Internacionales

¿Por qué mataron a Marielle?

La ejecución de la concejala del Partido Socialismo y Libertad y activista negra, feminista y favelada fue "un crimen de odio y un acto terrorista".

En su edición de hoy, el diario O Globo publica un editorial en el que pide no politizar el asesinato de la concejala Marielle Franco. “Queda en segundo plano el hecho de que Marielle haya sido concejal por el PSOL (Partido Socialismo y Libertad)”, dice el editorial, y agrega que tampoco es relevante que fuese mujer, negra y favelada, y que lo mismo daría si fuese “blanca y rica”. En las líneas siguientes, el editorial del diario más importante de Brasil afirma que el crimen es obra de “bandidos” y celebra que, en la masiva manifestación realizada en su homenaje en Río de Janeiro, no predominara “el color rojo” (sic), porque su muerte no debe ser “partidizada”. También dice que los gritos de “¡Fuera, Temer!” fueron “oportunismo político”. Antes que nada, como periodista, creo necesario aclarar algo. Los editoriales de los diarios no los escribimos nosotros. Salen de los despachos de los directivos de la empresa. Conozco a muchos de periodistas del diario O Globo y de otros medios que están profundamente conmovidos por el asesinato de Marielle y jamás suscribirían ese texto. Las generalizaciones, cada vez que se discute la línea editorial de los medios, son un error gravísimo. Hubo, en estos días, muchos excelentes trabajos periodísticos sobre el asesinato de Marielle firmados por diferentes colegas de los medios del grupo Globo. Pero ese editorial merece ser contestado, porque es de un cinismo atroz. La ejecución de Marielle Franco no está siendo “politizada”. Fue un acto político. Que Marielle fuera mujer, negra, favelada, bisexual, feminista, activista de derechos humanos y socialista no está “en segundo plano”. La mataron exactamente por eso. No fueron “bandidos”, fue un tipo específico de bandidos, movidos por razones ideológicas. No fue un hecho de inseguridad; no forma parte de las estadísticas. No fue un asalto. No fue una bala perdida. No fue casualidad. Al menos dos autos la persiguieron durante cuatro kilómetros. Hubo un trabajo previo de inteligencia. Los disparos fueron hechos por profesionales. No fue un disparo, sino trece. Las balas eran de la policía. El tipo de arma usada, también. No fue una víctima aleatoria. Si fuera “blanca y rica”, como dice el editorial, si no fuera mujer, negra, favelada, bisexual, socialista, activista de derechos humanos, si no fuera del PSOL, si no fuera concejala, si no tuviese más de 46 mil votos, si no fuera una “cría de la Maré” en la Cámara Municipal, si no estuviese denunciando los abusos policiales, si no fuese una opositora a la intervención militar de Río de Janeiro que el diario O Globo apoya, es decir, si no fuese quien era, podría eventualmente haber muerto en un asalto, en un accidente o en cualquier otro hecho de inseguridad de esos que le pueden pasar a cualquiera. Pero no habría sido ejecutada por quienes la ejecutaron, de la forma en que la ejecutaron. Si no fuese quien era, hoy estaría viva. Desde que la reacción popular al asesinato brutal de Marielle Franco se materializó en decenas de miles de personas marchando por las calles de cada ciudad de Brasil, en manifestaciones de solidaridad que llegan desde diferentes lugares del mundo y en una enorme presión social y hasta internacional para que su crimen sea esclarecido, comenzó una disputa de narrativas que es tan política como su asesinato. Por un lado, desde la cloaca de la política y de internet, perfiles falsos y sitios de fake news comenzaron a divulgar noticias falsas sobre Marielle: que era exesposa de un traficante de drogas, que su campaña fue financiada por el Comando Vermelho, que era “defensora de delincuentes”. Diputados de ultraderecha y hasta una jueza, admiradora de Sérgio Moro, compartieron esas noticias falsas en sus redes sociales, por lo que ya están siendo demandados ante la justicia. La maquinaria de difamación al servicio del candidato fascista Jair Bolsonaro –el único de todos los presidenciables que no repudió el crimen– está inundando las redes y los grupos de Whatsapp con ese tipo de basura. Por otro lado, discursos alineados con ese editorial del diario O Globo intentan retirar de la memoria de Marielle todo lo que ella fue en vida y esconder los motivos políticos e ideológicos de su horrendo asesinato a sangre fría. Tratan de transformar a Marielle en una víctima más de la inseguridad, como dijo el ministro de Justicia del golpista Michel Temer, y advierten que su “trágica muerte” no debe ser “politizada”. Es una falta de respeto a su memoria, pero también es una maniobra para silenciar la pregunta más importante que precisamos hacernos en estos días: ¿por qué mataron a Marielle Franco? Sí, quienes la conocíamos y la queríamos queremos saber quién la mató. Queremos saber quién mandó matarla. Queremos justicia. Pero no alcanza con eso, porque la muerte de Marielle no es una muerte más, como no lo fueron los asesinatos de Chico Mendes, Martin Luther King, monseñor Angelelli o Yitzhak Rabin, por dar apenas cuatro ejemplos. No podemos admitir que quieran cerrar este caso apenas con un culpable individual. Brasil precisa saber los motivos de la muerte de Marielle, porque son la síntesis de la encrucijada histórica que enfrenta el país en estos días. Este crimen es político y se da en un contexto político. La ejecución de Marielle fue, al mismo tiempo, un crimen de odio y un acto terrorista, muy probablemente –como ya muestran las primeras evidencias de la investigación– cometido por agentes de las fuerzas de seguridad. La elección de la víctima no fue casual. No fue cualquier político de izquierda: fue una vida que esa gente considera descartable: una negra, torta y villera, habrán pensado. Pero tampoco mataron a cualquier negra, torta y villera –como sucede a menudo–, sino a una que había osado transformarse en una referencia política con 46 mil votos. Y eso es un mensaje: ese tipo de gente no puede disputar el poder. En los últimos días, hubo personas como ella que estaban comenzando a organizar su campaña para las elecciones de este año y desistieron de sus candidaturas. Hay legisladores como ella que están con miedo de salir de casa. Hay activistas de derechos humanos que sienten que pueden ser el próximo. “Hace años que recibo amenazas, pero soy una figura pública, estoy expuesta, siempre pensé que no había que tomarlas en serio, que nadie se iba a animar a matarme. Ahora tengo miedo”, dice otra concejal que era amiga de la víctima. Borrar los motivos del crimen de Marielle y esconder sus ideas y las causas por las que ella luchaba sería como matarla de nuevo. Y sería, también, dejar desamparados e indefensos a quienes también toman partido, el mismo, el suyo, el nuestro.

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