"Yo pensé que lo había visto todo, pero festejar un triunfo por el 0, 21% de los votos contra Esteban Bullrich, que es un tipo serio pero tiene menos calle que Venecia, me mató. Mirá que se vuelve de cualquier lado, pero de un papelón como éste donde los 20 mil votos de diferencia provienen en su mayoría de las cárceles, es imposible de remontar", nos cuenta Antonio, un vecino de La Matanza que comenzó a militar en el kirchnerismo muchos años atrás, enamorado de un proyecto que le cambió la vida: "Yo perdí todo por Néstor y Cristina. A mi mujer, a mis amigos del barrio, a varios de mis vecinos, incluso me dejé de hablar con mi hermano que me llegó a decir que estaba poseído por el demonio. Pero de a poco me fui dando cuenta que había vida fuera de la militancia". Como era de esperar, Antonio (llamémoslo así) prefiere mantener el anonimato por miedo a represalias, ya que la última vez que insinuó que estaba desencantado con el movimiento nacional y popular que dice haberle cambiado la vida a los argentinos, recibió amenazas. Desde la más simple, como fue la del verdulero, quien pasó de fiarle durante años a reclamarle que le pague los tomates en efectivo, hasta la más pesada, por parte del mecánico del barrio, que le sugirió que el tren delantero de su auto podía romperse de golpe si no se sacaba de la cabeza esa loca idea de votar a Esteban Bullrich. "No comparto para nada el modus operandi, pero los entiendo porque yo pasé por lo mismo que ellos. De adentro se siente que uno está defendiendo una causa heroica, pero desde afuera se ve como una secta". Admirado por muchos vecinos por la valentía de enfrentarse al aparato montado en el tercer cordón del conurbano bonaerense y resistido por tantos otros que lo ven como un vendido a la oligarquía, explica las verdaderas razones de su pase a Cambiemos: "Tengo 62 años, llevo 50 de esos años escuchando que las cosas van a cambiar y nada. Las mismas calles sin pavimentar, las cloacas que nunca se hicieron, el agua potable que prometieron mil veces y te lo debo, hasta que un día me encuentro con que en el resto de la provincia pusieron en marcha cosas impensadas, pero acá en La Matanza no llegan porque la mayor parte del presupuesto se usa para sostener un relato psicodélico que sólo se ve en Venezuela, Corea del Norte, Santa Cruz y nuestro municipio". Antonio no lo va a decir, pero tiene un club de fans que lentamente va creciendo en el mayor distrito de la provincia, el cual algunos quieren seguir manejando como si fuera un estado independiente. "Un día me encuentro con el Metrobus que todos conocíamos de la Capital Federal. Cuando veo los carteles de Magario que lo daban como propio me puse a averiguar qué tenían esas paradas de colectivo para generar tanto revuelo. En lugar de reirme como la mayoría, descubrí que el Metrobus es mucho más que ahorro de tiempo: es la llegada de la luz a las zonas más oscuras, es seguridad, es WiFi para conectarse con el mundo, es cubrirse de la lluvia, es la base para instalar paneles solares que servirán de distribuidor de energía barata para los vecinos del barrio. Cuando le dije a Cacho, un mecánico amigo de toda la vida, que el Metrobus terminaría siendo el caballo de Troya de Cambiemos que aniquilaría al peronismo, me dejó de hablar y al rato salió con eso del tren delantero". Uno tiende a dudar de alguien que defendió un modelo político con tanta pasión y cambia de un día para el otro. Es como si un fanático de Boca se hiciera hincha de River (o viceversa). Pero Antonio luce convencido: "El peronismo gobernó durante 72 años este país, ya sea en la función pública o en la cabeza de la gente, en base a un extraño acuerdo de que era el único partido que podía controlar el caos social. ¿Qué caos? El mismo que generan ellos para hacernos creer que este país no tiene destino. Después vino el kirchnerismo, del cual fui parte, y ahondó la grieta. ¿Sabés cuál es su peor enemigo? Las redes sociales. Porque desde que una señora de 85 años como mi madre maneja una cuenta de Facebook y se da cuenta que usan la dolorosa situación de Santiago Maldonado para reclutar zombies en las escuelas de la mano de un gremio docente, queda en evidencia la falta de escrúpulos de esta gente. Y a partir de ahí, lo que defendí durante años, se hizo insostenible. Tocamos fondo viejo". Este vecino, al que sus seguidores llaman el José Luis Espert de San Justo, acelera a fondo: "Además, ¿qué es eso de dejar el Rolex en la mesita de luz y vestirte de persona común y corriente, poner cara de buenita, un poncho y sonreírle a todo el mundo? Si Cristina quiere hacerse la María Eugenia Vidal, se acordó tarde. Para eso elijo a la gobernadora, que por lo menos demostró tener la valentía de enfrentarse a las mafias, irse a vivir a una base militar con sus hijos por las amenazas diarias que recibe y no usar el helicóptero para que le lleven el diario a la casa, sino para llegar a los lugares donde no va nadie a resolver problemas reales de la gente. A pesar de estar pasando por un momento de cambios internos que lo tienen revolucionado, se hace un tiempo para dejar una reflexión: "No quiero volver a cometer el mismo error que cometí antes. Los fanatismos no conducen a nada. Si elegí votar a Cambiemos es porque creo que hay que apoyar a un gobierno que quiere cambiar las cosas en serio. Y cuando no las esté haciendo bien seré el primero en criticarlo, pero de manera constructiva. Porque así vamos a lograr ser un país normal: apoyando y cuestionando, pero no frenando todo porque sí". Ahí lo tenés a Antonio. Ya habla como un estadista.
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