Los gremios docentes bonaerenses acaban de anunciar un paro en rechazo de su propuesta salarial, pero María Eugenia Vidal parece no alterarse. Se apresta a iniciar el almuerzo de trabajo que tenía previsto desde hacía días. Durante más de dos horas se enfocará en el balance de la primera mitad de su gestión y en mostrar lo que hará en el último tramo. Tiene estudiada la reacción ante la medida de fuerza, que daba por descontada. Y así se lo transmite a sus colaboradores para que no queden dudas de la línea a seguir. "Para mí, es más importante que un chico aprenda que que empiecen las clases. En los últimos 10 años los gremios hicieron 123 paros y la educación está cada vez peor", sostiene. El conflicto puede ser largo y los días sin clases, muchos, pero no habrá concesiones, dicen en La Plata. "A Baradel lo preocupan sus afiliados y sus privilegios, no el sistema educativo. Mi objetivo es la mejora de la educación. Los maestros son una parte importante del sistema, pero no la única", les recuerda Vidal a sus colaboradores. Para que lo difundan. La conclusión parece obvia. Roberto Baradel , líder del mayor gremio docente provincial y la cara más polémica de los maestros, resulta un adversario a medida de la dirigente política más popular del país. Vidal no pierde la oportunidad de reafirmar que ella encarna una transformación para mejorar el Estado, en cuyo centro, dice, está la educación, mientras exhibe al kirchnerista como el pasado que no quiere cambiar, ni siquiera lo que está en ruinas, porque teme perder privilegios. El "agradecimiento" a Baradel excede al vidalismo. El antagonismo con los años finales del kirchnerismo, que rindió frutos en la primera mitad de la gestión de Cambiemos, empezaba a perder eficacia: sus gobiernos ya tienen un pasado propio y para una parte creciente del electorado el balance entre promesas y resultados está entre el amarillo y el rojo. Por eso, las principales figuras del kirchnerismo, encabezadas por Cristina Kirchner, habían decidido correrse de la primera fila de la confrontación, convencidas de que la economía hará lo que ellas no logran: mellar la adhesión al Gobierno. Pero Baradel llegó antes y los macristas se regocijan: creen que su voluminosa sombra eclipsa el futuro calamitoso que proyectan los kirchneristas. Una línea une el discurso y la acción de Vidal con su jefe máximo, Mauricio Macri. A ambos lados de la General Paz repiten que este es un año para invertir capital político y que lo que no hagan ahora no podrán hacerlo el próximo con las elecciones (y búsquedas de reelección) encima. Es también la fórmula elegida para responder cuando les cuestionan si la dureza para negociar salarios no puede costarles caro en momentos en que se registra un deterioro del humor social y cae la imagen del oficialismo. No se advierten fisuras en Vidal y su equipo. Están convencidos de que el conflicto del año pasado no los afectó y que, en cambio, desgastó a los gremios. "No lograron ni un punto más que los estatales que no pararon. Y pagaron un costo enorme", sostienen. En La Plata les hacen saber a los gremios que ahora cuentan con otra herramienta disuasiva: la actualización tecnológica. "Ya no tenemos un sistema informático de los 80 como el que dejó Scioli. Ahora contamos con información casi en tiempo real del ausentismo, los pedidos de licencia (cantidad y motivos), la matrícula escolar, la distribución por escuela del alumnado y el nivel de ocupación de cada establecimiento", dicen en el gabinete bonaerense. El nuevo sistema informático parece clave: "El año pasado el descuento por los días de paro tardó más de un mes en aplicarse porque el sistema era tan viejo que la liquidación de sueldos debía cerrarse con 20 días de anticipación. Este año el impacto va a ser inmediato", advierten. Las nuevas herramientas son armas con las que enfrentan los conflictos tanto como puntos de apoyo para la palanca con la que dicen están empezando a transformar la provincia. Vidal contradice a Gardel: ni el músculo duerme ni la ambición descansa. En medio de la disputa con los docentes, sus colaboradores afirman que no se distrae de los objetivos para los dos últimos años de lo que pretende sea su primer gobierno provincial. Para que no queden dudas de las metas, en la gobernación circula un powerpoint que unifica discursos. La gestión y la política nunca se disocian. La primera prioridad es la obra pública. Desde la gobernación sostienen que en dos años se invirtió en infraestructura más que lo que Daniel Scioli hizo en ocho y que, por ejemplo, ya puso en funcionamiento dos de los cinco hospitales que Cristina inauguró. "Construir un hospital cuesta mil millones de pesos y hacerlo funcionar, lo mismo, pero por año. Por eso inauguraban, pero no funcionaban", dicen en el gabinete. El segundo eje es la lucha contras las mafias, que incluye una que sorprende desde el enunciado: "La mafia policial". Los colaboradores de Vidal dicen que así, sin anestesia, se lo dijo a los uniformados. Cuentan que ya fueron apartados o detenidos el 9% de los integrantes de la fuerza, y el 20%, sumariados, mientras se desarrolla un programa intensivo de reentrenamiento. Terminar con los poliladrones y con los Chocobar es el objetivo. No será fácil. En la gobernación entusiasman indicadores que muestran la reducción de delitos graves (como los homicidios), pero los robos y hurtos siguen desvelando a los bonaerenses. Otra mafia es la del juego: combatir el ilegal y reducir el legal, para lo cual no otorgarán nuevas licencias ni renovarán las que venzan. ¿Qué hará Angelici? Por último, el narcotráfico, ítem en el que afirman que ya pueden mostrar una mayor incautación de drogas, atribuida a la realización de operativos en zonas donde antes no se ingresaba. Para mejorar la prevención, se anuncia además un plan de urbanización de villas y asentamientos, que se une con otra prioridad: la reducción de la pobreza, con un programa de medidas y obras. Ambicioso. En todos los casos en los que se abordan reformas, dicen, se ve de fondo la huella profunda de la corrupción. Como en el servicio penitenciario, un sistema con una infraestructura desbordada e inhumana, en el que se les escatimaba a los presos hasta la comida en beneficio de empresarios y políticos. Se habla, por ejemplo, de un frigorífico ligado a un importante exministro nacional kirchnerista. ¿Carne podrida? El pasado sigue pagando. Tras descubrir en la última campaña electoral el rédito que le brinda la combinación de su imagen cercana y cálida con la firmeza rayana en la dureza ante ciertos ataques, Vidal parece haber reforzado ese perfil. Una máquina eficaz y precisa revestida de peluche. "Yo hoy puedo putear al director si voy a un hospital y me dicen que no hay remedios", se le escuchó decir hace pocos días, mientras despuntaba un conflicto con la obra social bonaerense para refutar cuestionamientos en esta área. Heidi no está. Heidi se fue. No hay un mandato solo en la mira. La política avanza en paralelo. Con la misma precisión con que se definen las obras prioritarias ya están identificados los municipios en manos opositoras por conquistar y los que están en manos propias y tienen problemas. La escuelita de formación de intendentes, a cargo del primo presidencial Jorge Macri, ya trabaja con aspirantes con posibilidades de graduarse y jefes comunales más cerca del aplazo que de la promoción. Bajo el escrutinio incansable del hombre fuerte bonaerense, el jefe de gabinete Federico Salvai, se despliega todos los días el mapa político de la provincia casi a tamaño real. La reelección de Vidal es uno de los tres grandes objetivos de Cambiemos. Y nada los distrae. Ni siquiera el conflicto docente, un bache ya conocido en ese camino. El músculo no duerme ni la ambición descansa. Tampoco hay silencio en la noche ni todo está en calma.
Vidal, decidida a avanzar pese a Baradel
Los gremios docentes bonaerenses acaban de anunciar un paro en rechazo de su propuesta salarial, pero