Ese martes a la mañana, Pamela Frías salió apurada de su casa de Isidro Casanova. "Abrime, abrime", le gritó a Graciela, su mamá, que giró la llave del portón rápido y se corrió del paso. Ella le dio un beso a la carrera y terminó de ponerse la campera del uniforme en la vereda. A pesar de las corridas, llegó puntual a la base, como siempre, y antes de entrar, también como siempre, mandó el mensaje obligado: "Llegué bien má". El texto entró antes de que ella cruzara la puerta del Comando al celular de Graciela, que tomaba mate en la cocina. Escuchó el ringtone y antes de agarrar el teléfono y leer en la pantalla supo que era Pamela. Miró el reloj, eran las 7:00 en punto. "Llegó a horario", pensó. Su hija nunca se olvidaba de mandar ese mensaje y ella a cambio prometía no escribirle en el resto del día. Dos horas más tarde, cuando escuchó la sirena de un patrullero sonar en la vereda, también supo que algo andaba mal. Ese 23 de mayo, a menos de dos horas de haber tomado el servicio en el Comando de Prevención Comunitaria de Matanza Norte, Pamela, que en ese momento tenía 29 años, recibió siete heridas de arma de fuego en su cuerpo al enfrentarse en la autopista Riccheri a un grupo de piratas del asfalto que quisieron asaltar una camioneta de la empresa Nobleza Piccardo, repleta de paquetes de cigarrillos, valuados en alrededor de 600 mil pesos. "Tuvimos el llamado del 911 a eso de las 8:15 de la mañana, había una camioneta Sprinter de la empresa Nobleza Piccardo que tenía dos autos, un Volkswagen Golf y un Peugeot 208, en una actitud sospechosa en la autopista. El chofer se había metido en la YPF y desde ahí dio aviso. Entonces se desplazó el móvil aledaño y nosotros veníamos unos 50 metros atrás", repasa Pamela en diálogo con Infobae, sin olvidarse de la jerga oficial, porque lleva puesto su uniforme. A un metro y medio de ella, con un mate en la mano, el jefe de la Bonaerense, Fabián Perroni, la escucha atento aunque ya conoce la historia. La mañana del hecho, mientras Perroni se preparaba para encabezar un operativo antidrogas en Carlos Casares, en el que fueron detenidos entre los delincuentes dos efectivos de su propia fuerza, Pamela y su compañero eran el segundo móvil en llegar a la YPF del kilómetro 17, 5 mano a provincia de la autopista Riccheri. En el primero, unos 50 metros más adelante, por esas casualidades del destino el que iba era Juan Emilio, su novio desde hace ya cinco años. Ese día el playón de la estación de servicio estaba repleto. Había gente desayunando y otros cargando combustible antes de seguir camino al trabajo. Hasta el momento nadie advertía la tensión del conductor de la Sprinter de Nobleza Piccardo, que tenía la vista clavada en esos dos autos que hacía un rato en la autopista le pareció que lo estaban siguiendo y que ahora que habían entrado atrás de él a la YPF, no le quedaban dudas de que era así. "Cuando llegamos nosotros me bajo del móvil y el Peugeot se me viene encima a toda velocidad, como queriendo atropellarme, porque no tenía como salir de la estación", relata lo que recuerda de la secuencia Pamela, que en un gesto instintivo volvió a saltar hacia el interior de la unidad para no ser aplastada por los delincuentes. "Ahí es cuando siento que el auto choca al móvil y empiezan a tirarme, de costado, yo estaba adentro del patrullero y me disparaban por la ventanilla". Juan Emilio también había comenzado a enfrentarse, aunque todavía no podía ver lo que le había pasado a su novia. "Cuando me doy vuelta lo primero que veo es el piso lleno de vainas y la veo a ella tirada en el suelo, muy pálida porque había perdido mucha sangre", dice él, que ayudado por sus compañeros la cargó en la caja de una de las camionetas y la llevó al hospital. "Pensé que estaba muerta", admite. Según el fiscal, fueron 40 balazos los que se encontraron en la estación de servicio, mientras que en el resto de lo que fue la persecución por la autopista, se contabilizaron otras 20 detonaciones. En el intento de fuga, los delincuentes chocaron de manera violenta con un camión de la empresa Andreani. Lejos de detenerse, robaron dos nuevos autos a pocos metros, una camioneta Suran y un VW Gol, que luego fueron encontrados vacíos en la cercanía del Puente Mendeville. Además de Pamela resultó gravemente herido uno de los asaltantes, que murió a los tres días del hecho. "Enfrentó al delito, le dieron 7 plomazos y Pamela no abandonó", fueron las palabras con las que olvidándose de los formalismos de la fuerza el día del tiroteo, Perroni resumió frente a los periodistas que estaban en la puerta del Hospital Dr. Alberto Balestrini de Ciudad Evita, lo que había pasado. Adentro, en el quirófano, Pamela permanecía en estado crítico. "Semejante agresión, siete tiros no se salva nadie, es muy difícil que alguien que recibe siete impactos de bala se pueda salvar. Los delincuentes no le dieron ninguna oportunidad", le comenta a Infobae "El Perro", como le dicen en la fuerza al Jefe de la Bonaerense, y comparte un recuerdo de ese día: "Yo me abracé con la mamá y le dije 'Pamela va a zafar, Pamela va a vivir'. Pero la realidad es que eso era más lo que uno quería que pasara que lo que creía que iba a pasar". Una de las balas, la más dañina de las siete que impactaron en el cuerpo de Pamela, le cortó el estómago, el hígado y el intestino delgado. Graciela se angustia al recordar el momento como si volviera a vivirlo. Como si estuviera otra vez viendo los ojos con miedo de su hija en una camilla del hospital Balestrini y, alrededor de ella, todo es urgente. "Yo en ningún momento pensaba que a ella le podía pasar algo, llegué ahí y la veo con el oxígeno, con los tubos, con todo. Ella me mira y se pone a llorar y yo le digo 'tranquila', no sé de dónde saqué fuerza en esos momentos, no entiendo, le dije: 'fuerza, va a salir todo bien', mientras la estaban llevando al quirófano". Unos minutos más tarde un médico se acercó y le dijo a Graciela que Pamela estaba grave y en coma. En ese momento lo único que recuerda es que dejó de hablar. "La tranquilidad nos la dieron a los 4 o 5 días pero después se agravó, porque había problemas con una bala que todavía tiene en el cuerpo. Es muy difícil, hay veces que son las dos de la mañana y yo me levanto llorando", deja saber Miguel Frías, el papá de Pamela, que sin embargo no duda en decir que siente "orgullo" por su hija, por lo que hace y en revelar que de chiquita "para Navidad no pedía muñecas, ella quería pistolas con balines". Pamela ya había vivido en carne propia el precio de su compromiso el 28 de febrero de 2015, cuando fue herida de un balazo en el marco de otra persecución. Luego de ese episodio la joven policía recién pudo volver a la actividad nueve meses más tarde, tras recibir asistencia psicológica y una intervención quirúrgica. Cuando Infobae le pregunta cuál fue el momento más difícil de estos últimos cinco meses -mientras sigue en rehabilitación, con dificultades para ponerse en pie, tras semanas de no poder dormir más de dos horas seguidas, y con un dolor y un hormigueo constantes en la mitad de su pierna derecha a los que dice que ya se está acostumbrando-, la joven no duda: "Los primeros días de rehabilitación; porque pensé que no iba a poder volver a caminar". "No pasó sólo ese día, fue el después también, verla sufrir. Hay que ver sufrir a una persona que no puede estar ni parada, ni sentada, ni con los medicamentos. Uno como padre piensa: ¿qué sentirá?, ¿qué se le pasará por la cabeza?", agrega en ese momento Miguel, sobre eso que no se ve: los días, las semanas, los meses después de la noticia; del vértigo de los noticieros y los diarios, de los "15 minutos de fama"; la parte difícil, en la que el dolor no deja dormir de madrugada y uno no sabe si lo va a lograr, si la vida va a seguir siendo la que era antes. "La primera vez que me subí a la paralela casi me desmayo, hacía muchos días que no me paraba y me bajó la presión", vuelve Pamela a esos primeros días de la rehabilitación, en los que se acuerda que pensó: "Si yo no me levanto no me levanta nadie". "Hoy por hoy gracias a Dios puedo caminar. Los dolores fuertes que tenía ya se terminaron. La mitad de la pierna no se me despertó porque la bala tocó mucho los nervio;. tengo como dolor y un hormigueo, pero como que el cuerpo se adaptó a vivir con eso también", explica. Hace apenas unas semanas, mientras se rehabilitaba en el camastro de la clínica, ese día, el de los siete balazos, el de la internación, el llanto, el día en que casi se muere, volvió de la forma menos pensada. Al lado de ella, mientras hacía sus ejercicios, estaba un chico que había tenido un accidente en la ruta 3 camino al trabajo. Había perdido las dos piernas y uno de sus brazos: -¿Y vos por qué estás acá?- le preguntó de la forma en que arrancan todas las charlas entre los pacientes que van a rehabilitarse a la clínica. -Tuve impactos de bala, soy policía de la Provincia- le contestó Pamela, acostumbrada a la secuencia y a que inclusive muchas veces la reconocieran por la foto que salió en los medios. -¿De qué parte? -Yo soy de Isidro Casanova pero en esos momentos trabajaba en Tapiales. -Ah- dice él y se queda callado. -¿Por?- corta el silencio ella dándose cuenta de que el ritmo de la charla se había interrumpido abruptamente. -Porque yo te conozco. Yo soy amigo del chico que falleció, del delincuente. "Yo en ese momento me asusté porque imaginate que nunca sabés quién es la otra persona o qué se le puede estar pasando por la cabeza", amplía Pamela sobre la escena. "Pero enseguida se apuró a decir: 'Yo estoy de tu lado. Él a vos te tiró a matar. Yo lo conozco de chico, del barrio. Nos criamos juntos, pero después cada uno tomó su camino'". Y no hablaron mucho más. "Cuando nosotros detenemos a un delincuente ellos tienen segunda oportunidad, porque quedan presos y se les dan todos los derechos, y está bien, pero a ella no le dieron una segunda oportnidad, a ella le tiraron a matar", resaltó Perroni y recordó el día en que en junio pasado se allanó al Rey de la Salada, Jorge Castillo, que cuando vio entrar al comando especial respondió con disparos e hirió en un ojo al oficial Carlos Javier Gómez, uno de los agentes del equipo Grupo Apoyo Departamental (GAD) 25 de Mayo. "A mí me tocó llevar a un compañero al hospital con un impacto de bala en la cabeza y verlo morir en el hospital. Uno no tiene consuelo", sumó. El 18 de octubre pasado el Boletín Oficial de la Nación informó que Fabián Perroni era el Jefe de la Policía Bonaerense. En su discurso, tras la confirmación en el cargo que cumplía de forma interina desde mayo, mencionó a Pamela. A ella le emocionó saberlo y unas semanas más tarde, junto con su novio Juan Emilio, su mamá y su papá, fueron recibidos por "El Perro" en su oficina, en una reunión casual a la que también se acercó a saludarla el ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo. Mientras Pamela, su mamá y su papá sonríen para una foto con Fabián Perroni en su despacho de La Plata, la que seguramente impriman, enmarquen y pongan en algún rincón de la casa de Isidro Casanova, a un costado de la escena Juan Emilio los mira dejando asomar una sonrisa y comparte una confidencia en un ida y vuelta con Infobae: -¿Y vos cómo llevás todo esto? -Yo le digo que vaya despacio, que la pierna va a agarrar fuerza sola. – ¿Tenés ganas de volver a verla en la calle? – ¿Te soy sincero? La verdad que no. LEA MÁS Fabián Perroni, de "poli de la calle" a la Jefatura de la Bonaerense
Es policía bonaerense, recibió 7 disparos y estuvo al borde de la muerte: "Si yo no me levanto, no me levanta nadie"
En mayo fue baleada en la autopista Riccheri. Creyeron que no se salvaba, pero se salvó. Ahora lucha por recuperarse y no duda cuando dice que quiere volver a patrullar en La Matanza