En un artículo publicado el 3/9 en estas páginas, Juan Manuel Casella propuso la extinción de la experiencia PRO-UCR. En la práctica, el fin de Cambiemos. No pertenezco a ninguna fuerza política partidaria de Cambiemos aunque lo haya votado y seguramente volveré a hacerlo, y por sobre todo tengo inoculado el entusiasmo por la política como constructora de democracia republicana. Semejante infección me lleva a seguir votando a mis 88 años. ¿Qué me está diciendo Juan Manuel? Graciela, no vale la pena que votes a esa fuerza porque, seguramente se va a disolver, gane quien gane en octubre. O peor: Graciela no vale la pena que votes porque “…(esta) coalición electoral… tampoco es competitiva”. Vamos Graciela, no le regales nada a esta pareja en su aniversario porque en días se divorcia. No pienso aquí discutir, ni me corresponde, si en Gualeguaychú la decisión de la UCR fue buena o mala. Fue, y millones de ciudadanos votaron la alianza que, con otras fuerzas políticas, devino en Cambiemos. Tampoco me meto a opinar sobre qué papel desempeñó cada diputado, cada funcionario de cada una de esas fuerzas durante los casi cuatro años de gobierno. Lo cierto es que si la motivación para construir la alianza fuera sólo la que aduce Casella: (el acuerdo era) ”necesario para impedir el “vamos por todo del populismo autoritario y corrupto y al mismo tiempo, para reinstalar la alternancia como rasgo característico de la democracia republicana” y no para gobernar, ¿quién asegura que no siga siendo, eventualmente, un objetivo digno de alcanzar? No hay más que ir al resultado de las elecciones presidenciales de 2011: Frente para la Victoria (Cristina Fernández de Kirchner) 54, 11 %; Frente Amplio Progresista (Hermes Binner) 16, 81 %; Unión para el Desarrollo Social (Ricardo Alfonsín) 11, 14 % para recordar el difícil desempeño de una oposición tan débil, tan en minoría en la representación parlamentaria. Con un sistema de presidencialismo fuerte como el nuestro, aunque no exista vocación autoritaria del principal protagonista, la flaca capacidad de control habilita a convertir al Congreso en una escribanía. Ya lo vivimos. Por otra parte, ese panorama provoca que en el imaginario de futuro político de la ciudadanía se evapore la posibilidad de concebir la existencia de una fuerza que garantice la alternancia en el gobierno a futuro. En octubre puede que Cambiemos revierta el resultado de las PASO. Hazaña posible pero difícil. Y si no lo logra ¿qué cabe que esperemos de las fuerzas de Cambiemos? ¿que dirigentes y militantes vayan por ahí a lamerse las heridas buscando sólo la salvación personal o, que dejando de lado los reproches- ardua tarea por cierto- reorganicen el espacio de oposición y control que legítimamente se esperará de ellos? Separados, sin cohesión ni comunidad de intereses por la cosa pública pre- establecida, verán cómo se borronea en el paisaje “el alto grado de legitimidad que . alcance plena eficiencia operativa y establezca métodos claros que permitan verificar la honestidad de la dirigencia”, tal como se proponía la UCR según Juan Manuel Casella. Apelo, con todo mi respeto, al sentido de responsabilidad que – con su lógica gradualidad- tenemos todos ante el desafío de llegar a construir esa deseada democracia republicana que, conteniéndonos, haga costumbre encarar, con discusiones y consensos, la construcción de instituciones sólidas, el embate continuado contra la pobreza, la persistencia en la recuperación de una mejor educación expandida a todos los ámbitos, el cúmulo, en fin, de faenas que esperan a ésta y siguientes generaciones. Graciela Fernández Meijide es ex senadora nacional. Miembro del Club Político Argentino.
Cambiemos: que no vaya cada uno por su lado
En un artículo publicado el 3/9 en estas páginas, Juan Manuel Casella propuso la extinción de la exp…