Sucedió el 26 de octubre pasado, en vísperas de las elecciones presidenciales en la Argentina, pero el caso no trascendió hasta ahora. A las 13:30 horas de ese sábado, la Policía de la Ciudad de Buenos Aires recibió una llamada en la Comisaría 2B a través del 911 por un delito menor en la librería El Ateneo en Santa Fe al 1800, en Barrio Norte. Un hombre había sido acusado de hurtar un libro y el personal de seguridad lo retenía en el lugar. De inmediato, un inspector se dirigió a la librería, dialogó con el personal de seguridad y se encontró con el acusado, un hombre de 76 años sentado en una silla, aparentemente muy tranquilo, según los testigos. El acusado dio sus datos: Oscar Ricardo Valerio Recio Becerra, un domicilio en el barrio de Belgrano, un teléfono celular, su nacionalidad mexicana. Y después su ocupación: embajador de México en la Argentina, para estupor del inspector de turno. “Sorprendido (el oficial) le vuelve a consultar sobre su función y corrobora la misma mediante documentación aportada”, según se lee en el sumario judicial. El encargado de seguridad aseguró que, a través de las cámaras, vieron al que resultaría ser el embajador de México, “en una secuencia extraña”. Primero tomando un libro, ocultándolo entre las páginas de un diario, para seguir su recorrida por el cine reciclado en librería. Luego, el embajador se dirigió hacia los lockers donde los clientes pueden guardar sus pertenencias antes de ingresar, y dejó allí el libro. A continuación, tomó algunos CDs, que fue a pagar a la caja, y antes de salir del local volvió a los lockers para recoger el libro. Al pasar la puerta de salida, la alarma sonó al detectar el libro no pagado. El personal de seguridad frenó entonces al diplomático y le pidió su ticket de compra, en el que figuraban los CDs, pero no el libro que, al registrarlo, encontraron en su poder. El libro fue pasado por un scanner, que confirmó que era de la librería y, según el relato del personal, estaba impago. Pese a la condición diplomática de Valero, los responsables de la librería se mantuvieron firmes en su decisión de reportar el hurto. Así, el personal policial le explicó al embajador que debía tomar la denuncia. Por ley, le correspondió al fuero federal, al Juzgado N°10 de Julián Ercolini, que ordenó constatar la identidad del denunciado, secuestrar el libro, labrar un acta, pedirle una declaración al inspector de la Policía de la Ciudad y dejar ir al embajador. El lunes 29 de octubre, primer día hábil luego del hecho, y cuando la Argentina ya tenía un nuevo presidente, Alberto Fernández, quien, ironía del caso, eligió México como primer destino de sus viajes internacionales, el informe policial sobre el hurto en El Ateneo llegó al 4° piso de Comodoro Py y ese mismo día el juez Ercolini remitió lo actuado a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, porque los casos en los que están involucrados diplomáticos extranjeros son de competencia originaria de ese tribunal supremo. La Secretaría Penal de la Corte es la que entiende en estos asuntos y con seguridad fue la encargada de comunicar lo sucedido a la Cancillería, que ya está informada del caso. Infobae pudo saber, por fuentes allegadas al caso, que el Embajador ya fue llamado a consulta por el canciller de México, y que su suerte está por definirse. El libro hurtado y retenido como prueba del delito era una biografía de Giacomo Casanova, el notable aventurero del siglo XVIII, escrita por Guy Chaussinand-Nogaret, director honorario de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de Francia, una publicación de la propia Editorial El Ateneo. Su valor marcado era de $640 pesos. Aunque el caso todavía no trascendió a los medios, el embajador Valero ya se encontraría de regreso en México, a disposición de su gobierno y a la espera de que éste defina su situación. Infobae intentó comunicarse con el diplomático a través de los números telefónicos que se consignan en el expediente, pero el teléfono indicado como personal ya no corresponde a Valero Recio Becerra y no hay respuesta en la línea laboral. Es probable que ambas vías de comunicación hayan quedado inactivas tras su regreso a México. El alto status diplomático de Recio Becerra, por otra parte, representa un enredo. "En principio, el asunto va a directo a la Corte, de acuerdo a la Constitución”, asegura un especialista en derecho penal internacional. El embajador no puede ser imputado porque tiene inmunidad en jurisdicción y la Argentina no tiene la facultad de juzgarlo. Además, tiene inmunidad de arresto. Debería intervenir la Secretaría de la Corte para las diligencias más elementales, como confirmar la identidad y notificar a Cancillería. Si la Argentina deseara que fuese juzgado, Cancillería debería pedir a México la renuncia de los fueros diplomáticos, algo muy improbable dadas las circunstancias. Queda la sanción política que decida el gobierno mexicano. Posiblemente el cese de funciones y tal vez el retiro. No sería la primera vez para Valero Recio Becerra, que en anteriores oportunidades padeció un impasse en su carrera diplomática: claro que en aquellas ocasiones el conflicto fue de orden político y no penal. Cuando el primer mandatario de México lo designó embajador ante la Argentina, los diarios dijeron que AMLO (como llaman al presidente Andrés Manuel López obrador por las siglas de su nombre) lo estaba “sacando de la congeladora del servicio diplomático”. Es que el hombre había tenido un rol protagónico en la diplomacia de su país en los años 80. Nacido en la Capital mexicana, formado en Relaciones Internacionales en el Colegio de México, hasta su nombramiento como embajador en la Argentina, Ricardo Valero se desempeñaba como investigador de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En lo académico, tiene una larga trayectoria como profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en el Colegio de México y en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), entre otros. Hasta junio de 2019, cuando presentó credenciales al presidente argentino Mauricio Macri, había estado dictando materias tales como Teoría de las Relaciones Internacionales, Tendencias políticas en el mundo contemporáneo, Continuidad y cambio político en América Latina y Política exterior de México en las citadas instituciones de educación superior. Pero en el pasado, mucho antes de ser nuevamente convocado al servicio exterior por el presidente Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Valero ya había tenido una importante carrera diplomática. Ingresó al Servicio Exterior Mexicano por concurso en 1970 y llegó al grado de embajador en 1983. En distintos momentos dentro de la Cancillería mexicana, ocupó los cargos de subsecretario de Planeación y Asuntos Culturales y subsecretario de Cooperación Internacional. De 2001 a 2004 fue embajador de México en Chile. Durante la presidencia de Miguel de la Madrid (1982-1988), fue subsecretario de Relaciones Exteriores. Y, en lo que tal vez fue la cumbre de su carrera diplomática, se desempeñó como embajador en el Proceso de Paz del Grupo de Contadora, instancia multilateral establecida en 1983 por Colombia, México, Panamá y Venezuela, para promover la paz en Centroamérica. Fue en ese marco que hizo fuertes señalamientos a las presiones del gobierno estadounidense, apuntando concretamente a Elliot Abrams, por entonces subsecretario para Asuntos Interamericanos, lo que lo llevó a renunciar. No volvió a ocupar un cargo diplomático hasta el periodo de 2001 a 2004, cuando fue enviado a la embajada de Chile por el entonces presidente Vicente Fox Quesada. Y luego de una nueva pausa, fue convocado por AMLO para la representación en Buenos Aires; un mandato fugaz, frustrado por un paso en falso.
Escándalo diplomático: el Embajador de México en la Argentina fue sorprendido hurtando un libro en una emblemática librería de Buenos Aires
Óscar Ricardo Valero Recio Becerra, hombre del círculo de confianza de López Obrador, fue interceptado por personal de seguridad en la librería El Ateneo de la avenida Santa Fe, por intentar llevarse un libro sin pagar. La Policía de la Ciudad lo demoró en el lugar y luego lo dejó ir tras constatar su identidad. Las implicancias diplomáticas del caso según la ley argentina