Cultura

El kirchnerismo y la concreción del sueño autoritario

Argentina es un lugar en donde hay una facilidad extraordinaria para instalar discursos únicos. Se tr

Argentina es un lugar en donde hay una facilidad extraordinaria para instalar discursos únicos. Se trata siempre de la misma estrategia. Es decir, se pone un nombre que estigmatice al que quiera pensar por fuera de los dictados del gobierno y su corte amplificadora. Inventaron, por estos días, la “anticuarentena” y utilizan el término para calificar a cualquiera que exprese algo diferente a las mentiras o idioteces crónicas del Gobierno. Decir que no debe haber avances autoritarios, que no se debe atacar a los que están juzgando actos de corrupción, que no debe haber sobreprecios, que no se debe conculcar derechos, que no se debe ejercer violencia política contra el que piensa distinto o que el desastre económico que se viene da miedo es calificado de esa manera en la indigencia intelectual kirchnerista. Discursos más elegantes, pero similares de fondo, se encuentran también entre gente que cultiva cierta corrección política bobalicona. Por supuesto, ese discurso se fogonea desde los medios K que han sido alimentados por el dinero de la corrupción y la pauta oficial como C5N o Página 12, entre muchos otros medios kirchneristas. La mayoría de los que trabajan allí ponen un esfuerzo notable en criminalizar a los que piensan distinto y en defender delincuentes siempre que sean K. Uno lo puede entender por el ocaso intelectual en el que se encuentran la mayoría de esas organizaciones humorísticas. La calle está dura, por así decirlo, y muchos de los que difaman desde esos medios no tienen escrúpulos ni talentos. Si el sueldo se los hubiese pagado Al Capone habrían afirmado que el infame hampón merecía el premio Nobel de la Paz y que quienes lo encarcelaron estaban violando sus derechos humanos. No sólo están empeñados en uniformar a todo aquel que reflexiona y se expresa acerca de la situación local. Esta semana el fascismo argentino escribió una página gloriosa. En Facultad de Derecho de la UBA se había organizado una charla con el ex juez brasileño, Sergio Moro, encargado de llevar adelante la causa conocida como Lava Jato, que llevó a prisión a políticos de todas las ideologías y a vastos empresarios. Lo que se demostró, justamente, fue que la corrupción era transversal y no tenía que ver con izquierda o derecha. En Argentina los K y algunos progres lunáticos empezaron a pedir censura. El Presidente hizo gestos en ese sentido y la ministra Elisabeth Gómez Alcorta hizo lo propio. Los organizadores de la facultad, en un hecho que enaltece su estupidez y cobardía, cancelaron la charla de Moro. Un acto de censura que abona el pensamiento único también en este episodio. Se puede disentir con Moro o con cualquier persona, pero lo que no se puede hacer es censurarla. El fascismo siempre necesita de los cobardes y de los mojigatos para llevarse por delante la libertad. Aquí funcionaron en una simbiosis perfecta. El Presidente mostró su intolerancia hace unos días cuando Silvia Mercado (periodista de Infobae) le preguntó sobre la “angustia” que podía estar sintiendo parte de la población a raíz de la cuarentena (a esta altura, la más larga del mundo) con su consiguiente daño sobre el empleo y la actividad económica. Hemos visto esta semana varias historias sobre cierres de negocios y sobrados datos acerca de la caída de la economía que generará una cantidad impactante de nuevos pobres. El Presidente contestó de mala manera y con un tono despectivo una pregunta que tenía mucho de sentido común. Probablemente para él no sea un problema la angustia que produce el miedo a perder el empleo o los ahorros. Ahora es Presidente y antes vivía en un departamento en el barrio más caro de Buenos Aires y no pagaba alquiler porque “se lo prestaba un amigo”. La mayoría de la gente tiene muchos gastos que pagar y no puede salir a trabajar. Mostrar empatía con esa gente es lo menos que puede hacer un Presidente. No la tuvieron a la hora de bajarse los sueldos (como en Uruguay entre muchísimos lugares) y no la tienen al momento de entender la angustia de gente que se siente responsable por su familia y por el sustento. Lo que sí hizo, en cambio, fue ir a Formosa a ver a Gildo Insfrán, gobernador de una provincia que tiene la tasa más alta de mortalidad infantil. Insfrán está en el gobierno hace 33 años (8 como vice gobernador y 25 como gobernador). Alberto Fernández le dijo que lo quería y le dio un abrazo fortísimo y sin barbijo (¿alguien sabe por qué los peronistas se abrazan tan parecido a los mafiosos de las películas?). El Presidente quiere mucho a Insfrán y cree que Moyano es un “ciudadano ejemplar”. Lo que le molesta es que la gente que está encerrada hace 80 días y que teme por su futuro se angustie. La miserabilidad de la política mafiosa en Argentina ya no disimula. Y la oposición no entiende que van contra ellos. Esta semana entrevistaron a Horacio Rodríguez Larreta en una radio y cuando le preguntaron acerca de que si Macri debía hablar, respondió: “Me parece prudente evitar los comentarios políticos en un momento tan delicado. No es tiempo de declaraciones políticas”. Mas allá de que yo pienso que siempre hay que hablar de política, es obvio que el peronismo sí está hablando, conspirando, apoderándose del Estado y persiguiendo opositores. La oposición tiene que ser muy enérgica porque el Gobierno irá por ellos. Es un consejo con la mejor de las intenciones. Antes de la pandemia, ya CFK quería que le sacaran el dinero de la coparticipación. Ahora no pierden oportunidad de clavarles puñales. Si no se defienden, se los llevarán puestos. Y con eso, se llevarán puesta a la democracia argentina. Se ve muy claramente. El nuevo orden del que hablan los peronistas es una sociedad con miedo y empobrecida, y a merced de unos inescrupulosos que sólo piensan en el dinero, el poder y en su impunidad frente a la corrupción. Esta semana también hicieron una gran pompa cuando visitaron una tuneladora para obras vinculadas al agua que habían sido planteadas y comenzadas durante la gestión anterior. Por supuesto el Presidente (en plena epifanía goebbeliana) deslizó críticas al gobierno anterior (que tuvo la iniciativa de la obra). Además, nombraron “Eva” a la tuneladora (¡son tan obviamente fascistas!). Ese es el comportamiento que tienen frente a la oposición: apropiarse de lo que inició el gobierno anterior y cambiar la historia para atacarlos. “Cuando la diferencia entre la verdad y la mentira se convierte en una mera cuestión de poder y astucia, de presión y repetición infinita, las falsedades más monstruosas se convierten en hechos incuestionables”, expresaba Hanna Arendt. Decía esto en un libro sobre el autoritarismo. Cuadra perfecto para la historia del peronismo y, sobre todo, en esta mutación, llamada kirchnerismo. La historia y la actualidad autoritaria basadas en la mentira. En otro feudo peronista (Tucumán) asesinaron a Luis Espinoza, que tenía 31 años. Era trabajador rural y tenía 6 hijos. Está comprobado que fue muerto por un disparo de un arma reglamentaria de la fuerza de seguridad provincial. El silencio atronador de los peronistas acerca de este caso marca la pauta del profundo desprecio por la vida que tienen cuando un hecho así sucede bajo una administración del PJ. El silencio atronador de los referentes de “derechos humanos del kirchnerismo” da vergüenza ajena. Los actores, cantantes y toda esa fauna que hace videos cuando sucede algo en algún lugar donde el gobierno no les gusta y que hacen silencio frente a esto muestra la bajeza moral en la que se encuentran. Cuando matan los suyos se llaman a silencio. Están pensando el próximo video en contra de la situación en Chile, pero en Tucumán se puede matar tranquilo. Cada vez caen más bajo. Todas estas cuestiones conducen a un solo lugar: el miedo. La muerte, la censura, el escrache al que piensa distinto, la desazón por el futuro económico. Todos encerrados y con miedo. El miedo y la mentira. El sueño autoritario se concreta en Argentina. El oficialismo tiene a unos “intelectuales” de un nivel paupérrimo. Por eso es lógico que la definiciones políticas de fondo las exprese un actor un poco bruto, pero sincero: Dady Brieva. Esta semana le dijo al Presidente que no de más vueltas y vaya hacia Venezuela. Brieva tiene la sinceridad autoritaria que le da su vulgaridad intelectual. Y tiene una sensibilidad de extrarradio que le permite comprender al kirchnerismo profundo. Sabe que lo que dice es lo que piensan muchos. El “vamos por todo” de CFK es lo que piensan y sienten. Dady los conoce.

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