El dólar se acercó a los 30 pesos, el rendimiento de las Lebac que vencen pasado mañana trepó al 60 por ciento anual en el mercado secundario y el Banco Central quedó atado de pies y manos. Las exportadoras de cereales prometen liquidar pero lo hacen en cuentagotas especulando con una cotización más alta y los grandes bancos, locales y extranjeros, se comprometen a apoyar mientras avanzan en la dolarización de activos. El gobierno de Macri corre contra reloj para evitar un descalabro mayor, cuando ya es la crisis cambiaria más importante desde el estallido de la convertibilidad por la magnitud de la devaluación y pérdida de reservas. En dos días hay otro mega vencimiento de Lebac, la bomba que dejó la conducción frívola e incompetente de Federico Sturzenegger-Lucas Llach en el Banco Central, pero faltan cuatro o cinco días hasta que ingresen los dólares del Fondo Monetario que permitirán intervenir en la city para calmar un poco a las fieras. La economía quedará bajo la tutela general del FMI a cambio de esos dólares, que inicialmente eran para brindar una chance electoral al macrismo el año próximo y hoy se revelan como indispensables para evitar un descontrol económico inmediato. A partir del acuerdo por 50 mil millones de dólares, con un primer desembolso de 15 mil millones en las 48 horas posteriores a la aprobación del directorio del miércoles de esta semana, cada una de las medidas fiscales, monetarias y cambiarias será auditada por el FMI. No sólo hará una supervisión general a la política económica de más ajuste del gasto público, más tarifazos y comienzo del remate del FGS-Anses para pagar jubilaciones. Los técnicos del Fondo encargados del monitoreo también recibirán información diaria, semanal y mensual de las principales variables, serán consultados en forma continúa acerca de la marcha de las metas establecidas y la Junta Ejecutiva del FMI evaluará cada trimestre, desde la primera revisión del 15 de septiembre próximo, si continúa con la línea de asistencia financiera. Del primer tramo de 15.000 millones de dólares, la mitad se utilizará como apoyo presupuestario al Tesoro para cubrir el déficit fiscal y la otra se sumará a las reservas del BCRA. Los 35.000 millones de dólares restantes serán tratados como “precautorios” y, en caso de liberarse, se distribuirán en 12 trimestres de 2900 millones de dólares cada uno, empezando el 15 de septiembre próximo y culminando el 15 de junio de 2021. La administración de la economía argentina pasará a estar bajo control del Fondo. “Además de criterios de evaluación periódicos, las condiciones incluyen criterios continuos de evaluación”, precisa el documento. No dejaron nada fuera del menú: hasta la forma y el monto de intervención en el mercado cambiario del Banco Central, en la venta al contado y a futuro de dólares, quedará bajo inspección permanente. Esta operatoria como otros manejos funcionales de la economía será auditada. Así quedó explícito en la Carta de Intención que rubricaron el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el ahora ex presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. En varios pasajes del documento de 33 páginas se pueden encontrar frases como “consultaremos con el FMI sobre la adopción de estas medidas adicionales” o estamos “comprometidos con mantener la habitual política de diálogo con el staff del FMI” o vamos a “proveer los datos e información que soliciten para monitorear la implementación del programa”. Las atribuciones entregadas son muy amplias. Hasta se incluyó que el FMI brindará asistencia técnica a la Oficina Anticorrupción y a la Unidad de Información Financiera (UIF). Se desconoce qué tipo de colaboración pueden ofrecer los técnicos del Fondo a esas dos dependencias públicas, que durante el macrismo se han convertido en vehículos de persecución a opositores y de protección a funcionarios del gobierno sospechados de corrupción. Tal es el nivel de dependencia a la que se ha comprometido la economía macrista, que si la tasa de inflación de este año supera el 32 por ciento anual en diciembre próximo el acuerdo puede caerse. La tasa de interés no descenderá del 40 por ciento hasta que no haya señales “tangibles de que tanto la inflación realizada como las expectativas de inflación a fines de 2019 comienzan a bajar”, adelanta el documento. La Carta de Intención borra las declaraciones políticamente correctas que en las últimas semanas ofrecieron funcionarios del gobierno de Macri y del FMI. Unos diciendo que ahora el Fondo cambió y otros afirmando que el plan fue diseñado exclusivamente por el gobierno argentino. Dujovne presenta como un logro que haya flexibilidad para el manejo del gasto social, previendo el deterioro de la situación social por el ajuste. El elemento novedosa de este stand by, respecto a anteriores firmados por Argentina, es otro: no serán supervisadas solamente las metas fiscales y monetarias; se incluyó la de inflación. El documento señala que “las perspectivas de inflación serán una parte crítica de cada revisión dentro del acuerdo”. La evolución de la tasa de inflación será tan relevante como cumplir con la cifra del déficit fiscal. En caso de no alcanzar la meta, empezará a correr el mecanismo del “waiver” (exención o perdón) del FMI para mantener a flote el préstamo stand by. El punto 45 de la Carta de Intención dice: “El BCRA discutirá con el staff del Fondo la respuesta de política apropiada si la tasa de inflación de 12 meses del IPC excede el límite superior de la banda interior especificada (según la tabla adjunta, 29 por ciento en diciembre 2018 y 19 por ciento en diciembre de 2019). En caso de que la tasa de inflación del IPC a 12 meses exceda el límite superior de la banda exterior especificada (32 por ciento), las autoridades realizarán una consulta con la Junta Ejecutiva del FMI sobre su propuesta de respuesta de política antes de que los desembolsos del acuerdo estén disponibles. Específicamente, esa consulta con la Junta Ejecutiva explicará (i) la postura de la política monetaria y si el programa respaldado por el Fondo sigue en curso; (ii) las razones de las desviaciones de la banda especificada, teniendo en cuenta los factores compensadores; y (iii) acciones correctivas propuestas, según se considere necesario. ” El cumplimiento de esa meta de inflación será evaluado en la segunda revisión del programa, el 15 de marzo del año próximo. La segunda vuelta de la devaluación, que terminó por eyectar a Federico No me quiero ir Sturzenegger del Banco Central, fue interpretada en la city por la exigencia de dejar el mercado cambiario en libre flotación sin ventas de reservas. Esta forma de intervención es la que está comprometida en el Memorándum de Políticas Económicas y Financieras con el FMI. Pero la clave no se encuentra solamente en esa decisión conceptual, sino en la obligación pactada de cuántas reservas internacionales netas mínimas tiene que haber en el Banco Central. El stock del 4 de junio pasado fue de 23.100 millones de dólares. Este es el monto mínimo disponible –no los 49 mil millones que informa el BCRA– que debe preservarse, según queda explícito en el punto 29 del anexo II del Memorándum de Entendimiento Técnico. Por el acuerdo y hasta que no lleguen los dólares del FMI, el Central se quedó sin capacidad de intervención. La última participación fue la liquidación de unos 800 millones de dólares de la gestión Sturzenegger, intervención tan mal realizada que, en lugar de bajar la cotización, terminó subiendo. Este fue el límite para pasar de ser funcionario estrella a estar estrellado. Seguir quemando reservas hubiera puesto en riesgo la aprobación del acuerdo por parte del directorio del FMI. Con una pésima gestión diaria del mercado cambiario, evaluación que es compartida en la city, y sin dólares suficiente en las reservas, el sendero para el tipo de cambio fue ascendente. Ni el cambio de figuritas de Sturzenegger por Caputo pudo frenar la corrida, simplemente porque no hay suficientes dólares disponibles para atender la demanda. Al mesadinerista que fue ubicado en el máximo cargo del BCRA, que estará acompañado por otro especialista de Wall Street, Gustavo Cañonero (ex Deutsche Bank), sólo le queda rezar para llegar sin tantos golpes a los últimos días de la semana próxima, cuando aparecerán los dólares del FMI. El comportamiento del mercado de cambios que disparó el dólar a cerca de 30 pesos está en línea con lo asumido por Dujovne y Sturzenegger (su firma está estampada en la carta de agradecimiento a la directora gerente del FMI, Christine Lagarde). Postulan que están “completamente comprometidos” con un tipo de cambio flexible y determinado por el mercado; que se proponen limitar las ventas de reservas internacionales a períodos en que haya una “clara disfunción” del mercado; pero indican que incluso en esos casos, planean absorber las presiones externas a través de un tipo de cambio flexible y ventas de divisas muy limitadas. O sea, dejar que se devalué la moneda todo lo que el mercado estime o especule, sin mencionar que no habrá botes para todos. Los billetes verdes del Fondo que estarán disponibles para que Luis Caputo empiece a jugar en la mesa de dinero del Banco Central no serán 15 mil millones. Este es el monto del desembolso inicial pero no podrá utilizarlos todos. En la Carta de Intención aparece el compromiso de incrementar las reservas internacionales mínimas en 5500 millones de dólares a fines de este mes, para llevarlas a 28.600 millones. La suma que podrá ser liberada al mercado para satisfacer la demanda creciente será entonces de 9500 millones de dólares. ¿Para cuántos meses alcanzará? El poder de fuego del Banco Central no será de 50 mil millones de dólares, monto del paquete total del stand by de 36 meses, ni de 15 mil millones de dólares del primer desembolso luego de la aprobación del acuerdo el miércoles próximo, sino que será de sólo 9500 millones. Parte de esos billetes serán entregados a la plaza cambiaria a través de un mecanismo de subasta de divisas que aún no fue precisado, pero que está previsto para fines de septiembre. Las limitaciones impuestas al Central no serán solamente con la venta al contando de dólares; también se establecieron restricciones para las operaciones a futuro. El stock base es de 2300 millones de dólares, medido al 4 de junio pasado, y hasta fin de este mes podrá subir en 1000 millones, y no más. Desde ese monto máximo de operaciones a futuro, el BCRA tiene que empezar a reducirlo con esta secuencia: 500 millones a fin de diciembre, 1000 millones a fin de marzo próximo y 1500 millones a fin de junio de 2019. Cada uno de estos detalles, como otros, está incluido en la Carta de Intención convertida en la hoja de ruta de la economía macrista. El Fondo determinó varias limitaciones cambiarias y monetarias para la intervención del Banco Central en el mercado, con la premisa fundamental de mantener el tipo de cambio libre. Las reglas de juego establecidas por el FMI para el BCRA son las que siguen: Con ese estricto esquema monetario y cambiario que ata de pies y manos al Banco Central, si no aparece un shock de confianza que motive a inversores locales y extranjeros a ingresar dólares, para inversiones financieras o productivas, y si no se reabre el mercado voluntario de crédito internacional, la definición estampada en la Carta de Intención acerca de que “estamos completamente comprometidos con un tipo de cambio flexible y determinado por el mercado”, puede derivar en que estos días sean recordados como jornadas financieras apacibles y de estabilidad de la cotización del dólar. (email protected)
Atados de pies y manos
El análisis detallado de la Carta de Intención con el FMI revela que no son tantos los dólares que se podrán utilizar para tranquilizar el mercado. Si no se cumplen las metas de inflación, se puede caer el acuerdo. Riesgo de desborde de la cotización del dólar.