Perdimos una batalla, duele, pero no seríamos verdaderas feministas si abandonáramos la lucha. A minutos de que un grupo de senadores, a contramano de la historia, se opusiera a reconocer el derecho a la autonomía de la mujer sobre su propio cuerpo, es importante que podamos mirar nuestro propio triunfo. Ese triunfo que no se consagra hoy en la letra de la ley pero que no deja de ser enorme. El movimiento feminista argentino sumó en los últimos meses cientos de miles de jóvenes, varones y mujeres, a sus filas; logró que una parte mayoritaria de la sociedad reconozca los derechos aún no consagrados para las ciudadanas mujeres en nuestro ordenamiento jurídico, consiguió generar conciencia social sobre el embarazo adolescente, la falta de políticas de educación sexual, el incumplimiento sistemático de la leyes de salud sexual y reproductiva, y el recurrente cercenamiento a los derechos humanos de niñas y mujeres violadas en nuestro país, a las que se les niega el aborto legal. Supimos construir una mayoría política y social transversal en la lucha por la ampliación de nuestros derechos y nos hemos convertido nuevamente en un faro para América Latina donde el debate no dejará de multiplicarse. La conquista de un derecho nunca es un camino sencillo, pero éste es el siglo de las mujeres y en la plaza estuvimos las que no vamos a bajar los brazos hasta hacer de la Argentina una sociedad cada vez más paritaria. Somos varias generaciones de mujeres unidas con la esperanza de que la Revolución de las Hijas conquiste nuestros derechos. Ellas son el futuro, y nosotros vamos a acompañarlas. Estamos cruzando el puente Edmund Pettus, este fue sólo el primer intento. Después de que nos sequemos las lágrimas mezcladas con glitter, volveremos a empuñar nuestros pañuelos verdes hasta que en la Argentina varones y mujeres, que nacemos libres e iguales, gocemos de la misma dignidad y derechos. Nosotras seguiremos unidas, reclamando democrática y pacíficamente porque como Gandhi tenemos la convicción de que "mañana tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados. Pero no podremos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a pelear" #SeráLey.
Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan
Silvia Lospennato