A dos años y dos meses de sus respectivos triunfos electorales, Cambiemos provocó ayer su primera gran crisis de gobierno. El oficialismo desató una brutal represión que derivó en el fracaso de la sesión convocada para aprobar la reforma previsional. En ese contexto, desencadenó un conflicto interno con sus principales socios y abrió una línea de confrontación con los gobernadores peronistas y con la CGT, que amenazó con paro general. La decisión de avanzar con el ajuste en los haberes jubilatorios terminó con decenas de heridos de balas de goma, unas 30 personas detenidas y el presidente, Mauricio Macri, titubeando sobre la posibilidad de dictar un Decreto de Necesidad y Urgencia tras la derrota parlamentaria. El rechazo público de Elisa Carrió y la advertencia de la CGT parecieron forzar anoche la marcha atrás del Ejecutivo Nacional. En horas de la tarde el jefe de Gabinete, Marcos Peña, había salido a acusar a sectores de la oposición por los hechos de violencia y ratificar el respaldo oficial a la iniciativa. A última hora fuentes de Cambiemos adelantaban la posibilidad de volver a sesionar el lunes. Desde la mañana las afueras del Congreso estuvieron militarizadas, con un despliegue de fuerzas de seguridad del que no se tenían recuerdos ni siquiera en la crisis de 2001. “Connie, sentalos a todos. ¡Que no se pare nadie!”, le ordenó Nicolás Massot, jefe del bloque de Diputados del PRO a su compañera Cornelia Schmidt Liermann. Eran las casi las dos de la tarde y los diputados de Cambiemos comenzaban a salir del Salón Delia Parodi y cruzaban unos pocos metros hasta el recinto de la Cámara Baja con la intención de iniciar el tratamiento de la reforma previsional. De a poco empezaban a llegar las primeras noticias de la fuerte represión con balas de goma y gas pimienta y las imágenes de los heridos, entre ellos diputados nacionales como Mayra Mendoza y Matías Rodríguez, del FpV-PJ. Algunos legisladores que estuvieron afuera hasta ese momento, ingresaron al Palacio e intentaron vencer la resistencia de los hombres de seguridad. “¡Soy yo! ¡Correte! ¡Somos diputados, dejanos pasar!”, le gritaba el chubutense Santiago Igón al personal que bloqueaba el acceso al hemiciclo. Atrás suyo se agolpaban, entre otros, Felipe Solá, Axel Kicillof, Daniel Filmus, además de asesores y periodistas. Agustín Rossi acababa de pasar, también a los empujones. Minutos más tarde y en medio de un escándalo que incluyó un intento del presidente de la Cámara de golpear al diputado Leopoldo Moreau, Carrió pidió que se levante la sesión. “Monzó, decidite, sos el presidente de la Cámara o el jefe de la policía”, le había dicho Moreau al titular del cuerpo, que se paró de su silla y le lanzó sin éxito un puñetazo al grito de “¿a mi me venís a decir, Moreau?”. Asesores y otros legisladores tuvieron que intervenir para tranquilizar la situación que recién se descomprimió cuando Cambiemos aceptó que no podía continuar. Desde la mañana, varias cuadras a la redonda del Congreso estaban valladas y completamente cubiertas por un enorme operativo de seguridad ordenado por el ministerio a cargo de Patricia Bullrich. Se preparaban para la movilización convocada por la dos CTA, movimientos sociales y organizaciones políticas, acompañadas por la CGT. Según se informó extraoficialmente, intervenían más de 1500 efectivos entre Gendarmería, Prefectura, Policía Federal. Además, se sumaron camiones hidrantes que en reiteradas oportunidades lanzaron agua mezclada con gas pimienta sobre los manifestantes. El Cels advirtió que también había en la zona un camión del Ejército. En horas de la noche, según la Correpi existían al menos 30 personas detenidas. Manifestantes, periodistas, fotógrafos y dirigentes políticos sufrieron disparos, golpes, palazos y empujones. El jefe de Gabinete responsabilizó a los diputados opositores por esos hechos, al igual que lo había hecho Carrió durante su intervención en el recinto. “Esa violencia comenzó con ataques a los funcionarios que fueron a exponer sobre el proyecto de ley en las reuniones de comisión y vimos hoy, como ayer, también la búsqueda de violencia primero desde la calle y después desde el propio recinto, cruzando una raya que no se había cruzado en el último tiempo”, sostuvo Peña. La líder de la Coalición Cívica había dicho que los diputados “tienen que tener cuidado de no avasallar a las fuerzas del orden”. La sesión especial de ayer estaba pautada para las 14 mientras que los manifestantes comenzaron a concentrarse en algunos puntos de la ciudad a partir de las 11. La tensión política y social había comenzado en la reunión de comisión del martes, en la que también se habían producido incidentes, tanto entre diputados como entre un grupo de jubilados y algunos funcionarios públicos como el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. El objetivo principal del oficialismo era lograr que ayer se sentaran en sus bancas 129 diputados, el quórum suficiente para sesionar. Después, sostenían, sería más sencillo aprobar la reforma porque necesitarían juntar solo la mayoría de los legisladores presentes. Cambiemos llevó 106 propios y se estiró hasta los 128 con diputados del Frente Cívico por Santiago del Estero, los misioneros del Frente Renovador de la Concordia y un grupo del interbloque Argentina Federal que responde a los gobernadores peronistas. Si bien Diego Bossio y la mayoría del BJ no se sentó, sí lo hicieron los tucumanos Gladys Medina, José Orellana y Pablo Yedlin, el sanjuanino Walberto Allende, los chaqueños Juan Mosqueda y Elda Pértile y los cordobeses Martín Llaryora, Juan Brügge, Alejandra Vigo y Paulo Cassinerio. A las 14.35, el tablero de la Cámara de Diputados marcó por un instante 129 presentes y 128 ausentes. Antes de que Emilio Monzó terminara de decir “con la presencia de 129 señores diputados, queda abierta la sesión especial conforme el requerimiento efectuado por los señores diputados, número reglamentario. . . ”, el tablero volvió a marcar un diputado por debajo del quórum. Un grupo de legisladores del Frente para la Victoria se acercó a los gritos a la presidencia, le dejó sobre el escritorio a Monzó varios cartuchos de balas de goma recogidos de la represión que continuaba afuera. Horacio Pietragalla, Máximo Kirchner, Guillermo Carmona, Martín Doñate, Carlos Castagneto, entre otros, se trenzaron en una discusión con Monzó sobre el quórum que duró varios minutos. También Victoria Donda, de Libres del Sur, se acercó con muletas y la pierna lastimada por la mordida de un perro de Gendarmería en la represión del martes. La oposición denunció que los 129 diputados se habían logrado con “diputruchos”. Se referían al legislador electo Jorge Enriquez y a Astrid Hummel, reemplazante de la macrista Ana Martínez, quienes todavía no habían jurado. Horas después Enriquez y otros integrantes del oficialismo desmintirían categóricamente esa versión, que calificaron como una “infamia”. En las filmaciones, imágenes y testimonios no se pudo probar que alnguno de ellos hubiera ocupado efectivamente una banca. En medio de la confusión y mientras Monzó intentaba arrancar la sesión, por un momento el tablero marcó 130 diputados presentes. Fue también fugaz. Nunca más el oficialismo logró conseguir el quórum. Carrió, el jefe del interbloque Cambiemos, Mario Negri y Monzó, mantuvieron una pequeña reunión en la que acordaron, con el consenso de la Casa Rosada, levantar la sesión. Fuentes del bloque oficialista le admitieron más tarde a PáginaI12 que si bien ellos no habían cometido ninguna irregularidad, “el número no estaba cerrado” y que eso influyó en la decisión de dar marcha atrás. Tampoco descartaban que algún diputado opositor se hubiera sentado “accidentalmente” en su silla. Los diputados del FpV-PJ, el Frente Renovador, el Movimiento Evita, el Bloque Justicialista y hasta el Frente de Izquierda festejaron la derrota del oficialismo. Por la tarde, mientras continuaba la represión y las detenciones, Macri se reunió de urgencia con Peña, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio y el de Hacienda, Nicolás Dujovne. Dejaron trascender que firmaría un DNU con la reforma previsional y, además, un “bono” de compensación para que los jubilados y pensionados no perdieran ingresos por el “empalme” en el cambio de la fórmula de actualización de los haberes. “Carrio y la Coalición Cívica juraron respetar la Constitución Nacional y no la van a violar bajo ningún concepto. Un DNU violaría gravemente la Constitución Nacional”, advirtió Lilita en su Twitter. “Si hay DNU, hay paro nacional”, afirmó Héctor Daer, triunviro de la CGT, minutos más tarde. Anoche los responsables de la negociación política con los gobernadores adelantaban que intentarán sesionar nuevamente el lunes, luego de buscar un nuevo acuerdo con los mandatarios provinciales para que les garanticen el respaldo de sus legisladores. Será un intento por revertir, al menos en parte, la peor crisis del gobierno de Mauricio Macri desde su llegada al poder.
El peor momento para la gestión de Macri
Cambiemos quiso forzar el debate sobre el ajuste a los jubilados pero tuvo que levantar la sesión. Luego Macri amagó con dictar un DNU para saltear al Congreso pero el rechazo de Carrió y la advertencia de la CGT de un posible paro obligaron a dar marcha atrás.