Política

Marcelo Birmajer, sobre la era Kirchner: "Estábamos bajo un déspota, un monarca que se comportaba de manera medieval"

El escritor dijo en una entrevista con Infobae que la violencia de los Kirchner fue aún más peligrosa que su corrupción y afirmó que el matrimonio se convencía a sí mismo de que "robaba para la revolución"

Entre la cofradía de escritores argentinos, Marcelo Birmajer fue uno de los primeros intelectuales en arremeter contra "la opresión del gobierno autoritario de los Kirchner", cuando la pareja ejercía su poder omnímodo y "Cristina intimidaba a la prensa y a los ciudadanos por cadena nacional". Sin pelos en la lengua, durante años describió al latrocinio como política de estado del ex binomio presidencial, al tiempo que denunciaba su alianza simbiótica con Hugo Chávez y Nicolás Maduro, como carnadura de la revolución nacional y popular. El escándalo de los cuadernos no hizo más que ratificar, dice, algo que tanto él como el resto de la sociedad ya sabían. Aunque "los Kirchner se decían a sí mismos que estaban robando para los pobres y para la revolución", dice Birmajer a Infobae. Polemista, hace tiempo que la trastienda política, pasada o actual, se cuela en gran parte de sus ficciones. Quizás por ese nervio político, cuestionador, integró como guionista el equipo de Jorge Lanata en Periodismo Para Todos cuando se revelaban los atracos y los bolsos descriptos en los "diarios" del chofer Oscar Centeno. Guionista eficaz en TV, más irónico y hasta por momentos desopilante como cuentista y novelista, el vaciamiento moral del país fue su concepto de cabecera durante el anterior gobierno. De allí saltó al ensayo en formato libro para ahondar en la mordaza a la libertad de expresión en la era k para más tarde diseccionar las Grandes y pequeñas mentiras que nos contaron junto a Marcos Novaro, sobre los relatos K. Ex militante trostkista, poco antes de integrar la primera camada de periodistas de Página 12, Birmajer tuvo un cambio ideológico copernicano como defensor de la libertad y de la ética política, que terminó con un respaldo público al proyecto de Cambiemos. —¿Seguís el escándalo de los cuadernos? —No me queda otra: está en todos lados. Imposible abstraerse, aunque no lo intento tampoco. —¿Qué sorprende más: House of cards o este folletín diario que nos bombardea diariamente con revelaciones? —Por momentos parecía que House of cards imitaba a la realidad argentina: en la última temporada, que no me gustó, Underwood arregla con la esposa cómo se van a ir alternando en el poder cada cuatro años. Ahí parecía que imitaban a Néstor y a Cristina. La serie y la realidad son igualmente sorpresivas. No hay exageración en la ficción respecto de la realidad y viceversa. —¿Qué te pasa a vos con esas revelaciones, con la dimensión y velocidad que ha adquirido el escándalo de los cuadernos? —Creo que es algo que estaba escrito en una tinta a la que no le habíamos echado limón. Era algo que todos veíamos, pero que no se había puesto por escrito. Se está haciendo justicia. No hay una sorpresa en cuanto a la información. Hay una sorpresa en cuanto a que se revele la información en los titulares de los diarios y en los programas de televisión. Lo más sorprendente de todo es que el juez y el fiscal atiendan a esa realidad. Esa es la sorpresa, no los datos, sino que se ponga blanco sobre negro con evidencias comprobables. —¿Cómo fue posible semejante desfalco al país? —Lamentablemente, la mayor parte del electorado los votó. Con el poder político, el robo que se había empezado a instaurar desde 2003 a 2007 se convirtió en una montaña rusa de corrupción sin control en los dos períodos de Cristina. Hay que ver si el electorado se sintió tan irritado por la corrupción al momento de votarla como nos sentimos la mayoría de los argentinos ahora. Eso creo que fue uno de los motivos por cuales pudo suceder. El segundo motivo fue que hubo una justicia muy pasiva que no ponía los puntos sobre las íes a casos de corrupción que eran, no sé si evidentes, pero sí bastante explícitos. El tercero fue que utilizaron las fuerzas de seguridad, recaudatorias y una ideología fanática para silenciar y perseguir a los disidentes, de modo que durante un largo período de tiempo pudieron acallar a las voces críticas haciendo peligrar su propiedad y su libertad. Y en el caso del fiscal Nisman si bien no se la puede acusar de haberlo asesinado, sí la podemos acusar de que hubo un asesinato con motivación política, donde el poder pudo operar para que no sepamos la verdad. —Como ex guionista del programa de Lanata tuviste acceso a muchas de las revelaciones que se están probando hoy. ¿Fue ahí donde te convertiste en un gran detractor del kirchnerismo? —Fue al revés. Sin ninguna vanidad, yo estaba enfrentado al kirchnerismo de manera explícita desde 2010. El programa fue en 2012. Lo cierto es que en el círculo intelectual, literario y artístico, había mucha más simpatía por el kirchnerismo que disidencia. Entre los pocos disidentes que había, me tocó que me llamaran para el programa de Lanata. —¿Algo en particular desencadenó esa pública disidencia? -Sí, cuando Hugo Moyano, que ahora está volviendo a ser kirchnerista, impidió la salida de los diarios La Nación y Clarín. Por entonces él era colaboracionista de los Kirchner. En Clarín me preguntaron cuál era mi opinión y yo dije que era censura paraestatal. A partir de ahí me empezaron a perseguir con todos los medios. Daba charlas contratado por el Ministerio de Cultura en pueblos, villas miserias y escuelas rurales para hablar de mis libros. No era para vender humo como hicieron muchos de los que eran simpatizantes del kirchnerismo. Lo hacía en los gobiernos anteriores como escritor. Todos los escritores —kirchneristas y no kirchneristas—, lo hacíamos. Cuando asumió como secretario de Cultura Jorge Coscia y yo dije aquello en Clarín, me llamaron y suspendieron uno de los viajes un día antes de viajar. "¿Por qué?", pregunté. "Prescindimos de tus servicios", dijeron. Fue un llamado siniestro. Luego en las redes sociales y en 6, 7, 8 me "homenajearon", me mandaron a la AFIP y desconocidos me tocaban el timbre de mi oficina una y otra vez. —¿Cuál es tu percepción sobre cómo recibe este escándalo, con la estampida de arrepentidos, el resto de la sociedad? —Creo que con preocupación, con inquietud pero también con alivio de que se termine la costumbre de robar. Escucho que algunos analistas se preocupan porque puede haber inestabilidad económica por las revelaciones. Creo que es al revés: la inestabilidad económica que padecemos está ligada a la corrupción. El avión ya estaba en turbulencias; para salir de la turbulencia hay que hacer justicia. En las tragedias griegas hay peste, inquietud, un clima enrarecido porque hay un clima que se está ocultando. No al revés. La revelación de la verdad y la justicia siempre contribuyen al bienestar. Puede haber un momento de turbulencias pero es para ir hacia algo mejor. El crimen y el robo nos condenan a la pobreza indefectiblemente. —¿Es preferible un Lava Jato que restañe al país, aún a costa de una crisis económica? —No considero que juzgar a ladrones vaya a generar una crisis económica. Creo que si la hay es por ineficacia del gobierno y no porque se haga justicia. ¿Cuántos delitos permitiríamos con tal de que no suba el dólar o se frene la obra pública? No podés permitís que una serie de imputados que robaron queden impunes porque temés las consecuencias económicas. Creo que no podemos vivir así. —La obra pública bajo sospecha puede producir un enorme parate… —Si hay una empresa que queda descabezada. Irá preso el que cometió el delito, y el capital de esa empresa quedará en manos de un gerente que querrá seguir adelante con los trabajos. Y si no hay apoyo de los inversores a esa empresa cuestionada, apoyarán a la que no son cuestionadas. Me parece que no es imposible pensar cómo se siguen esas obras haciendo justicia al mismo tiempo. —¿Qué costos creés que la sociedad está dispuesta a pagar para regenerar el país? —No se puede callar o dejar de actuar para que las cosas funcionen. ¿Qué hacemos con Diego Cabot, el periodista que reveló esto? ¿Y si sigue hablando? Ojo que se va a disparar el dólar. No hables más, no cuentes que tal robó. Eso es mucho más peligroso que ver cómo arreglar la economía. Debe haber un Estado que sepa cómo tramitar este problema. Me parece que hacer justicia no va a paralizar el país, pero quedarnos en el medio sí. —Luis Betnaza, el hombre fuerte de Techint, dijo que se cansó de que todos los gobiernos le pidieran coimas. ¿En qué categoría entra el kirchnerismo? —Creo que es un menemismo que duerme tranquilo, con una ideología auto convincente. Los Kirchner se decían a sí mismos que estaban robando para los pobres y para la revolución. Con su alianza con las madres de Plaza de Mayo, con Hugo Chávez, Correa y Evo Morales se veían como un nuevo grupo revolucionario que iba a distribuir la riqueza. La distribuyeron entre ellos. Hasta Lula cayó preso por causas de corrupción, que era el más sensato y el más efectivo de todos ellos. Que todos, empresarios y funcionarios, sean juzgados. Y si eso ocurre no creo eso vaya a afectar de manera negativa al país. —Estela Carlotto puso en duda la veracidad de cuadernos porque estaban bien escritos por un chofer… —No coincido con eso de que sus dichos fueron discriminatorios por cómo escribe un chofer. Sí creo que Estela de Carlotto tuvo dos participaciones muy nocivas para la democracia argentina. Una fue en la marcha del Día de la Memoria del 2014 en la que reivindicó a Hugo Chávez, creo que desde el balcón de la Casa Rosada. Y Chávez dio un golpe de estado contra Carlos Andrés Pérez en 1992 y por eso fue encarcelado. Todo el arco político debería estar en contra de los golpes de estado porque son los que en Argentina produjeron la apropiación de niños. El gran aporte de las abuelas fue recuperar la identidad de los chicos apropiados. Esa debe ser la causa de todos los argentinos. Y Carlotto apoyó el golpe de estado de Chávez. Eso es inadmisible. También apoyó a las organizaciones armadas al reivindicar al ERP y a Montoneros. Ahí lo mismo: tenemos que defender la democracia porque Montoneros pedía "cuanto peor mejor", Firmenich, literalmente, quería que viniera el golpe de estado de Videla y el ERP asesinaba gente en democracia. Mató en el ´72 al luchador antifascista Oberdán Sallustro (Director de Fiat). Y nosotros tenemos que combatir al fascismo y no a los antifascistas. Entonces, creo que Carlotto debería defender la democracia que es la que permitió que se recuperaran tantos nietos apropiados y no a las dictaduras ni a aquellos que asesinan en democracia y promueven dictaduras. —¿Hasta qué punto negar la realidad con las evidencias que aporta el aluvión de arrepentidos, como hace la mayoría de los militantes kirchneristas, no es una forma de complicidad? —La última novela que acabo de publicar se llama El rescate del Mesías. Transcurre en el año 1973 en Buenos Aires y es sobre un cómico judío que presencia cómo una monja asesina a un ejecutivo y a partir de ahí empieza a ser perseguido como testigo, por los Montoneros y por una organización de la ultraderecha peronista. Lo que se ve en la novela es que está permitido matar por causas políticas. Y que en realidad hay muchos jóvenes guerrilleros que disfrutan de la adrenalina del acto de asesinar o de la posibilidad de ser asesinados y duermen tranquilos porque hay una causa que los respalda: matan por la revolución, matan por el Che Guevara, matan por los pobres a los que ni siquiera conocen porque ellos son todos de clase media y alta. Acá tenemos una caterva de ladrones que decían también: "Robamos por la revolución, para distribuir, para que haya un gobierno popular; robamos contra el periodismo hegemónico. Incluso estamos dispuestos a destruir a ese periodismo hegemónico". Y así generaron un fanatismo. Una secta. Y las sectas no se definen por su cantidad—generalmente son pequeñas—, sino por su convicción, por su sentido áulico. Y ese sentido áulico es el que les impide ver la realidad. Y la realidad es uno de los grandes enemigos del romanticismo y de las ideas sobre nosotros mismos. —No ha salido ningún militante K, de los conocidos, a decir, al menos, "Cristina me defraudó". —No hay ninguno. Es una secta que funciona con mucha eficacia y que se niega terminantemente a ver la realidad. —El hallazgo de los cuadernos, ¿acentúa la grieta? —Ya no sé si existe una grieta. Me parece que existen kirchneristas y el resto de la población. Hay un núcleo duro de kirchneristas y los otros no es que sean macristas; muchos ni siquiera apoyan al gobierno, pero se diferencian con mucha claridad del fanatismo kirchnerista que no tiene ejemplares moderados. —¿Te sorprendieron los rasgos que salieron a la luz respecto de Kirchner y de la violencia que ejercía con sus subordinados? —Lo más grave de todo me parecen las piñas que pegaba y hacía pegar Kirchner. Estábamos bajo un déspota, un monarca que se comportaba de manera medieval. Recuerdo que Ernesto Tenembaum me entrevistó cuando Kirchner acababa de morir. Y me preguntó qué tenía para criticar. Yo dije: "No me gusta que me insulten". Por más que la economía esté estable, que el dólar no se dispare, no me gusta eso de "mirá, te estamos tratando bien, pedazo de imbécil". "Mirá qué bien que estamos, estúpido, mamarracho. " No. Necesito tanto ser bien tratado como a la estabilidad. Que no haya insultos. Que no haya afrentas contra tu dignidad. Y ese es un detalle definitorio. —Hay una patología ahí… —Eso de pegar puede llevar a cosas más graves que la corrupción. Pero no me resultó una revelación. Lo sabíamos, se había escrito, etcétera. Pero, nuevamente, ahora aparecen los testigos; la persona a la que golpearon. —¿Cómo termina todo esto? ¿Estás esperanzado para que sobrevenga una regeneración? —Esperanza es demasiado; diría que no estoy asustado. Terminé el secundario durante la dictadura militar y no sabíamos lo que venía. Todo lo que vino nunca fue tan malo como lo que había sido. Nunca fue peor que lo que padecimos durante la dictadura. Qué bueno que entramos en democracia con todo lo inefectivo y difícil que tiene la libertad. Y ahora digo exactamente lo mismo: el kirchnerismo no se puede comparar con la dictadura. Fue una cleptocracia, un régimen autoritario, violento, pero no fue una dictadura. Ahora, menos mal que terminó. Estoy seguro que lo que viene no va a ser peor. Puede ser malo, difícil, pero no va a ser peor que la cleptocracia kirchnerista. —¿Te inspira esto para una próxima novela o es demasiado tóxico?

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