Cultura

Está cada vez más claro: la que manda es CFK

La quita anunciada no se había discutido, no estaba en la agenda política y es, claramente, una orden que la vicepresidenta dio al gobierno para proteger a Axel Kicillof, que está en ese cargo por decisión de ella

El episodio de la quita de 35.000 millones a la ciudad de Buenos Aires para sofocar una protesta policial de otra provincia es una radiografía exacta de la banalidad de los discursos de “fin de la grieta”. El jefe de gobierno de la ciudad manifestó su “sorpresa” y le dijo al ministro del Interior que se sentía “traicionado”. Para sentirse traicionado hay que haber confiado primero. Y resulta curioso sentirse sorprendido cuando la fuerza que está en el gobierno es el kirchnerismo, un movimiento que nunca tuvo interés en respetar la ley ni la convivencia política. ¿Cómo sentirse sorprendido de algo que era obvio que iba a suceder? ¿Por qué confiar en una fuerza política que nunca tuvo el más mínimo interés en respetar al que piensa distinto? El diálogo entre fuerzas políticas es deseable cuando todas las fuerzas respetan códigos democráticos y de respeto mutuo. Eso ocurre en muchos países en los que se llega a acuerdos parlamentarios o se mantienen negociaciones entre las distintas estructuras partidarias. Ninguna de esas cosas sucede si en el Gobierno hay una fuerza populista que tiene entre sus creencias más profundas la confrontación permanente y la acumulación del poder por medio de la prepotencia y la corrupción. Se trata de una fuerza política que no tiene ningún interés en las ideas de los otros y que sólo usa el poder para avanzar como topadora en todos los estamentos institucionales, cooptando con dinero y ofreciendo posiciones importantes e influyentes a fin de que todos trabajen por la agenda política de una líder estrafalaria. Intentar el diálogo con el que te somete y humilla es una inocencia política peligrosa y un desconocimiento enorme de cómo se han saldado en la historia los episodios donde los demócratas confían e intentan acordar con los populistas autoritarios. Para este tipo de situaciones se usa el ejemplo de Neville Chamberlain, primer ministro británico de finales de la década del 30 cuando Hitler ya avanzaba peligrosamente sobre Europa. Tenía una política de “apaciguamiento” con el Tercer Reich y creía que haciendo algunas concesiones sobre varias cuestiones podría garantizar la paz. De más está decir que los nazis traicionaron todos los acuerdos hechos con Chamberlain. Varios líderes venían advirtiéndolo: no se confía ni se negocia con los autoritarios. Churchill era uno de los que sostenía que no había nada que negociar y fue él quien sucedió a Chamberlain, obligado a renunciar luego de su fracaso. “Se te ofreció elegir entre la deshonra y la guerra, y elegiste la deshonra, y también tendrás la guerra”, fue la famosa frase de Churchill a Chamberlain que retumba aún hoy. La historia deja claves de comportamientos en la política. Chamberlain era un hombre respetable que no pudo comprender el fenómeno del autoritarismo. En la oposición argentina hay muchos émulos de Chamberlain y pocos de Churchill. En el acto televisado donde se anunció, sorpresivamente, la quita de fondos a la ciudad, se encontraban presentes algunos intendentes de la provincia (de la oposición) convocados con el pretexto de la crisis policial. Los engañaron para aparecer en televisión mientras se agredía a un distrito gobernado por la oposición. Podrían haber generado una extraordinaria ofensiva política se si paraban y se retiraban luego de escuchar al Presidente anunciar algo que no estaba en las previsiones políticas de nadie. Frente a la indignidad de Fernández podrían haber respondido con una actitud digna que diera inicio, desde el momento del anuncio, a la ofensiva política contra la medida. Lo anunciado no se había discutido, no estaba en la agenda política y es, claramente, una orden que CFK dio al gobierno para proteger a Kicillof, que está en ese cargo por decisión de ella. CFK sólo se interesa por proteger a su gente y el resto del justicialismo la sigue en sus obsesiones con una disciplina que da vergüenza ajena. De los 37 años de democracia la provincia fue gobernada 29 años por el PJ. Lugares enormes y pobrísimos como La Matanza vienen siendo gobernados por el PJ desde el año 1983, sin interrupciones. Fue durante el kirchnerismo, cuando gobernaban Néstor y Cristina Kirchner y el jefe de gabinete era Alberto Fernández, cuando más se desfinanció la provincia. La lógica de siempre es que el peronismo destroza todo porque gobiernan pésimamente mal y sólo tienen interés en permanecer en el poder para beneficiar a los suyos y hacerse ricos. Hacen eso hablando del “pueblo”. Cuando se llega al límite del desastre por los errores acumulados y generados por ellos mismos, les sacan dinero a los distritos donde siempre pierden las elecciones. Cuando hay que explicar la decadencia argentina siempre aparecen las mismas claves y las mismas operatorias. Ante estos hechos cismáticos aparecen los recuerdos recientes donde políticos, comunicadores y distintos miembros del mediocre “círculo rojo” argentino creaban fábulas bobaliconas sobre el presunto carácter dialoguista e institucional del Presidente. Eran las épocas donde se hacían esos patéticos shows de “stand up” del coronavirus donde miembros del oficialismo y la oposición se sentaban juntos mientras el Presidente mostraba filminas con datos equivocados, decía tonterías y hacía malas comparaciones con otros países. ¡Como olvidar la crítica a Suecia, que actualmente tiene el tema del Covid muy superado, con los chicos en el colegio y sin cuarentena, cuando Argentina ya superó por lejos las peores previsiones! En esos tiempos de “vamos ganando”, que hacía recordar a los medios en la época de Malvinas, muchos periodistas y empresarios mostraban su “satisfacción” porque descubrían a un nuevo Máximo Kirchner con el que se podía dialogar. Las epifanías del establishment argentino duran cada vez menos: Fernández fue elegido por CFK por ser el mas cínico y manejable de los que tenía a mano y Máximo está donde está porque pertenece a una dinastía populista y corrupta y no tiene ninguna virtud intelectual más que representar las órdenes de su madre. La madre le ordenó hace unos días que vaya a reventar una sesión del Congreso donde los diputados de la oposición estaban presentes y los consideraron ausentes. Versión más vulgar es la de CFK, que les apaga los micrófonos a los senadores de la oposición o los deja discutiendo horas para consensuar un dictamen y en los minutos finales cambia todo y agrega lo que se le da la gana. Eso pasó con la reforma judicial en el Senado. El talante democrático que tenía felices a algunos duró un par de semanas. Los que tienen responsabilidades en la Argentina deben empezar a mostrar que son dueños de ideas y convicciones y que las van a defender frente a la irracionalidad y el autoritarismo. El episodio del tuit del Ejército en el que se recordaba la muerte de un oficial y un conscripto (un civil que cumplía el servicio militar obligatorio) asesinado por la guerrilla del ERP es un ejemplo más de la tendencia imperante. El asesinato ocurrió en democracia. Cuando apareció el tuit hubo quejas de sectores sectarios que piensan que los demás no tienen derechos humanos y no merecen homenajes. Ante esas presiones se borró el homenaje luego de una reunión entre el jefe del Ejército y el ministro de Defensa. La única política de Estado en Argentina es la idiotez. Sería impensable que en España no se pudiera homenajear a la gente que mató ETA en democracia, o que en Perú no se pudiera recordar a víctimas de Sendero Luminoso o que en cualquier lugar del mundo alguien se opusiera a homenajear a victimas de Hezbollah. Ceder en cosas que son de sentido común por miedo al escrache de minorías violentas abre la puerta a que esas minorías poco ilustradas crean que tienen derecho a decir cómo fue la historia. Que no se pueda recordar a los muertos por la guerrilla asesinados en democracia es un ridículo del cual no se vuelve. Borrar el homenaje es un ataque a los derechos humanos y una actitud cobarde. Ocupar un cargo público no es solamente cobrar un buen salario y ceder ante cualquier presión. La decadencia argentina es imparable. Sin determinación y coraje no habrá chances de cambiar nada. La oposición tiene la oportunidad de demostrar que entendió cuál es el momento histórico. La batalla política es importante. La batalla cultural, imprescindible. Las cartas están echadas y las posiciones están claras. Los que no defiendan convicciones y no tengan determinación para defender la libertad y la ley serán llevados por delante por los inescrupulosos autoritarios. La historia enseña eso.

To Top