Una posible reconstrucción de la escena, que será vertiginosa, es esta: a la una y media de la tarde del lunes 19 de julio de 1976 alguien llama a la puerta del departamento "B" del cuarto piso del edificio de Venezuela 3149, en Villa Martelli. Una mujer entreabre la puerta y ve cómo una bota se mete para evitar que vuelva a cerrarla, un instante antes de que un fuerte empujón desde afuera la abra del todo y empiece el infierno. En el departamento hay dos hombres, dos mujeres –una de ellas embarazada de 6 meses – y un niño de dos años; los que irrumpen son cuatro hombres con armas largas y cortas. Hay fuego de uno y otro lado, mientras una de las mujeres se arroja al piso y protege al niño con su cuerpo. El tiroteo es breve aunque pueda parecer interminable. Pasan segundos, quizás poco más de un minuto, hasta que se apaga. Quedan tres hombres tendidos: uno es el capitán de Inteligencia del Ejército Juan Carlos Leonetti, jefe de los atacantes, muerto de un balazo; otro es Benito Urteaga, segundo en la estructura del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y capitán del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que –en esta escena congelada –quizás todavía agonice; el tercero es Mario Roberto Santucho, líder del PRT-ERP y el hombre más buscado por la dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla. Para la dictadura, Santucho no sólo era un hombre sino un símbolo. Era el nombre que encarnaba el Ejército Revolucionario del Pueblo. El ERP había seguido actuando militarmente luego de la recuperación de la democracia, en 1973, exclusivamente contra miembros de las Fuerzas Armadas. Para diciembre de 1975 ya había sido militarmente derrotado luego del intento de copamiento del Batallón 601 de Monte Chingolo, pero de alguna manera la existencia de Santucho, su liderazgo, no sólo era el motor más fuerte para la supervivencia del PRT-ERP sino una espada simbólica que cuestionaba la fortaleza de la dictadura. Después de los tiros, se escuchan gritos y golpes. Los tres atacantes que siguen vivos –cuyas identidades el Ejército nunca revelará – reducen a las dos mujeres. Son Liliana Delfino, la mujer de Santucho, y Ana María Lanzilloto, que está embarazada y es la pareja de otro integrante del Buró Político del PRT, Domingo Menna, que ha sido capturado pocas horas antes en la calle cuando se dirigía a una cita. Hoy siguen desaparecidas y lo único que se sabe de ellas es que se las vio en el Centro Clandestino de Detención que el Ejército tenía en Campo de Mayo. El niño es José Urteaga, hijo de Benito y Nélida Augier y luego será recuperado por la familia. Las muchas reconstrucciones que se han hecho de lo ocurrido esa tarde de lunes en el departamento de Villa Martelli tienen pequeñas discrepancias, pero coinciden en lo fundamental: que el grupo de militares estaba integrado por cuatro hombres, que Mario Roberto Santucho murió en el tiroteo, que a Urteaga lo sacaron del edificio moribundo o ya muerto, y que a las mujeres y al pequeño José se los llevaron ilesos. Lo que 42 años después sigue siendo un enigma sin resolver es cómo el grupo dirigido por el capitán Leonetti –el hombre al que el Ejército le había dado la misión de "cazar" a Santucho – llegó hasta allí esa tarde. El hijo de Santucho investiga El domingo 18 de julio, Mario Roberto Santucho y otros dirigentes del PRT-ERP jugaron al fútbol en un potrero pegado al edificio donde estaba alojado, en el cuarto B de Venezuela 3149 de Villa Martelli, muy cerca de la Avenida General Paz. Los militares llevaban cuatro meses en el poder y los golpes asestados a esa organización resultaban devastadores. La propia dirección -el buró político, en el lenguaje del PRT- había decidido que Santucho dejara el país. El martes 20, con pasaporte falso, el máximo líder de la guerrilla marxista leninista, saldría desde Ezeiza con una combinación de vuelos que tendría como destino final La Habana. Sin embargo, el lunes 19 al mediodía, el capitán Juan Carlos Leonetti y tres militares más, vestidos de civil, con pistolas y fusiles FAL de culata rebatible, llegaron en un Ford Falcon al edificio de la calle Venezuela. ¿Qué pasó para que solo cuatro militares, sin un operativo de envergadura, subieran y golpearan a la puerta del lugar donde estaba el hombre más buscado por la dictadura de Jorge Rafael Videla? Se escribió mucho al respecto y quien tiene los datos organizados con la precisión de un reloj a cuerda es Mario Santucho, quien entonces tenía menos de un año y no estaba en la casa. Mario es el único hijo que tuvieron Mario Roberto Santucho y Liliana Delfino. En febrero de ese año había salido de la Argentina junto a otros miembros de la extensa familia Santucho y estaba por entonces en Cuba. Hoy, a los 43 años, es sociólogo, editor de la revista Crisis y todavía juega al béisbol, deporte que aprendió de sus años en La Habana. -Hay tres hipótesis respecto de qué pasó aquel 19 de julio –dice Mario, quien recogió datos y documentos de dirigentes del PRT que sobrevivieron y estuvieron cerca de aquel acontecimiento. El infiltrado de alto nivel Santucho hijo pasa revista a esas conjeturas. -La primera es que el departamento haya sido "cantado" (entregado) por algún miembro de la dirección partidaria. Esa es la idea de la traición y es indemostrable – dice. Para desestimar esa posibilidad, cuenta que quienes quedaron al frente del PRT -con Luis Mattini como secretario general, tras las muertes de Santucho y Urteaga y la captura de Menna- decidieron frenar la investigación interna porque se hacía crecer la desconfianza entre los propios compañeros de su padre. La investigación a la que alude Mario Santucho estuvo a cargo de uno de los mejores cuadros de contrainteligencia del PRT, Nélida "Pola" Augier, que estaba convencida de que el partido había sido infiltrado en el máximo nivel y así se lo hizo saber a Mattini. Pola interrogó a una serie de dirigentes del partido y fue descartándolos uno por uno hasta que en su lista quedó un solo nombre, el de Julio Oropel, "El Negro", miembro del Comité Ejecutivo de la organización. Oropel había trabajado como obrero en la Fiat y había sido detenido con su pareja y compañera de militancia en Córdoba en 1974. Pese a que se lo tenía identificado como un alto dirigente del PRT, en 1975 se le dio la opción de salir del país, mientras que su mujer –una militante de menor nivel que él – quedó encarcelada. El Negro volvió al país de manera clandestina y, pese que nunca habían quedado claras las razones por las cuales lo habían liberado, recibió mayores responsabilidades dentro del partido. En su libro "Los Jardines del Cielo", Augier cuenta cómo la dirección del PRT le ordenó dejar la investigación. "El sospechoso, señalado por la contrainteligencia como posible delator del Comandante (Santucho), reunió a miembros de la dirección y los convenció de que era mejor dejar de lado las investigaciones que podrían involucrar a cualquiera. Sobraban argumentos para sostener esto: las circunstancias por las que atravesaba la organización; el aparato no estaba integrado por profesionales formados en técnicas de inteligencia y contrainteligencia, sólo militantes de confianza y la responsable de la investigación vivía una etapa que podía dificultar su objetividad. Paula (así se nombra a sí misma Augier en el libro) se entrevistó con el nuevo Secretario General (Mattini) y éste le indicó que debían suspender la investigación. Según él, el partido no estaba en condiciones. Nunca esperó que Mattini entendiera la esencia de su trabajo, especialmente porque nunca supo, salvo de segunda o tercera mano, lo que ellos hacían". La filtración de Montoneros Más de cuarenta años después de la muerte de su padre, Mario Antonio Santucho sigue repasando las diferentes conjeturas. -La segunda hipótesis que se barajó en aquel momento es que Montoneros hubiera dado información que permitiera llegar hasta ese departamento. También es una posibilidad remota. Desde algún tiempo, el PRT-ERT, Montoneros y la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO) habían empezado a tener conversaciones para conformar la Organización para la Liberación Argentina (OLA), donde sin renunciar a sus diferencias intentarían coordinar las acciones políticas y militares de resistencia a la dictadura. En la agenda estaba la preparación de una reunión entre Mario Firmenich, líder de Montoneros, y Mario Roberto Santucho antes de que éste saliera del país. El encargado de hacer el enlace por el lado de Montoneros era un asistente del número dos de la organización peronista, Roberto Perdía. Este hombre fue secuestrado dos semanas antes del 19 de julio. A lo largo de los años, Perdía se contradijo cuando se le preguntaba sobre este hecho. En 1992, entrevistado por María Seoane para su libro biográfico de Santucho "Todo o nada" dijo no haberse enterado del secuestro, pero en 2013 aseguró que "trataron de dar aviso del secuestro por canales indirectos pero que no llegaron a destino". El encargado de hacer el enlace por el PRT era Ángel "Petete" Gertel, y la sospecha es que a través de la cita con Montoneros los servicios de Inteligencia hubieran podido acceder a la cúpula del PRT. En ese sentido, aunque Santucho tenía una confianza plena en Gertel, no era imposible que se le "hubiera pegado" alguien por esa vía. Santucho hijo descarta esa posibilidad y explica por qué no tiene lógica. -Había un militante que tenía una cita con un enlace de la conducción de Montoneros porque en ese entonces el vínculo entre las dos organizaciones era bueno, pese a los golpes represivos. Pero por sobre todas las cosas, la hipótesis no cierra porque es cronológicamente imposible. Gertel fue capturado el mismo 19 de julio en la localidad de Santos Lugares, en el Gran Buenos Aires. Sin embargo, una investigación posterior, encarada por Diana Cruces, compañera de Gertel, pudo determinar que su secuestro ocurrió a las tres de la tarde, es decir, dos horas después de la irrupción de Leonetti en el departamento donde estaba Mario Roberto Santucho. La boleta del nebulizador La tercera hipótesis es, a criterio de Mario Santucho, la más convincente: Domingo Menna –tercero en la conducción del PRT – había alquilado un nebulizador en una farmacia para su hijo Ramiro. La boleta de ese nebulizador estaba en el bolsillo de Menna. Todo indica que los militares, tras capturar a Menna la mañana del 19 de julio, fueron a la farmacia para averiguar la dirección que había dejado para el alquiler del aparato: Venezuela 3149. -¿Cómo lo capturan a Menna? – le pregunta Infobae a Mario Santucho. -Mi tío Julio Santucho recibió una carta de puño y letra de Eduardo Merbilháa, miembro del buró político del PRT, donde están los indicios ciertos de que a Menna lo entregó un ex militante del PRT, capturado por el Ejército un tiempo antes y que negoció entregar a Menna a cambio de que no mataran a su mujer y sus hijos. Merbilháa llegó ese lunes 19 de julio pasadas las 13 al edificio donde estaban los máximos dirigentes del PRT. Había ido con Alicia, su compañera, en un auto que dejaron sobre la calle Venezuela. Merbilháa se detuvo a conversar con el grupo de muchachos con quienes el día anterior habían compartido un picado. Alicia, en cambio, fue al interior del edificio. Una vecina le dijo: "¿Se enteró de los ruidos de disparos en el cuarto piso?". En simultáneo, los muchachos ponían sobre aviso a Merbilháa. La pareja volvió raudamente al vehículo en el que habían llegado y no encontraron los típicos retenes de contención que se montaban en los alrededores de un allanamiento. Especialmente si tenía como propósito capturar a Santucho y la máxima dirigencia del PRT-ERP. -La carta está en mi poder y brinda detalles que permiten reconstruir lo que, a mí criterio, es la principal hipótesis –dice Santucho hijo. El militante que habría entregado a Menna a cambio de salvar la vida de su familia era un médico que formaba parte de un desprendimiento de esa organización ocurrida a principios de 1973. -De ese médico nunca pudo precisarse la identidad –aclara Santucho. Con destino desconocido Uno de los centros de operaciones y de Inteligencia contra el PRT-ERP estaba en la Guarnición de Campo de Mayo del Ejército. Allí, el teniente coronel Pascual Guerrieri estaba a cargo del llamado Batallón 601, el órgano de inteligencia que logró la detención de Menna. Lo que se habría salido de molde es que el capitán Leonetti, al obtener en la farmacia los datos de la casa de Menna, debía volver a Campo de Mayo y darles las novedades a sus superiores. En cambio de ese gesto disciplinado, todo indica que Leonetti actuó por su cuenta y riesgo. Acompañado de los otros tres militares fue al departamento, golpearon la puerta y alguien abrió. Es probable que haya sido Liliana Delfino quien pegó el grito no bien advirtió que un pie se interponía en la puerta y no podía cerrarla. El intercambio de disparos fue breve y tanto Leonetti como Santucho y Urteaga cayeron al piso, malheridos o muertos. -De estos y otros datos, se deduce que Leonetti y su gente, al obtener la dirección de Menna en la farmacia, en cambio de concurrir a Campo de Mayo para darle la información a Pascual Guerrieri, decidieron actuar por su cuenta. De allí que no hubiera refuerzos en la zona y, sobre todo, que no esperaran encontrar a Santucho allí dentro. Merbilháa envió esa carta en octubre de 1976, apenas unos pocos días antes de que un grupo operativo diera con él y lo capturara. Desde entonces está desaparecido. -¿Qué dijo el Ejército? – pregunta Infobae. -Ya pasaron más de cuatro décadas y el pacto de silencio sigue siendo tan hermético que aun no sabemos cómo llegaron los militares al lugar, tampoco dónde están los cuerpos. Y los únicos que pueden aclarar qué pasó ese día son quienes participaron del operativo, directa o indirectamente. Quizás incluso hayan papeles escondidos que sirvan para reconstruir lo sucedido. Es increíble que después de tanto tiempo sigan sin poder decir la verdad –dice Santucho hijo. Hasta hoy, nadie ha informado a sus familiares donde están los restos de Mario Roberto Santucho, Betino Urteaga, Alba Lanzilloto de Menna y Liliana Delfino. El hijo de Alba Lanzilloto y Domingo Menna, nacido en Campo de Mayo, es el nieto recuperado 121. Vivió 40 años sin conocer su verdadera identidad.
Así investigó el hijo del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho las tres hipótesis sobre la muerte de su padre
El 19 de julio de 1976 un grupo del Ejército irrumpió en un departamento de Villa Martelli. Hubo fuego de uno y otro lado. Allí murieron el jefe máximo del ERP y su segundo. Cuarenta y dos años después aún no está claro cómo encontraron a al jefe guerrillero justo un día antes de su partida a Cuba. La teorías de un infiltrado, un delator y una fatídica boleta de farmacia