Política

Coronavirus: fuerte aprobación a la cuarentena que dispuso Alberto Fernández

La mayoría destaca también cómo el Presidente gestiona la situación

Ocho de cada diez personas están de acuerdo o muy de acuerdo con la continuidad de la cuarentena. La aprobación de las medidas de aislamiento es pareja en todos los sectores, los humildes y los de mejores recursos. Es mayor el visto bueno en mujeres que en hombres, aunque disminuyó un poco desde el 20 de marzo, cuando la cuarentena se hizo obligatoria. El dato es significativo teniendo en cuenta que una enorme mayoría --tres de cada cuatro personas-- admite que el aislamiento le está afectando su situación económica. Hay una porción relativamente chica, el 20 por ciento, que dice que su economía no aguanta más de una semana. Las conclusiones surgen de una encuesta realizada por un equipo de la Universidad de La Matanza sobre la base de entrevistas a 1230 personas del área metropolitana, es decir de la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. El relevamiento se hizo en base a un reclutamiento on line, aunque se respetaron las proporciones por edad, sexo y nivel económico social. El punto más relevante es que en los sectores con mayores dificultades económicas, el de más bajos recursos, la aprobación de la cuarentena es muy fuerte. En la franja más acaudalada, ABC1, el respaldo al aislamiento es del 85 por ciento, mientras que en los sectores de menor capacidad económica, D, el apoyo es del 76 por ciento. Son nueve puntos menos, producto de la urgencia del que menos tiene, pero aún así el apoyo es altísimo: tres de cada cuatro personas. En promedio, el acuerdo con la cuarentena es del 83, 1 por ciento y sólo un ocho por ciento que está en desacuerdo o muy en desacuerdo. Es decir que más allá de lo duro que significa estar virtualmente encerrado, la medida tiene un enorme consenso, casi seguro porque los ciudadanos ven las imágenes de lo que está ocurriendo en otros países. Esto no sólo se verifica en las encuestas sino en el visible descenso en la cantidad de pasajeros en el transporte público. Por supuesto que la cuarentena deja rastros: al principio, en los días posteriores al 20 de marzo, cuando se anunció la decisión, más del 80 por ciento dijo estar con ánimo bueno o muy bueno. Hoy ese porcentaje bajó a menos del 50 por ciento, aunque la gente no se pasó al malo o muy malo, sino al regular (32 por ciento). La mayor necesidad es que vuelva el comercio minorista (58 por ciento), los odontólogos (45 por ciento) y las peluquerías (26 por ciento). Desde ya que el punto más angustiante está en la franja que tiene enormes dificultades para resistir. La encuesta preguntó específicamente cuánto cree el entrevistado que puede aguantar su economía personal el actual estado de aislamiento. Hay un 17 por ciento en situación crítica, ya que afirman que pueden resistir menos de una semana (4, 5 por ciento); una semana (seis por ciento) o hasta dos semanas (6, 4 por ciento). Pero, de inmediato, hay un 25 por ciento adicional que dice que puede aguantar un mes. Sumando ambos porcentajes, el 42 por ciento de los relevados dicen que estarán en serias dificultades dentro de los próximos 30 días. Es cierto que la cuarentena se extendió hasta el 26 de abril --menos de dos semanas--, pero también parece cantado que no se pondrá todo en marcha al día siguiente. La campaña de la oposición de derecha alrededor de que hay que empezar a privilegiar la economía tiene su eco sólo en un tercio de la población que juzga que se está descuidando lo económico. Pero una categórica mayoría califica como buena o muy buena la gestión de Alberto Fernández (75, 2 por ciento), frente a sólo un 9, 4 por ciento que lo evalúa mal o muy mal. Es un fuerte consenso que no abarca únicamente a los votantes del Frente de Todos sino que también hay aprobación de una parte sustancial de los que apoyaron a Juntos por el Cambio en la elección del año pasado. La gestión de Horacio Rodríguez Larreta frente al Covid-19 igualmente tiene muy buena aprobación, 72, 8 por ciento, y, pese a la feroz ofensiva en su contra de algunos medios, también Axel Kicillof tiene aprobación mayoritaria: 57, 1 por ciento consideran bueno o muy bueno su trabajo. En realidad, en una situación de crisis, ningún político debería confiarse en los números positivos de las encuestas. Su popularidad puede bajar en cualquier momento, porque la opinión pública va y viene. El punto clave es hacer lo correcto, acertar en las políticas, porque eso es lo que rendirá a mediano plazo, cuando se haya estabilizado el barco. Es muy llamativo que casi la totalidad de los encuestados conocen las medidas del gobierno para paliar la situación. Por ejemplo, nada menos que el 88 por ciento sabe de la existencia del Ingreso Familiar de Emergencia (el aporte de los 10.000 pesos) o del congelamiento de alquileres, la prohibición del corte de los servicios y del bono de 3.000 pesos para jubilados que ganan la mínima. Los ciudadanos están en sus casas, se informan más que nunca y son asombrosos los ratings de las entrevistas o las participaciones de Alberto Fernández en la televisión. Aún así, existe una crítica a los medios: casi la mitad (43, 3 por ciento) de los consultados afirman que convirtieron el coronavirus en un espectáculo y que exageran la gravedad del asunto. La televisión es el medio de referencia, a través del que se da la información más inmediata, y sigue estando la salud como el tema que suscita más interés: los editores saben que el ciudadano continúa escuchando con detenimiento las explicaciones de infectólogos y especialistas en todo lo que rodea al coronavirus. Tal vez uno de los puntos altos del trabajo de la Unlam es que resalta algo que se respira en la sociedad en estos días. Existe una nueva valorización de los tres grandes protagonistas de esta epidemia. Cuando se le pregunta a los encuestados por sus niveles de confianza, al tope de la tabla figuran los trabajadores de la salud, el Estado y la comunidad científica. Fueron los sectores a los que el neoliberalismo -y el gobierno de Mauricio Macri- hostigó durante cuatro años, reduciéndoles presupuestos, disolviendo el ministerio de Salud y, sobre todo, desmereciendo su papel y su esfuerzo cotidiano.

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