 de julio -encapuchado- y el 1° de agosto.