Cultura

El extraordinario error de quienes soñaron con un Fernández moderado

¿Cómo no entendieron que la maniobra de CFK era garantizarse el gobierno para forzar su impunidad judicial, aun cuando tuviera que dinamitar los cimientos del estado de derecho?

“Pensé que Alberto Fernández no iba a rifar su destino político a la obediencia a Cristina Kirchner, pero me equivoqué”, dijo hace algunos días la ensayista Beatriz Sarlo. Sucede a menudo que una frase ayuda a entender el enorme desatino argentino. No es un tema personal de Sarlo, a la que se le debe reconocer la sinceridad de su frase y la admisión de su error. Ese tipo de reflexiones fueron usuales en formadores de opinión, empresarios y hasta en miembros de la oposición: el Fernández republicano se convertiría en un independiente aliado de sectores democráticos para aislar a los autoritarios. Una tontería por donde se lo mire. Fernández fue Presidente porque CFK le hizo un llamado telefónico y se lo informó. Luego ella lo anuncio al país vía Twitter. Por supuesto, Fernández se mudaría a Olivos con una acompañante y podría nombrar a sus amigos en cargos (siempre vigilados por un alcahuete de CFK). Pero el poder de veto y los lugares estratégicos los manejaría CFK, quien, además, administraría el Poder Legislativo. Ella es la Presidente del Senado y su hijo, Máximo, el jefe de Sergio Massa en Diputados. Fernández podría gobernar de la manera que deseara siempre que esa manera fuera del agrado de CFK. Nunca hubo una negociación entre pares porque no son pares. Fernández era un jubilado que iba a programas de TN, tuiteaba como un poseso y su roce con la política consistía en pertenecer al grupo de Puebla, un grupo de ex políticos latinoamericanos jubilados, algunos de ellos con problemas con la justicia de sus países. CFK tenía votos, grupos fanáticos incapaces de razonar por fuera de su adhesión a ella y muchos sectores políticos y judiciales que habían sido ocupados por talibanes de ella. Por supuesto contaba, además, con medios de comunicación financiados con dinero sucio. ¿Cómo pudo haber gente instruida que pensara que esa era una relación de pares? ¿Cómo no entendieron que la maniobra de CFK era garantizarse el gobierno para forzar su impunidad judicial, aun cuando tuviera que dinamitar los cimientos del estado de derecho? ¿Cómo no observaron que el resentimiento, el odio y los negocios eran la fuerza motora de la que se alimentaban? Argentina siempre tiene generadores de ideas estrambóticas. Hay que recordar que cuando se presentó CFK por primera vez a la presidencia había muchos políticos y comunicadores que sostenían que ella iba a ser “más institucional que Néstor”. Muchos fundamentaban esa tontería en la patética alianza con los radicales que llevó a Julio Cobos de candidato a vice. Recuerdo a muchos poetas de la bobería hablando de que la alianza con el radicalismo iba a dotar al gobierno de “más república”. Desde ya, el que mandaba era Néstor, al que le importaba un pito la institucionalidad. Los radicales, por su lado, sólo fueron una comparsa de acompañamiento hasta que llegó la 125 y casi termina todo en una guerra civil. Argentina es un lugar donde la candidez de algunos sectores roza la complicidad. Estos últimos días han sido pródigos en demostraciones que muestran que el oficialismo no es otra cosa que un cuerpo enfermo en el cual se mezclan por igual altas dosis de autoritarismo, corrupción y una extraordinaria mala praxis. CFK sigue en su cruzada por destrozar la justicia para garantizar su propia impunidad y la de su familia en causas donde no les debería ir muy bien, ya que hay pruebas de sobra acerca del desfalco que han hecho. El gobierno de científicos no dejó papelón sin hacer. Guzmán cree que la “sarasa” es la herramienta válida para salir del desastre económico en el que están inmersos. La desastrosa gestión de la pandemia supera todas las expectativas con el anuncio de la gestión Kicillof acerca de que hay 3.500 muertos más de los que venían contabilizando. Seis meses de Covid y no pudieron ser serios en algo tan importante. La ineficiencia y el autoritarismo son la característica fundante de este proceso. El desopilante episodio del ex diputado Ameri es otro hecho que dispara varios análisis. Luego de que el Presidente se expresara en términos despectivos hacia la noción de mérito, aparece este episodio que confirma que la fuerza política que integra el Presidente perdió el rumbo en la elección de sus representantes. Los tipos como Ameri siempre existieron en la política. Eran mandaderos, custodios, hombres para todo servicio de algún político con aspiraciones. La decadencia acelerada del kirchnerismo lleva a que esa clase de individuos tengan un upgrade y terminen siendo ellos los diputados. Antes del episodio que lo hizo famoso (a él y a los senos operados de una joven), Ameri había sido barrabrava (tiene un problema físico generado en un enfrentamiento con la policía). Además, tenía algunas denuncias de menores por abuso sexual. A pesar de esos antecedentes, nadie en su fuerza política hizo público su rechazo a que integrara la lista por la que terminó como diputado. El día de su asunción juró, por supuesto, por “Néstor y Cristina”. La poseedora del seno (famoso, ahora, en todo el mundo) era su asesora en el Congreso. El señor podría haber sido portero de un cabaret y terminó de diputado. Fernández habla en contra del mérito. Bergoglio se expresó en el mismo sentido un par de días después (el daño que ha hecho el pensamiento retrógrado del actual Papa respecto del progreso y la superación personal es notable). Luego de esas manifestaciones aparece un diputado calentón, carente de méritos, a confirmar la indigencia intelectual en la que se encuentran Fernández y Bergoglio. Impresionante todo. Los movimientos políticos encabezados por un líder autoritario tienen una característica común: crean una red de fanáticos que son capaces de justificar hasta las aberraciones más grandes. El kirchnerismo está lleno de esos sectores. El fanatismo, “el gen maldito de la humanidad” del que habla Amos Oz, produce justificadores seriales de desastres. Dejan de lado el pensamiento crítico. Las seguidoras oficialistas y feministas llegan a límites lindantes con el ridículo. En la desesperación por ver tan claramente los valores de la fuerza política que reivindican salieron a decir que la posible reemplazante de Ameri, Alcira Figueroa, es una antropóloga con muchos valores y que, según ellas, el proceso terminaría siendo virtuoso porque se iba Ameri y entraba esta señora. El tema es que la señora en cuestión dio un reportaje a la periodista Guadalupe Vázquez y admitió que “para adentro del espacio político” se sabía que Ameri se propasaba con menores e intentaba cambiar planes sociales por favores sexuales. El kirchnerismo y el concepto mafioso de Omertá (las cosas malas se hablan adentro y quedan adentro). También es curioso que reivindiquen como algo bueno que la señora que las representa haya aceptado ir en una lista con un señor acusado de abuso sexual. Y, para completar, el señor iba mejor ubicado en la lista que ella. Moral elástica tienen algunas. Alperovich (acusado de violación) también es kirchnerista. Lo mismo que el ex presidente del Concejo Deliberante de Santa Cruz (Emilio Maldonado), que acaba de ser condenado por abusar de dos niñas. Y defienden al gobierno que dejó libres a violadores que estaban en prisión. Las contorsiones discursivas del feminismo kirchnerista dan vergüenza ajena. Todo es degradación en el oficialismo. La ofensiva contra los jueces que llevan causas de corrupción de CFK llega a la Corte Suprema. Veremos si funcionan los equilibrios institucionales mientras la sociedad mira atónita la velocidad con la que avanza la decadencia.

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