Estuvo en el ejército de Kim Jong-il y también en el de su hijo, el actual líder norcoreano, Kim Jong-un. Vistió ropa militar desde su adolescencia hasta que pudo fugar a Corea del Sur. Soportó diez años de increíbles sufrimientos. Violaciones, golpes, hambre y stress. Todo eso lo vivió Lee So Yeon, una soldado norcoreana que prestó servicios desde los 17 hasta los 28 años. En ese momento intentó fugarse y fue detenida. En 2009, a los 29 años pudo lograr su cometido: escapar. Cruzó a nado el río Tumen. Y obtuvo su libertad. Ocho años después de su escape, la BBC pudo entrevistarla el 28 de septiembre pasado. Y ahora se conoce su testimonio. Lee So Yeon entró al ejército como voluntaria a los 17 años para ayudar económicamente a su familia. Era durante las grandes hambrunas de los noventa y al ponerse un uniforme se pensaba que por lo menos se podía comer. Después de un duro entrenamiento se capacitó en individualizar objetivos enemigos que podían ser bombardeados. Y no se olvida de aquellas jornadas: "En esos días todo lo que hacíamos era estudiar y estar sentadas. Horas y horas por día. Nos enseñaban que Kim era un Dios y teníamos que estar listas para morir por él. Cuando en entrenamiento nos preguntaban quien era nuestro enemigo, teníamos que gritar 'Estados Unidos y Corea del Sur'. Así durante todo el día. No teníamos noticias de ningún país, ningún contacto de aquellos que eran nuestros enemigos". La ex soldado le cuenta a la BBC como era un día en su vida cuartelaria: "Nos daban tres comidas que no alcanzaban para alimentarte. Sin proteínas. Pero si te quejabas te castigaban a golpes. No teníamos agua caliente para bañarnos ni tampoco agua buena para beber. Llegaba desde una gran manguera que traía el líquido desde la montaña y arrastraba ranas y serpientes. Pero eso no era lo peor. En muchos cuarteles no había baños y debíamos orinar frente a los colegas masculinos". La malnutrición arrastraba serios problemas físicos: "Era difícil para una mujer soldado vivir allí. Después de seis meses o un año ya no teníamos menstruaciones a causa del stress y del poco alimento. Algunas eran felices de que esto les sucediera. La vida era un infierno tan grande que tener el ciclo hubiera sido peor". Lee recuerda que todas dormían en lugares pequeños. Las camas eran marineras y una al lado de la otra. Los colchones eran de paja y el olor que lo inundaba todo era el del sudor. Dos retratos gigantes eran la única decoración: los de Kim Jong-Il y Kim Jong-un. No obstante las molestias y las violaciones sean castigadas en el ejército (hasta siete años de cárcel), las mujeres soldados estaban indefensas ante reclutas y oficiales varones. Lee lo cuenta: "El problema más grave que enfrentábamos era la violación. El comandante de la compañía pasaba horas en las habitaciones de las soldados violando a todas las que estaban bajo su mando. Por lo menos sucedía tres veces al año en cada unidad militar". Y no olvida que no había soluciones: "Los jefes no se preocupaban de las denuncias. Al contrario, nos castigaban a nosotras. Sucedía seguido que nos impidieran un ascenso. Si denunciabas una violación te negaban subir en el rango y no te dejaban ver a tu familia". Lee ya no sufre hambre. Sabe que está lejos de lo que sufren sus compatriotas. Dos de cada cinco norcoreanos sufren malnutrición y el 70% depende del sistema de distribución estatal para sobrevivir. Las raciones han caído a los 400 gramos diarios, muy por debajo de los 573 que pretende el Gobierno.
Ser mujer soldado en Corea del Norte: violaciones, hambre y golpes
Las penurias son contadas por Lee Se Yeon, una soldado que logró desertar.