Cultura

No cuente conmigo, señor Fernández, no necesito que me cuiden

Sandra Pitta

Cuando me enteré de que el candidato presidencial Alberto Fernández me había nombrado en el acto partidario que se llevó a cabo en FCEN, UBA, estaba con una colega repasando un trabajo. Suelo guardar mi celular durante las reuniones, pero ella recibió la primera notificación. Era una becaria que le avisaba que Fernández me había mencionado. No pude contener la risa, exclamé "¡ahora soy famosa!" y seguimos trabajando. No dimensioné la gravedad del tema hasta que, concluida la reunión, vi que mi celular desbordaba de mensajes: de mi marido, de mis hijos, de mi familia en Uruguay, de mis amigos, de periodistas. El panorama ya era otro. Estaban todos preocupados, angustiados, me pedían que me protegiera. ¿Era para tanto? Todo había comenzado con un tuit mío, producto de una amenaza de un colega kirchnerista muy fanático. Este colega, que es director de un Instituto CONICET en La Plata, había insinuado en un comentario en las redes que quizá yo no volvería a trabajar si ganaba Alberto Fenández. Era un mensaje ambiguo, porque se podía interpretar de varias formas, pero conociendo al individuo involucrado, no tenía dudas de que era una amenaza. Hice captura de pantalla, y subí esa imagen a las redes. Ese día seguí trabajando, pero empecé a recordar los comentarios de varios colegas que han votado a Cambiemos, no se animan a decirlo y siempre repiten: "Si ganan los Fernández nos mandan a un gulag". Exageraciones, respondo siempre. Pero no podía dejar de pensar en este individuo, su velada amenaza, su lugar de poder y todo lo vivido durante el kirchnerismo. En un momento de arrebato, escribí un segundo tuit que decía: "Sé que si ganan los Fernández, de alguna manera me van a echar de CONICET. Lo tengo claro. Pero prefiero irme del país antes que tener miedo. Mucho miedo en este país. Demasiado". Ya en el colectivo de vuelta a mi casa, pensé que quizá era una exageración y no podía permitir que los sentimientos nublaran la razón. Cuando quise borrar el tuit, ya se había viralizado. Fue un tsunami, con reacciones airadas de muchos colegas y defensas de muy pocos. Una cosa llevó a la otra y, de golpe, me vi envuelta en un torbellino de comentarios. Pero no sabía que me esperaba el capítulo final. El miércoles 31 de julio, Alberto Fernández se presentó en Exactas para recibir una solicitada con el apoyo de casi 8.000 firmas. Y, de repente, me encontré siendo la protagonista ausente en un acto donde un candidato a presidente obvió la enorme asimetría de poder entre los dos, y ahí, en la Facultad donde ejerzo mi profesión de investigadora, me nombró para decirme que me iba a cuidar. ¿Cuidar? ¿Acaso estoy en peligro? ¿Corresponde que en medio de esa multitud aplaudidora me sirviera en bandeja para que me destrozaran? ¿Así me iba a cuidar? ¿Así nos va a cuidar? Estas últimas apreciaciones recién la pude hacer cuando esas personas preocupadas, con mucha más experiencia que yo en el ámbito político, me explicaron que nombrar en un acto de esas características a un ciudadano común y corriente es un acto fascista. Una cobardía. Pasé a ser el jubilado amarrete o el dueño de la inmobiliaria que se quejaba por las bajas ventas, y a los que había que aplicar un correctivo para que retomaran la senda del bien nacional y popular. En otras palabras: un apriete, un escrache, un acto cobarde para mostrar poder en medio de la masa amorfa. Voté a Cambiemos, pero no soy macrista. Voté a Cambiemos por muchas razones, pero la principal era para ahuyentar el autoritarismo que poco a poco iba creciendo. Acostumbro a ser crítica con todos los gobiernos, y he dicho una y mil veces que Cambiemos no tiene política de CyT, pero el kirchnerismo tampoco tenía un rumbo adecuado. Pero parece que no alcanza. Están todos sedientos de ideas monolíticas, únicas, homogéneas. No cuente conmigo, señor Fernandez. No necesito que me cuiden. Necesito sentir que nadie tiene por qué cuidarme, porque hay una Constitución que me protege, tres poderes que algún día aprenderán a ser independientes y un pueblo que no crea mas en los Mesías. En ese momento, señor Fernández, sí me voy a sentir segura.

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