El soldado Hermindo Luna, un criollo de 21 años nacido y criado en el campo formoseño, está sentado en un sillón con su fusil sobre las piernas; tiene la misión de vigilar el dormitorio donde sus compañeros duermen la siesta aquel domingo 5 de octubre de 1975. Todos están de retén; es decir, de reserva, listos para actuar en un caso imprevisto, por ejemplo si a la guerrilla se le ocurre atacarlos, algo poco probable porque solo cumplen con el servicio militar obligatorio en la periferia olvidada del país, en un cuartel en los suburbios de la ciudad de Formosa. Sin embargo, a las cuatro y media de la tarde Luna ve que dos jóvenes como él, vestidos de azul, armados también con FAL, entran pateando el portón y le gritan: "Rendíte, dame el arma, que la cosa no es con vos". Pero, Luna lanza una frase destinada a perdurar: "¡Acá no se rinde nadie, mierda!", salta hacia un costado y prepara su fusil. No alcanza a usarlo: unos disparos de FAL lo parten en dos. Su gesto, sin embargo, sirve para alertar al resto de sus compañeros, que se despiertan por el ruido de esos balazos y pueden huir hacia el fondo de la cuadra, donde están los baños y las duchas. Parece una escena de una película pero fue real. Luna quedó tendido en el suelo, el cuerpo cortado en dos, las vísceras que se escurrían por los agujeros de los balazos. Murió de a poco, gritando de dolor que lo mataran de una vez. Seguramente, tuvo tiempo de pensar en sus padres, esos campesinos pobres de Las Lomitas, que eran "peronistas de Perón y Evita", como decía su hijo conscripto. Todo eso ocurrió hace cuarenta y dos años durante la llamada Operación Primicia, el ataque más espectacular de la guerrilla y el bautismo de fuego del Ejército Montonero, en pleno gobierno constitucional de la presidenta Isabel Perón. Fue el primer ataque de Montoneros a un cuartel del Ejército, cuyo jefe ya era el general Jorge Videla. Fue el tema de mi libro Operación Primicia. Hubo, en total, veintiocho muertos por lo cual la operación provocó una conmoción a nivel nacional. En Operación Primicia participaron en forma directa unos setenta guerrilleros en cinco etapas, algunas simultáneas: • Secuestro del Vuelo 706 de Aerolíneas Argentinas, con ciento dos pasajeros y seis tripulantes, que se dirigía desde el Aeroparque porteño a Corrientes pero fue desviado a Formosa, a 1.190 kilómetros de Buenos Aires. • Copamiento del aeropuerto internacional "El Pucú", en la entrada de la capital formoseña. Hubo un policía muerto. • Ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29, el segundo en poder de fuego de todo el país. Los montoneros estaban convencidos de que los soldados de guardia, que cumplían con el servicio militar obligatorio, entregarían las armas, pero no fue así: en apenas media hora de combate, hubo veinticuatro bajas, doce guerrilleros y doce defensores del cuartel, entre ellos diez conscriptos o "colimbas". También murió el soldado que abrió las puertas del cuartel, Roberto Mayol, un santafesino que estudiaba abogacía y era "oficial segundo" de Montoneros. • Fuga de los guerrilleros que sobrevivieron al ataque en el modernísimo Boeing 737-200 de Aerolíneas y en un Cessna 182 de cuatro plazas que sirvió para confundir en el aire a los perseguidores. • Aterrizaje del avión de Aerolíneas a 700 kilómetros de Formosa, en una pista preparada para la ocasión en una estancia cerca de Rafaela, la "Perla del Oeste" santafesino. El Cessna bajó en una arrocera en las afueras de Corrientes. Operación Primicia fue diseñada y dirigida por el "oficial superior" Raúl Yaguer, más conocido como "El Gringo", "Roque" o "Mario", un ingeniero químico santafesino metódico y cáustico que era el número cuatro de la cúpula nacional de Montoneros. Los tres primeros en la jerarquía, Mario Firmenich, Roberto Perdía y Roberto Quieto, aprobaron el copamiento. Salvo en Formosa, Montoneros estaba bien desarrollado en todo el Nordeste, hacia donde había sido trasladado, en 1974, el "oficial primero" y actual diputado kirchnerista Carlos Kunkel. Luego del ataque, patrullas del Ejército salieron del cuartel y mataron a tres vecinos -entre ellos un estudiante secundario de 15 años- que no tenían nada que ver con la guerrilla. Una de las consecuencias políticas de Operación Primicia fue que Videla y el jefe de la Marina, el almirante Emilio Massera, fijaron el 24 de marzo de 1976 como la fecha del golpe que venían organizando desde hacía tres meses. Además, al día siguiente del ataque, el gobierno peronista firmó tres recordados decretos que delegaron en las Fuerzas Armada la lucha contra las guerrillas. A partir de aquel momento, comenzaron las desapariciones. Con el tiempo, los parientes de los guerrilleros muertos fueron indemnizados como si hubieran sido Víctimas del Terrorismo de Estado con el equivalente a cien veces el sueldo más alto de la administración pública nacional. En tanto, los padres de los colimbas muertos cobran una pensión muy baja, que en 2010, cuando fue publicada la primera edición de Operación Primicia, era de 842 pesos por mes. Aquel año, la indemnización para las Víctimas del Terrorismo de Estado ascendía a 620.919 pesos. No solo oro sino también bronce: los guerrilleros muertos son recordados como héroes y mártires en sus pueblos y ciudades, y figuran en el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado ubicado en la Costanera porteña. Los conscriptos muertos formaban parte de un grupo desafortunado compuesto por los "soldados del domingo por la tarde", es decir los más pobres, que no tenían dinero para visitar a sus familias en el interior de la provincia y acostumbraban a cambiar sus francos por una pequeña suma de dinero, como Luna, y los más generosos, como Edmundo Sosa, un muchacho sin padre que, primero, postergó su baja para que saliera en su lugar un compañero que era más pobre que él y tenía dos hijos que alimentar, y luego, aquel domingo 5 de octubre, le había cedido su franco a otro colega para que fuera a Clorinda a ganarse unos pesos en el acarreo de bolsas de harina de contrabando a Paraguay. Un cálculo simple indicaba que la madre de Sosa, por ejemplo, debía cobrar esa pensión de 842 pesos todos los meses durante 61 años y medio de su vida para llegar a la suma ya percibida por los parientes de cada uno de los guerrilleros. Y sin que hubiera inflación. Salvo en Formosa, a nivel nacional no suelen recibir homenajes ni reconocimientos en ningún otro lugar. Los soldados que sobrevivieron —en su mayoría siguen tan pobres como antes— han solicitado el cobro de un subsidio, que fue negado por el Ejército y el gobierno nacional. El juez federal Claudio Bonadio investiga si hubo delito en el pago de las indemnizaciones a los parientes de los guerrilleros muertos por lo cual ya allanó dos veces la sede de la secretaría de Derechos Humanos. Un cruento ataque de Montoneros en democracia y durante un gobierno peronista; una represión militar desaforada e ilegal; veintiocho muertos y un número de heridos desconocido pero que debe haber sido por lo menos similar; decretos que delegaron en las Fuerzas Armadas la lucha contra las guerrillas, sin control de las autoridades civiles; jefes militares que decidieron la fecha del golpe seis meses antes de que ocurriera; guerrilleros indemnizados con dinero público y recordados como héroes, mártires o "curas laicos"; jóvenes de 21 años que cumplían el servicio militar obligatorio y murieron pero nunca llegaron al bronce nacional y dejaron a sus padres con una mísera pensión, sobreviviendo en la pobreza: Operación Primicia y sus derivados parecen haber surgido de la imaginación de un novelista cruel. *Periodista, su último libro es "Salvo que me muera antes"
"¡Acá no se rinde nadie, mierda!", el grito del soldado Hermindo Luna antes de que lo mataran en la Operación Primicia
El soldado Hermindo Luna, un criollo de 21 años nacido y criado en el campo formoseño, está sentado e