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Pesó la peor versión de Ricardo Centurión, difundida hasta el hartazgo por los medios

En Boca conocían las dos versiones del mismo Centurión: la del jugador eficiente y la del civil indolente.

Es difícil encarar el tema Centurión Boca buscando el camino de la imparcialidad. Por eso debe tomarse con pinzas la “carnicería mediática” en la que desembocó -para una parte de la comunicación- el incidente en un local nocturno que protagonizó el jugador el domingo por la madrugada (con versiones variadas y confusas) pocas horas antes de firmar su continuidad en Boca y también el comunicado que difundió el propio Centurión en las redes sociales reclamando desde una posición de víctima. Ni una cosa ni la otra. Hay hechos concretos expresados por los actores en los últimos tiempos. Desde adentro del vestuario y de los entrenamientos -dijo el técnico Guillermo Barros Schelotto- el comportamiento fue impecable. Y en la misma dirección se expresaron sus compañeros. También se vio en los partidos que su aporte fue importante para la llegada al título del equipo. Jugador desequilibrante. Rápido, gambeteador con aptitud goleadora. Sus antecedentes personales, fuera de la cancha (escrutados minuciosamente), dejaron tela para la crítica. Salidas nocturnas, excesos, supuestas peleas y hasta una denuncia por violencia de género. En el trecho abismal que va de los efectos a las causas, muy pocos repararon en las profundas carencias (de todo tipo) de su origen y la marginalidad que rodeó su crecimiento. Quizás a él lo salvó su habilidad futbolera para emerger de ese mundo peligroso y en ascenso de las privaciones. Pero eso constituye un agudo tema social que, sin duda, no corresponde tratar aquí. En Boca conocían las dos versiones del mismo Centurión: la del jugador eficiente y la del civil indolente. Cuando llegó el final del préstamo del San Pablo había que elegir entre la continuidad y la prescindencia. Ante la duda de Boca para pagar la cláusula de compra apareció una oferta del Genoa de Italia superando ese número. El jugador viajó, se hizo la revisión médica (su representante, Alejandro Mazzoni, entendía que ese destino era el más conveniente para alejarlo de ciertas compañías y de sus tentaciones) pero a la hora de firmar el contrato recibió llamadas de Boca (del entrenador y del presidente Angelici, quien igualó el ofrecimiento del club italiano y mandó los papeles ratificándolo) y decidió cambiar el rumbo, volver al club de su preferencia. Fue una actitud intempestiva, claro. Más sentimental que económica. Pero ocurrió el incidente del domingo (no distinto a alguno de los otros pero difundido y comentado hasta el hartazgo) y la dirigencia de Boca decidió dar marcha atrás con la operación anunciada. Lo curioso es que había intervenido para abortar el pase al Genoa cuando ya estaba acordado. ¿Cómo explica, entonces, su intromisión? Mucho más que una desprolijidad. Y Centurión se quedó sin opciones.

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