Política

Mundo troll: el detrás de escena de las fábricas de insultos en las redes sociales

¿Una oficina repleta de personas que escriben insultos? ¿Un operario que presiona un botón? ¿Programa

¿Una oficina repleta de personas que escriben insultos? ¿Un operario que presiona un botón? ¿Programas automáticos? ¿Una jefa que decide el próximo "Trending Topic"? ¿Reuniones con dirigentes políticos? ¿Dinero en negro? Un poco de todo. Los "ejércitos" de trolls y bots en redes sociales funcionan en el mundo virtual, pero están montados sobre una estructura humana. Implican inversión, contratación de personal y adquisición de programas y cuentas falsas, muchas veces en el exterior. Siete comunicadores, publicistas y técnicos informáticos que trabajaron en campañas de trolls o las coordinaron brindaron detalles sobre su funcionamiento, con la condición de que no se publiquen sus identidades ni los nombres de sus agencias. Fueron contratados por dirigentes y partidos políticos, a través de sus consultoras y agencias publicitarias, para brindarles servicios de trolls y bots (cuentas apócrifas y automáticas destinadas a agredir, cambiar el foco de una conversación pública o instalar temas). Las principales fuerzas también tienen sus propias agencias, montadas, o bien en sus locales partidarios, o en oficinas. Todo depende del presupuesto. Suelen instalarse en el Distrito Audiovisual (que comprende áreas de Palermo, Chacarita, Villa Ortúzar, Colegiales y Paternal), por los beneficios impositivos. Un equipo de trolls se divide en tres áreas: una persona o grupo que decide la estrategia (a quién hay que hablarle, a quién hay que atacar, y cómo); un equipo audiovisual que diseña las piezas que se difunden (videos, imágenes, flyers); y uno de empleados junior, que llevan a cabo las campañas. A estos últimos suelen llamarlos "monitos". Los operarios no firman contrato, se les paga en negro y se les pide discreción a la hora de referirse a su trabajo. Son estudiantes o licenciados en Comunicación o Informática. Tienen entre 20 y 35 años. Algunos tienen horarios fijos y asisten a una oficina; otros trabajan desde sus casas y envían a sus jefes capturas de pantalla de cada operación. Cobran entre 10 y 15 mil pesos por mes. Los mejor pagos son los que están disponibles a toda hora, cualquier día. "En el mundo de la comunicación política hay incendios. Un buen equipo de trolls sale a apagarlos en tiempo real, cambia el foco de la discusión cuando se necesita", sostuvo un consultor que lleva 10 años en el negocio de la propaganda política. Una licenciada en Comunicación de 28 años y un técnico en Periodismo de 42 revelaron a LA NACION que trabajaron más de un año en agencias de trolleo. Cobraban en efectivo, que les entregaban en sobres por mes. Una hacía campaña para el presidente de un país centroamericano; el otro para un intendente del PJ bonaerense. Ambos asistían a oficinas, respectivamente, en Vicente López y en Palermo, donde trabajaban con otros comunicadores. Sus tareas se dividían entre ataques por redes e instalación de ciertas palabras o frases en las listas de tendencias de las redes, llamados Trending Topic. Un "TT", según la agenda del día, puede lograrse con 300 cuentas que tuiteen sobre el mismo tema al mismo tiempo. Los gastos para realizar una campaña ilegítima en redes sociales son destinados principalmente a la compra de cuentas y software y al pago de sueldos de operarios y diseñadores. El monto total varía según la calidad y tipo de cuentas, la cantidad de empleados y su disponibilidad. Pero los dueños de las agencias admitieron que el precio se decide de acuerdo a la billetera del cliente. Las agencias compran cuentas "truchas" en redes sociales a través de internet. Entre 2008 y 2009, cuando empezaron a utilizarse en el país, solo podían adquirirse en la deep web ("internet profunda", un área de la red que no está indexada por los motores de búsqueda convencionales) o en páginas del exterior. Un consultor pionero en la coordinación de "granjas de trolls" conseguía, en 2014, cuentas falsas creadas en Vietnam; otro en Polonia, otro en India, otro en Pakistán. Hoy también están disponibles en páginas argentinas. Una cuenta validada (asociada a una línea telefónica, que permite crear perfiles en varias redes) sale entre 20 y 50 dólares. Se calculan unos 100 dólares para lograr interacciones (por ejemplo, likes) para 3000 cuentas apócrifas. Y un programa para manejar bots cuesta unos 1000 dólares. También hay programadores independientes que trabajan free lance. Un experto en informática, por ejemplo, se dedica a "incubar" perfiles en redes sociales. Los crea, por ejemplo, en Instagram, y durante varios meses emite mensajes, sigue a otros usuarios y logra que lo sigan. Cuando la cuenta se transforma en un perfil creíble, lo vende a 50 dólares. Los directivos de agencias consultados aseguraron que los partidos de todo el arco político usaron trolls alguna vez. La actividad aumenta en épocas de campaña, pero entre los principales partidos está vigente todo el año. Algunos dirigentes contratan consultoras externas, otros tienen agencias propias. O como se los llama en la jerga, "call centers". "Que existen, existen y se usan", dijo una fuente del oficialismo que trabaja en el área de comunicación digital. "Pero hay que desmitificar que son miles de monos escribiendo insultos todos los días todo el tiempo". Las fuerzas políticas, además de contratar operarios profesionales a través de agencias, convocan a sus seguidores para que "militen las redes sociales" difundiendo mensajes o cuestionando a quienes publican ideas contrarias. También les piden, por mail o mensaje privado, que "cedan" sus cuentas. Así, la central de operaciones del partido tiene a su disposición centenares de cuentas con perfiles "reales" para realizar campañas en redes sociales, lo cual le aporta mayores interacciones. Además, reduce los "castigos" que imponen las empresas de redes sociales a las cuentas falsas. Tanto Twitter como Facebook e Instagram utilizan mecanismos para detectar este tipo de cuentas y desestimarlas en las búsquedas de los usuarios o eliminarlas. El bloggero y experto en uso de redes, Fabio Baccaglioni, trabaja hace años con un software que releva conversaciones y usuarios y los vierte en una base de datos. Su sistema le permite detectar cuentas falsas y bots y distribuirlos en listas por afinidad política. Asegura que detecta, a diario, unos 20 mil usuarios falsos. "De esos, unos 10 mil son kirchneristas y otros tantos son del Pro. Pero sé que son más. Estos son los que tengo asegurados como trolls y bots. Soy exigente a la hora de categorizarlos". Muchas veces los trolls y bots se usan para desviar o modificar los focos de las conversaciones en Twitter, Facebook e Instagram sobre determinados temas. Un ejemplo reciente lo provee Baccaglioni: detectó que la mayor parte de los mensajes en Twitter el día después del asesinato de un colectivero en Tristán Suárez cuestionaban al gobierno provincial. Alrededor del mediodía, hubo un cambio drástico. La mayoría de las conversaciones criticaba a la intendencia de La Matanza. Rastreó el tipo de tuits emitidos en ese rango horario y descubrió que habían aumentado exponencialmente, y que las cuentas que tuiteaban eran falsas. Poco después, uno de las tendencias en Twitter era #RenunciaMagario. Los trolls perfeccionan cada año sus estrategias para parecer reales. Por ejemplo, publican textos con errores de ortografía o imágenes de elaboración no profesional. "Si quiero aparentar que soy alguien real, pero escribo perfecto o publico una pieza visual con buen diseño, tendré una apariencia sospechosa", dijo un exempleado de una fábrica de trolls del PJ. "En general se prefiere difundir piezas con defectos, que hacen a las cuentas más humanas". Los expertos remarcan que los servicios se perfeccionaron en los últimos años. "Hay un gris muy grande en la detección, porque muchos dejaron de funcionar exclusivamente de forma automática. Ahora las cuentas intercalan sus publicaciones con posts manuales, mensajes más elaborados. Así logran camuflarse para simular que la cuenta parezca real", dice el experto informático. Los perfiles y sus alcances son estudiados minuciosamente por las agencias, que crean cuentas de acuerdo a esas mediciones: las cuentas de mujeres rinden mejor que las masculinas; las de usuarios jóvenes "miden" más que las de los mayores. "Un perfil muy rendidor y usado como troll es el de una supuesta mujer que publica fotos de su cuerpo. Por eso es común encontrar cuentas de chicas jóvenes en poses sexy que también tuitean sobre política", dijo a LA NACION un especialista en posicionamiento en redes sociales que tiene su propia agencia de influencers y trabajó con trolls pero los dejó hace tres años. No sólo los usan políticos. También empresarios o figuras del espectáculo que quieren levantar sus perfiles públicos o limpiar sus imágenes. Un especialista relató que recibió una oferta para trabajar con las redes de un importante actor que había sido denunciado por violencia de género. Troll: cuenta de una red social que puede tener o no una identidad real que la respalde. En general se usan para agredir, pero también para instalar trending topic. Una sola persona puede manejar entre 10 y 20 cuentas. Según la atención que le preste a cada una (calidad de los mensajes) puede lograr tener un perfil más creíble. Mientras más verosímil es, mejor posicionados estarán sus mensajes. Bot: son cuentas poco elaboradas que se manejan automáticamente con un software. Una persona, con un programa adecuado, puede manejar miles de cuentas de bots. Sirven para instalar temas en la lista de tendencias de la red social o para aumentar la cantidad de seguidores de un usuario. Son más fáciles de detectar que los trolls porque sus perfiles son básicos y reproducen mensajes en masa, al mismo tiempo. Campaña sucia en redes: el objetivo de una campaña de trolls y/o bots es modificar la opinión pública creando conversaciones o Trending Topics. El logro máximo es transformarse en noticia en los medios de comunicación tradicionales. Por ejemplo, que un canal de televisión reproduzca tuits falsos o un diario mencione un trending topic impulsado por robots. La diferencia principal con una campaña legítima es que los trolls publican contenidos falsos a través de usuarios falsos. Es decir que no hay identidades reales detrás de cada cuenta. Un operario suele manejar entre diez y veinte trolls al mismo tiempo. Y una sola persona puede mantener operativos, a través de un software, a miles de bots.

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