Lo tiene ahí, entre esas manos acostumbradas a reconfigurar caras. Es el premio Pierre de Coubertin, otorgado en Bélgica por el Comité Internacional de Fair Play (CIFP), y que certifica que su dueño es uno de los deportistas más limpios, más solidarios y más transparentes del mundo. Premio y dueño llegaron juntos desde Bruselas, hicieron un rápido trasbordo entre Ezeiza y Aeroparque y desde ahí, casi en continuado, vuelan hacia Tucumán. Jorge Ariel Rodríguez, médico y atleta de 46 años, luce cansado, transpira buenos modales y habla feliz durante los 30 minutos que duran el café y el alfajor. Basta ese rato para sacarle la ficha. Y para creer que el premio es más que merecido… ¿Qué hizo este tucumano que vive al trote para ganar semejante distinción? "Nada fuera de lo común", dice él, antes de detallar que, en medio de una competencia en la que estaba participando, le reconstruyó la cara a un rival que se había lastimado. Lo vendó para que pudiera terminarla. Lo esperó varias horas hasta que estuviera en condiciones de seguir y lo acompañó hasta la línea de llegada. Detalle no menos importante, sacrificó su posición en la carrera: el noruego terminó tercero y él, nuestro héroe tucumano, quinto. Eso que para Rodríguez es "nada fuera de lo común", fue considerado por los que ponderan el juego limpio como algo descomunal. Por eso la distinción que lleva el nombre del inventor de los Juegos Olímpicos modernos. Jorge es un reconocido cirujano reconstructor y un esforzado atleta de pruebas como los Ironman, en las que hay que hay que nadar 3, 6 kilómetros, hacer otros 180 en bicicleta y correr 42k. Todo eso cada 24 horas y durante cinco días consecutivos… En eso andaba cuando protagonizó esta historia que le valió el premio. Estaba en León de Guanajuato, al norte de México, en un Ironman del 2016. Al caerse de la bicicleta, se había hecho unos raspones en las piernas y lo llevaron a un hospital zonal. Casi al mismo tiempo, otro participante, el noruego Henning Olsrud, llegó a la misma sala con la cara literalmente rota. Se había pasado de largo en una curva y cayó a un barranco. Lo del tucumano, comparado a lo del pobre Henning, era una pequeñez. Y ahí fue que hizo lo que hizo… Vestido todavía como atleta, y luego del permiso para poder ejercer la medicina fuera de su país, operó ahí nomás al competidor noruego. 1) Reconstrucción del labio superior e inferior. 2) Colgajo pediculado en mentón. 3) Sutura en desinserción de mucosa en alvéolos dentarios. 4) Reducción de fractura de tabique óseo. En definitiva, en tres horas, le devolvió la cara que portaba Olsrud antes del porrazo. Después, lo apoyó en el posoperatorio y le realizó un vendaje especial porque el muchacho quería completar el Ironman. Salieron del hospital juntos y volvieron a ponerse en marcha. Tenían que completar el tramo que les faltaba en bicicleta y hacer los últimos 42k. En bicicleta anduvieron cada cual por su lado, con Olsrud adelante. Cuando hubo que correr, el europeo sólo podía caminar y por eso, cerca del kilómetro 30, Rodríguez lo alcanzó. Y en lugar de pasarlo y escalar posiciones, caminó a su lado hasta el final de la competencia. En la sumatoria total de tiempos, puesto 3 para el noruego y puesto 5 para el argentino. Se hicieron amigos y era obvio que eso pasara. El Comité Olímpico Argentino (COA) conoció la historia y, además de felicitarlo, la elevó como ejemplo al Comité Internacional de Fair Play. El CIFP decidió darle el Pierre de Coubertin, una experiencia que lo llenó de felicidades. Ahí, en Bruselas, compartió un almuerzo con el ex tenista Pete Sampras. Y charló con otro de los distinguidos por Juego Limpio, el atleta inglés Alistar Brownlee, famoso por haber sacrificado ganar un maratón con tal de ayudar a su hermano menor a llegar a la meta. Jonathan Brownlee venía puntero pero se quedó sin aire y sin piernas a poco de la llegada. Alistar lo abrazó y lo llevó casi colgando de sus hombros hasta la llegada. El sudafricano Henri Schoeman aprovechó la situación y ganó la carrera. El mayor de los Brownlee pudo haber sido primero y no quiso. Pudo haber sido segundo pero no: al llegar a destino, con un paternal empujón, hizo que su hermano cruzara antes la línea y él quedó tercero. Puro Fair Play. Como el que le brota a este tucumano que, lejos de los quirófanos y los maratones, también rescata animales de las calles de Concepción, a 70 kilómetros al Sur de la capital provincial. A 11 mil kilómetros de Bruselas…
En plena competencia, le reconstruyó el rostro a un rival: el médico y atleta argentino que es la cara del Fair Play internacional
Por Miguel Bossio