Volviendo al divorcio que la mayoría de los políticos viven de la realidad, ellos plantean cuarentena inflexible o muerte. Hasta el Presidente llegó a decir que a los economistas no les interesa preservar la vida, como si fuesen unos salvajes que están deseando ver muertos en la calle para disfrutar de esa escena. Claro, esos políticos no tienen la necesidad de vender sus productos, lidiar con la legislación laboral, los impuestos, las regulaciones y demás cuestiones burocráticas que enfrenta diariamente cualquier empresa privada, incluida un maxiquisco. La función de ellos es vivir de la rosca política, los acuerdos y traiciones políticas y la forma de estar siempre cayendo en cualquier cargo público, cargos para los que, generalmente, no están preparados para ocupar. Por eso no les preocupa cuán largo pueda ser un estricto Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, lo primero que hacen es separar la plata que se recauda del sector privado o de la emisión monetaria del Banco Central, para cobrar sus sueldos. A fin de mes tienen su ingreso asegurado. El pequeño comerciante ni la gran empresa tiene asegurado su ingreso a fin de mes. Tiene que conseguir clientes. Vender. Y la realidad es que buena parte del sector privado no tiene demasiadas espaldas para aguantar prolongadas cuarentenas, lo que no quiere decir que no haya que tomar las medidas de recaudo necesarias para cuidarse de los contagios. Nadie dice que la gente salga a la calle a contagiarse para caer como moscas, solo poner los pies sobre la tierra y advertir que la gente es más centrada y criteriosa que los políticos a la hora de saber cuidarse. El gráfico muestra cómo evolucionaron las presentaciones de declaraciones juradas de sueldos de empleados en relación de dependencia entre febrero de este año, mes completo sin cuarentena y abril, mes completo con ASPO. En total hubo 74.539 puestos de trabajo menos sobre los que no se presentaron declaraciones juradas De esa serie surge que el 92% de puestos de trabajo afectados por la crisis se concentró en las empresas que tiene entre 1 y 100 personas. Es decir, claramente pymes. Pequeños comercios que no pueden abrir y tienen a su dueño y a uno o dos empleados son los que más sufren la militancia en favor de la cuarentena. Si se observa la dinámica de los puestos de trabajo desde el pico de abril de 2018, cuando empezó la crisis financiera y económica local hasta noviembre, último mes completo de gobierno de Cambiemos, se perdieron 251.691 empleos; mientras que desde entonces hasta abril, con el nuevo Gobierno se registraron 137.679 bajas, a un ritmo de más de 330 mil en un año. Desde el inicio de la crisis de abril 2018 se perdió un promedio de 13.984 puestos de trabajo en el sector privado por mes, y Fernández está perdiendo un promedio mensual de 14.908 empleos. Asimismo, en ese período de dos años la estadística oficial registró la disminución de 16.544 empleadores en los últimos 19 meses del gobierno de Mauricio Macri, en tanto en 5 meses de gestión de Alberto Fernández dejaron de aportar a la Anses 18.933 empleadores privados. No solo ambas administraciones tuvieron pésimas administraciones económicas, sino que, además, compartieron lo divorciada que está la dirigencia política de la realidad. La Argentina sufre el choque de dos visiones de vida Por un lado, se observa una mayoría de políticos que viven “rosqueando”, haciendo alianzas políticas, traiciones, nuevos acuerdos y permanentes búsquedas de algún conchabo en el sector público para “salvarse”. Sus ambiciones no pasan de ver cómo hacen para caer siempre parados en algún puesto del Estado. Del otro lado, está el sector privado, donde hay un montón de emprendedores que no solo quieren ganar dinero, tienen la ilusión de construir un sueño. De crear una empresa. Para la mayoría de la dirigencia política un negocio es solo para ganar dinero. No entienden que para el verdadero emprendedor, el que desarrolla su capacidad de innovación, que arriesga el escaso capital que tiene o el que le puede prestar un familiar, lo guía más un sueño de construir algo que el de hacer fortunas. Quienes hayan leído las historias de grandes emprendedores, verán que sus logros partieron de un sueño. De los esfuerzos, fracasos y nuevos intentos que tuvieron que hacer para poder construir el éxito final. Tiempo atrás, comentaba el hijo de un inmigrante que hizo una gran empresa en Argentina partiendo de la nada, que el día que decidieron venderla por razones que no vienen al caso, su padre lloraba al momento de firmar. Y lloraba porque estaba entregando el esfuerzo de toda una vida. De trabajar sin descanso para construir una empresa que logró el apoyo de los consumidores gracias a la búsqueda de la excelencia y llegó a liderar el mercado. Al vender embolsaba sus buenos millones de dólares, pero no era eso lo que lo hacía feliz, porque veía cómo entregaba lo que había construido con tanto esfuerzo. Lo que no ven los políticos con su eterno conchabo en el Estado, son los sueños que destruyen, la angustia que generan en muchas personas que ven destruidos sus proyectos. O los sueños de sus padres o el de sus abuelos que ellos continuaron. Hay un intangible afectivo en la mayoría de las empresas que se crean. Se equivocan los políticos si creen que lo único que le importa a un emprendedor es solo ganar dinero despojado de todo afecto a su emprendimiento. En síntesis, la pandemia vino a dejar al descubierto dos visiones de la vida: la de los políticos rosqueros que viven de los impuestos que generan los que trabajan en el sector privado, y la de los emprendedores y gente de trabajo que tienen el sueño de construir algo que incluso los trascienda a ellos y que su creación llegue a otras generaciones. El choque es entre los que construyen y los que viven de los que construyen y, encima, les ponen todas las trabas para que no puedan construir.
La cuarentena mostró dos visiones: la de los que construyen en el sector privado y la de los que viven de ellos en el sector público
La pandemia de la Covid-19 sacó a la luz la voracidad fiscal de quienes sólo piensan en crear impuestos, y las necesidades de empresas y trabajadores limitadas para generar recursos