Cultura

El caso Nisman y la inmoralidad kirchnerista

Es extraordinario lo que produjo en la Argentina el estreno de la serie sobre Alberto Nisman. Por un

Es extraordinario lo que produjo en la Argentina el estreno de la serie sobre Alberto Nisman. Por un lado, deja a los kirchneristas en un mar de contradicciones y sin poder acusar a nadie, ya que el documental está dirigido por un inglés y no hay productores locales. Por otro lado, esa característica hace que el tema siga teniendo una instalación internacional muy importante. El caso Nisman sigue poniendo de manifiesto algo que muchos ya sabíamos, pero que otros comprendieron a partir de su muerte: la única ideología del kirchnerismo es la inmoralidad. Ya sabíamos que eran corruptos y autoritarios, pero a partir de ese momento se hizo evidente el problema moral que padecen. La campaña que hicieron tratando de desacreditar al fiscal a partir de su vida privada y el silencio frente a un hecho de una enorme magnitud histórica como fue la muerte violenta de un fiscal que investigaba un atentado donde murieron más de 80 personas habla de la decadencia moral del gobierno kirchnerista y de la de sus seguidores que hablan y opinan de todo menos de los horrores propios. Y ese problema moral aparece nuevamente con el estreno del documental. En el filme, entrevistado en 2017, Alberto Fernández afirma: “Dudo que se haya suicidado”. Ante el estreno de la serie, el Alberto Fernández de 2020 responde que hasta hoy las pruebas acumuladas no dan lugar a pensar que hubo un asesinato y que la pericia de Gendarmería “parece carecer de todo rigor científico”. El problema de hacer declaraciones sólo para que no se enoje CFK es que inevitablemente se cae en el ridículo: lo que aparece hoy en la prensa mundial es cómo el presidente argentino se contradice a sí mismo en un tema por demás sensible. Estamos frente a un claro caso de inmoralidad al no sostener lo que uno piensa. En estos días el dictador Maduro dijo que el nuevo gobierno argentino está dando todos los pasos para salir de la era desastrosa de Macri. Es notable la tendencia que tienen los K de agradarles a dictadores. Puede ser el régimen tiránico de Irán (con su secuela criminal en Argentina), el apoyo a Evo Morales (también íntimamente ligado al régimen iraní) o la dictadura venezolana, que en términos de muertos, torturas, presos políticos y exiliados ya es, probablemente, una de las más despiadadas de la historia latinoamericana. Ni una palabra de los actores K, ni de los escritores, ni de los músicos, ni de los periodistas. Ese es el progresismo inmoral que defiende dictaduras siempre y cuando los déspotas sean sus amigos. No se puede ser kirchnerista sin ser inmoral. Por acción o por omisión son inmorales. Las acciones pro-Irán habían reaparecido con el nombramiento de Sabina Frederic como ministra de Seguridad. Empezó relativizando la declaración sobre Hezbollah como organización terrorista y continuó diciendo que se meterán en la pericia de Gendarmería en el caso Nisman. Esta pericia señaló, entre varias cosas, que Nisman no tenía restos de pólvora en sus manos, por lo cual descarta la hipótesis del suicidio. Su declaración y la del Presidente respecto a esas pericias son intromisiones claras del Poder Ejecutivo en el Judicial y un intento de instalar falacias en la opinión pública. Ya alertó sobre esto la asociación de fiscales y funcionarios del ministerio público. Tener que sostener la nefasta política de CFK lleva a los miembros del gobierno actual a cometer todo tipo de desprolijidades. La situación internacional empieza a mostrar lo patético de esta estrategia. Al mundo con el que tenemos que interactuar económicamente le empieza a molestar la cercanía a dictadores latinoamericanos. Por otra parte, en este momento de convulsión mundial respecto de Irán y el recordatorio de cómo el gobierno de CFK protegió a ese país coloca a Argentina del lado de los peores del mundo. Esa nefasta política no puede explicar, sino por oscuras razones, la alianza del kirchenrismo con Irán. En el atentado a la Embajada de Israel del año 1992, la Corte Suprema dictaminó que el ataque fue organizado por el grupo terrorista Jihad Islámica que pertenece a Hezbollah. El mismo grupo se adjudicó el atentado, o sea, confesaron ser los autores del hecho. En el ataque a la AMIA de 1994 también aparece Hezbollah. La justicia argentina señaló, además, la estrecha relación de diplomáticos iraníes con el atentado. Fue Nisman (fiscal especial del caso) quien reveló las identidades: todos personajes del poder en Irán encabezados por Moshen Rabbani, agregado cultural de Irán en Argentina, amigo de muchos kirchneristas con los que trabajó luego para intentar borrar todo. En ese momento empieza el viraje del gobierno de CFK. Comienzan a trabajar en un acuerdo con Irán y Nisman empieza a ser un problema en esa maniobra. Lo que ningún kirchnerista puede explicar es el cambio de estrategia que iba de considerar a Irán responsable de los atentados a convertirse en su aliado. La única explicación es la que mencioné al principio: la inmoralidad de los kircheristas. Esa es la clave de todo. Por eso murió Nisman. En todo este contexto es clave ver algunos nombramientos recientes que, sin dudas, vienen de la mano de CFK. El actual secretario de Justicia es Martín Mena, que fue número dos de la AFI (ex SIDE). Fue denunciado por Nisman como encubridor de los acusados del atentado a la AMIA por la firma del memorándum con Irán (cuatro días antes de su muerte). Está procesado. Es el número dos del Ministerio de Justicia actual. Como Procurador (jefe de los fiscales), el gobierno propone a Rafecas. Este juez fue un alfil del kirchnerismo en la Justicia, como se demuestra en varios casos. El más determinante fue cuando desestimó la denuncia de Nisman sin siquiera investigarla: un empleado eficiente de CFK. Por ese proceder fue sancionado por el Consejo de la Magistratura, que declaró que el juez tuvo actitudes “indecorosas”. Como ministro de Seguridad de la provincia nombraron a Sergio Berni, que se contradijo infinidad de veces respecto de su accionar la madrugada de la muerte de Nisman. Nunca se sabrá qué hacía en el departamento y si alteró la escena del crimen. Lo que sí se sabe que esa madrugada tuvo 31 veces contacto telefónico con CFK. En la AFI nombraron a Cristina Caamaño (Justicia Legítima), amiga de la actual vicepresidente. Política de cloacas la de CFK. Buscando cosas del pasado acerca de esta cuestión, encontré un artículo durísimo e implacable contra CFK escrito el 16 de febrero de 2015 y publicado en La Nación. Habla de la importancia del silencio y de cómo ese silencio aturdirá a CFK. Dice “aquí un enorme estrépito acaba de aturdirnos. Un fiscal que denunció penalmente a la presidente apareció muerto días después de formular su demanda y sólo un día antes de fundar su imputación ante el Congreso Nacional. En el centro del poder, allí donde la denuncia tocaba fibras, hablaron de suicidio y de asesinato, acusaron al muerto de ser un padre desatento…”. En otro párrafo se lee: “Cristina sabe que ha mentido y que el memorando firmado con Irán sólo buscó encubrir a los acusados”. El artículo explica cómo Cristina Kirchner traicionó el reclamo de justicia de los 85 muertos en el atentado contra la AMIA. En otra parte, se vuelve a referir a CFK: “Ignorando la tragedia se indultó a sí misma, apropiándose de la verdad, de la Patria y hasta de la alegría y condenó cínicamente a los que quedamos agobiados por lo patético de lo ocurrido”. El artículo finaliza poéticamente: “La misma tragedia que Cristina sólo podrá negar hasta que el silencio la aturda”. El problema moral del kirchnerismo se explica claramente en estas palabras. El autor es Alberto Fernández.

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