El conductor del programa me pregunta si cuando empecé a militar durante la crisis del 2001 había ido a enseñarles a los cartoneros cómo mejorar su vida. Mi respuesta fue textualmente: "Primero fui a escuchar, porque había mucho más para aprender que para enseñar, porque a mi si me hubiera tocado esa situación yo estaría choreando, no estaría laburando, si me hubiera tocado tener que salir a tocar cartones a los 18, 17 años, estaría de caño, pero esos pibes frente a la exclusión, frente a la desigualdad, heroicamente, decidieron revolver la basura de la clase media para ganarse el pan con dignidad y esas es la reserva moral de nuestra patria". De ese contexto, extrajeron la polémica frase que el lector habrá visto publicada en varios sitios de noticias, viralizada en redes sociales y reproducida en la televisión, seguramente sin mala leche y con ánimo de mantener bien informada a la comunidad. Mi intervención tuvo como objetivo poner en valor la dignidad de quienes enfrentan la exclusión desde el trabajo, la organización y la solidaridad como los cartoneros. Quise recalcar todo lo que aprendí de los que tomaron la opción difícil, los que eligieron la cultura del trabajo y rechazaron las opciones destructivas que el sistema pone frente a los excluidos. Quise interpelar a los que con las necesidades básicas satisfechas y los privilegios que otorga haber nacido en un contexto de clase media o alta desprecian a los humildes y ponen sobre sus espaldas la responsabilidad de sus incontables padecimientos. Y quise, sobre todo, poner de relieve que ellos y ellas son, sin lugar a duda, mejores seres humanos que yo, porque pasaron pruebas mucho más difíciles que las que a mí me tocó sortear. Por si no fuera obvio, lo aclaro: nosotros promovemos el trabajo y la organización comunitaria, enfrentamos cotidianamente las falsas opciones de la violencia, la falopa y el delito. Entonces sí, debo reformular la frase. Me retracto. Pido perdón. No debería haber sido tan terminante. Si me hubiera tocado nacer y crecer en un contexto de pobreza y desigualdad extrema, tal vez hubiera tomado otras opciones. Podría haber sido cartonero, vendedor ambulante, cuida coches, limpiavidrios, cooperativista, piquetero, militante social. Tal vez hubiera sido chorro, ratero, soldadito o algo peor. Capaz me hubiera pegado un tiro o entregado a la droga. No lo sé. Lo que estoy seguro es que no sería abogado, ni licenciado en ciencias sociales, ni traductor de inglés, ni docente en una universidad. No tendría agua corriente, bidet, conexión eléctrica, gas natural, biblioteca, internet ni obra social. No hubiera conocido el mar ni las montañas ni otros países. Nadie publicaría mis artículos ni mis libros. Ahora pensemos un rato qué hubieras hecho vos, que te indignaste con mi frase y que te gusta escuchar a Pichetto denostar el "espíritu cartonero" o ver a Lanata difamando a las organizaciones que, con errores y aciertos, construimos juntos los trabajadores excluidos y los militantes populares como un refugio frente a la insoportable injusticia de esta sociedad, como una muralla frente al poder creciente del narcotráfico y la violencia, como un puente hacia lo que tal vez, si nuestros sueños se cumplen, sea un país sin excluidos, dónde quepamos todos. Imagínate por un segundo que tenés diecisiete años. Tus viejo era albañil pero se quedó sin laburo porque está parada la construcción, tu vieja no llega ni a comprar un plato de lentejas con lo que le pagan como empleada doméstica. Tiene las piernas llenas de várices y sufre todas las noches. No tenés obra social, ni auto, ni vacaciones, ni internet, ni netflix, ni podés tomarte una birra artesanal en un bar irlandés. Vivís en una casilla precaria, te morís de frío en invierno y de calor en verano, te mojas cuando llueve, tenés un pozo por baño, dormís en el mismo cuarto con toda tu familia. A veces, tus hermanitos lloran de hambre. Estás en cuarto año pero en la escuela no aprendés nada. El techo se cae a pedazos, los pupitres están todos rotos y el aula es un bardo. Los maestros están agotados y no tienen energía para prestarte atención. Dejás de estudiar para buscar laburo. No conseguís. Ya tenés las zapatillas gastadas y con agujeros. Vas al almacén. El pan, la leche, la carne, cada vez más caros. Tus viejos, cada vez más deprimidos y nerviosos. Se pelean todos los días. A tus vecinos y amigos les pasa lo mismo, el barrio se pone espeso, el olor a mierda del Riachuelo es insoportable, la basura se quema a cielo abierto, la luz se corta a diario, el agua sale marrón de una manguera cortada, no hay recolección de residuos, ni veredas, ni cloacas. Sabés que no tenés futuro. Una noche te vas a una plaza del centro a tomar una cerveza con tus amigos. No estaban haciendo nada pero te comiste el verdegueo de la policía. Volvés a tu casa re caliente, llorando de impotencia, mientras ves a otros pibes de tu edad, bien vestidos, zapatillas nuevas, iphone en mano, que te miran de reojo, con asquito. Te gastás lo último que te queda en la SUBE para volver al barrio. Bajás del bondi en un charco gigante. En el medio del pasillo, te encontrás a un gato blanco como el de Alicia en el País de las Maravillas, que te para de seco, te mira fijo y te dice: miaaau, mirá pibe, tengo tres cosas para ofrecerte, pero podés elegir solo una. La primera es una carreta: si la elegís, vas a tener que salir todas las noches a empujarla para juntar un bolsón de cartón y con suerte sacás 150 mangos por día, te van a discriminar, capaz que te incautan el bolsón, pero bueno, te llevás la moneda y un plato de guiso van a tener tus hermanitos. La segunda es una bolsa: si la elegís, te parás en esa esquina seis horas a vender, vas a ganar una luca por día, le tenés que dar tres gambas al jefe de calle, lo más probable es que nadie te moleste. Es un negocio pequeño y simple, como vos. Vas a poder hacer el techo, comprar una tele y a tus hermanos no les va a faltar la comida. La tercera es un revolver: si la elegís, te presento algunos amigos, salís dos noches por semana y te hacés quince lucas de piso. Te jugás el pellejo, capás que matás alguno, capás te matan a vos, pero no en vez de mirarte con desprecio, te van a mirar con miedo. Se te va bien, te vas a poder comprar todo lo que quieras, como los del centro. Ellos eligieron la carreta. Luego, contra todas las pulsiones egoístas de esta sociedad, se organizaron, formaron cooperativas, fundaron un Movimiento y una Confederación, lucharon para mejoraron colectivamente su vida ¿Vos qué hubieras hecho si el gato misterioso te daba las mismas opciones? Podés mirarlos por arriba del hombro y decirles vagos, planeros, delincuentes, "¡vayan a laburar!". Pero vos, si fueras ese pibe ¿agarrabas la carreta? ¿Estás seguro? Yo tengo mis dudas. También podés seguir repitiendo el discurso oficial de que los militantes sociales somos politiqueros, piqueteros, lakras, zurditos, hipis con osde, vivimos de los pobres, somos una mierda… ¿qué hacés vos para cambiar esta realidad? ¿O acaso no es también tu responsabilidad? ¿Qué opciones les ofrece tu gato elegante? Pensalo. Porque aunque no tengas el más mínimo instinto de solidaridad, aunque no sientas la más remota empatía por la pibada excluida que sufre allá en la periferia abandonada, a la larga o a la corta, toda esta injusticia que se va profundizando con tu indiferencia y tu crueldad, con tus prejuicios y tu hipocresía, con tu gobierno de la falsa meritocracia, de privilegios para los ricos, endeudamiento y ajuste permanente para los pobres, te va a explotar en la cara a vos también. No todos son héroes y heroínas como ellos, mis compañeros. Y aunque nosotros promovemos el trabajo y la organización, no todos van a elegir la carreta.
¿Y vos qué hubieras hecho?
El conductor del programa me pregunta si cuando empecé a militar durante la crisis del 2001 había ido